lunes, 26 de noviembre de 2012

La espiritualidad y el miedo a nuestros semejantes

   
El apego a la espiritualidad y al idealismo intentan disminuir el temor a ser depredados por nuestros semejantes.

Mi único libro de cabecera es el Diccionario de la Real Academia Española.

No vayáis a pensar que creo en él. Lo que ocurre es que solo quiero comunicarme con ustedes y ese libro me hace pensar que si yo utilizo las palabras con un significado que podamos compartir, las posibilidades de que nos entendamos serán mayores.

Que aumenten las posibilidades de que nos entendamos no quiere decir que esto ocurra. Los seres humanos apenas podemos entendernos porque, quien más quien menos, tiene en su interior un orador provisto de unos equipos de amplificación tan ensordecedores que casi no nos dejan oír lo que se nos dice de afuera.

La educación que tratamos de recibir consiste fundamentalmente en ir bajándole el volumen a ese mega espectáculo que ocurre en nuestra psiquis.

Los humanos tenemos más confianza en nosotros que en los demás. Nosotros no pasamos de «comernos las uñas» y algún otro producto orgánico autocultivado, pero los otros, esos que están ahí afuera de mí, son capaces de matarme y devorarme.

Por este temor es que no quiero ser «rico». No ser «rico» es un elemento más que usamos para disuadir a nuestros depredadores naturales (otros humanos).

Ser «rico» significa tanto ser deliciosos como dueños de una fortuna de valor económico.

En este sentido es lógico deducir que el dinero o cualquier otro elemento económicamente valioso, constituyen saborizantes, condimentos, aderezos, adobos, salazones.

En nuestro temor por ser devorados (robados, esquilmados, estafados, chantajeados, defraudados y demás «molestias» afines), establecemos como recomendación cultural, abandonar el consumo de carnes, amar la dieta vegetariana. No queremos ser ricos, no queremos ser comidos ni siquiera en las tan difundidas y especiales circunstancias de La Tragedia de los Andes.

Algunas menciones del concepto «La Tragedia de los Andes»:

     
(Este es el Artículo Nº 1.742)


11 comentarios:

Carolina dijo...

Me gustó mucho como está escrito este artículo. Arriba Doc!

Evangelina dijo...

La espiritualidad y el idealismo con la finalidad de no terminar depredándonos entre nosotros mismos. Sí, esa es la finalidad, la búsqueda de la paz.

Luis dijo...

Tantas precauciones les enseñamos a nuestros hijos, respecto de como deben conducirse con los extraños, que les enseñamos sin querer, que los demás son peligrosos. En especial los adultos. Eso luego dificulta el entendimiento intergeneralcional porque, lógicamente, ellos pueden ponerse a la defensiva con los adultos, con los adultos en general, sin discriminar.

Gabriela dijo...

Es bueno tener al diccionario como libro de cabecera, pero como usted dice, no garantiza nada, aunque ayuda. Los equipos de amplificación ensordecedores (metáfora genial), nos traen montones de asociaciones de las cuales escogeremos algunas; muchas veces algunas que no coinciden con las de nuestro interlocutor. ¡Claro que es difícil entenderse!. Por eso pienso que hay que poner en juego la intuición y mirar a la cara, a los ojos, al que nos está hablando. Es mucho más fácil entenderse viéndose las caras que por escrito.

Elena dijo...

Ese orador interior que todos tenemos, nos traduce lo que el otro va diciendo; es desconfiado. Cuando escucha toma en cuenta de quién viene lo que oye. El asunto es que en realidad nunca conocemos bien de quién viene. Nos apresuramos en conocer a las personas para sentirnos más seguros, para saber con que bueyes aramos. Pero conocer a una persona puede llevar mucho tiempo, y nunca se la termina de conocer a cabalidad. Entre otras cosas porque las personas cambiamos.

Jacinto dijo...

Puedo jactarme de que he podido a lo largo de los años (de las décadas) irle bajando el volumen al orador con alto-parlantes. Espero poder seguir en ese camino. De tanto en tanto me persigo y eso ya alcanza para que todo se trastoque.

Martín dijo...

Si bien por un lado me tengo confianza más a mí mismo que a los demás, igual me tengo poca confianza a mí mismo.

Anónimo dijo...

¿Sabe lo que asocié con lo del producto orgánico autocultivado? No pensé en frutas ni hortalizas. Pensé en un yuyo verde; en mi plantita. Está tan linda que a veces agarro la guitarra y le canto.

Hugo dijo...

Tenemos miedo de que los otros nos devoren literalmente. Aunque sea disparatado, es muy probable que eso haya sucedido en tiempos difíciles, cuando los humanos andábamos a la caza y a la pesca... supongo que a veces sin mucha suerte. De pronto eso quedó grabado en el inconsciente colectivo.

Olegario dijo...

Muchos le tenemos miedo a destacarnos demasiado. Le tenemos miedo a descollar, sobresalir, ser muy nombrados y apreciados por las grandes ¨hordas¨. Mucha gente genial, con talentos muy marcados, hacen todo lo que pueden, inconscientemente, para no resaltar, no desarrollarse, continuar en el anonimato. De pronto para no ser comidos.
A los Beatles, sobre todo cuando eran muy jovencitos, les gustaba generar desesperación en la platea. La gente se ponía como loca; sobre todo las mujeres. NO CUALQUIERA RESISTE ESO. Puede dar un miedo terrible.

Marcos dijo...

Algunos andan por la vida tan aderezados que a uno ya se le van las ganas de comerlos. Demasiada pimienta, demasiada sal, montones de azúcar y salsas multicolores. Indigesto.