No hace falta odiar al empleador para amar a la familia.
Nuestra hija menor tenía un
novio y con mi esposa pensamos, por sus temas de conversación, que el cuerpo le
pedía ser fecundado.
Por su temperamento estaba muy
apegada a nosotros y creímos que convenía hacerle saber que si se iba a vivir
con el novio, nosotros «podríamos prescindir de ella sin
suicidarnos».
El amor es un sentimiento bastante cómico porque nos confunde, nos
dificulta entender qué está pasando.
Sin embargo, la jovencita encontró otra solución que, con mi colega y
esposa, tuvimos que analizar y resolver: Decidió hacerse la enojada, la
desconforme con nuestra legislación hogareña, amenazándonos con irse a vivir
con una amiga.
Diagnóstico tentativo: Esta jovencita piensa y
siente en «blanco y negro», de tal forma que para irse a vivir con el novio y
convertirse en madre, necesita enemistarse con quienes también ama, (sus
padres), para poder amar al futuro padre de sus hijos. Simplificándolo muy
groseramente: no puede amar sin odiar.
Reunión familiar: «Vení un momento,
Mariana», le dijo la madre a su hija, con un tono tan autoritario que me alteró
el ritmo cardíaco a mí, que sé de sus dotes teatrales.
Y, ¿saben lo que hizo, a pesar de medir diez centímetros menos que la
muchacha? Le puso una mano en el pecho, la apretó contra la pared y le dijo:
«Mariana, te queremos, si querés tener un hijo con tu novio, nosotros queremos
ser abuelos de tu hijo. ¿Me entendiste biennn?»
Silencio teatral, de tan ruidoso el motor de la heladera parecía a
gasoil, la mamá enojada, aflojó la presión de su mano contra el pecho de la
jovencita y las miradas de furia se suavizaron en un abrazo.
Conclusión: No hace falta
odiar al empleador para amar a la familia.
(Este es el Artículo Nº 1.819)
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11 comentarios:
¡Muy bueno el cuento! Viví la escena.
El problema es que me parece que sólo a una pareja de psicólogos se le ocurriría hacer eso.
Si tenés unos cuantos años de análisis bien aprovechados, podés, yo diría, ser casi como un psicólogo.
Ahora entiendo a qué se refiere cuando habla de odio. No es lo que normalmente entendemos por odio.
A mí me pasó que tuve que enemistarme con mi terapeuta para poder casarme con mi marido.
La mejor manera de decirlo no es usando el verbo prescindir. No es que los padres puedan prescindir de la hija, simplemente es que pueden vivir en casas diferentes.
El amor tiene algo de cómico, algo de trágico y mucho de maravilloso. De todos modos siempre es medio difícil de entender.
Aunque resulte medio chocante hablar de legislación hogareña, lo cierto es que la hay, aunque no esté explicitada.
A veces, cuando las cosas se ponen difíciles, se piensa en blanco y negro. No se puede acceder a los matices porque eso complica el asunto, y este de por si, es ya muy complicado.
Pasa muchas veces que separarse de la pareja implica comenzar a odiarla, o venir odiándola de un tiempo atrás hasta que se toma la decisión de la separación. Creo que este odio tiene algo de artificial. No me parece que se pueda odiar a alguien que se amó. Lo mismo pasa con los padres.
Sí que se puede pasar del amor al odio. Cuando te sentís profundamente defraudado, cuando te das cuenta que diste mucho y que te usaron.
¨no hace falta odiar al empleador para amar a la familia¨, buena sentencia, quizás en algunos casos se de.
Odiar al empleador no tiene sentido. Si encontramos la forma de que nos perjudique lo menos posible, no necesitamos llegar a odiarlo. Eso le hace más mal al empleado que al empleador.
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