Quienes aman el dinero tienen fe en la sociedad
que lo emite y quienes solo aman a su Dios tienen exclusivamente fe en sí
mismos.
Los humanos no somos
caprichosamente desconformes: necesitamos, deseamos y anhelamos cosas
diferentes a lo largo de la vida.
Esta condición puede ser una
consecuencia de nuestro instinto gregario o, por qué no, la causa de ese
instinto. En otras palabras:
— o tendemos a reunirnos en
colectividades y por eso aprovechamos las diferentes destrezas de nuestros
compañeros para disfrutar de sensaciones distintas;
— o es nuestra necesidad de
disfrutar sensaciones diferentes lo que nos lleva a reunirnos con gente que
tenga distintas habilidades.
Sea por el motivo que sea, el
hecho es que durante toda la vida practicamos el trueque.
Cinco siglos antes de Cristo
aparecieron las monedas: trocitos de metal valioso que podían ser cambiados por
cualquier objeto.
Hace apenas dos o tres siglos
nos animamos a remplazar esas monedas poseedoras de un valor propio (el metal
precioso del que estaban compuestas) por los trozos de papel pintado que hoy
usamos como dinero en forma de billetes.
Este cambio fue dramático, revolucionario,
insólito. ¿Puede imaginar el estado de ánimo de quien permutó, (compró), una
casa entregando una cantidad de monedas de oro y termina canjeándola,
(vendiéndola), por una cantidad de papeles?
Esta revolución consistió en
pasar del dinero material al dinero fiduciario, es decir, al dinero cuya
circulación y aceptación dependen exclusivamente de la confianza que inspire
entre los ciudadanos.
Eso es el dinero fiduciario:
un papel que inspira confianza, credibilidad, fe.
La pasión, el amor, la predilección
por uno mismo se denominan egoísmo, egocentrismo, individualismo.
Podríamos concluir que:
Quienes aman el dinero tienen fe en la sociedad que lo emite y quienes solo
aman a su Dios tienen exclusivamente fe en sí mismos.
(Este es el Artículo Nº 1.831)
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11 comentarios:
Es más fácil depositar la fe en Dios que en los semejantes. A veces no nos tenemos fe ni a nosotros mismos...
Yo le tengo más fe a algunos de mis amigos que a mi misma. ¡Es horrible! No creo en mí.
Dios puede ser algo así como el ideal de todo lo bueno, bello, libre, completo que nuestra imaginación llege a concebir. Por eso tenerle fe a esa concepción humana y a la vez supra-humana es reconfortante.
¿Cómo tenerle fe a la sociedad que emite el dinero? Es lo mismo que pretender tenerle fe al ser humano.
Puedo hacerme la idea de esa primera persona que cambió su casa por un montón de papeles. ¡Qué valor! Se asemeja al valor de quienes dan su palabra y creen en la palabra dada. Se creía en el honor.
Actualmente parecería que la tendencia es a creer menos en la palabra dada. ¨Empeñé mi palabra¨, es una frase que por las ciudades no se escucha mucho.
Ahora que tengo ese dato tan importante, que el papel moneda tiene sólo dos siglos de existencia, se renueva mi fe en la desaparición del dinero como método de intercambio.
(De las tarjetas también, claro)
Pensar que ese papel llamado dinero es el culpable de nuestros males, es equivalente a pensar que la cerradura tiene la culpa porque no abre la puerta. Arreglemos la cerradura, y la puerta abrirá. Mejoremos la naturaleza humana y el dinero no hará daño.
Es lindo pensar que un libro se puede canjear por un sincero abrazo. ¨Un libro un abrazo¨, es la consigna de un programa de inserción laboral y difusión de la literatura uruguaya.
En realidad el libro no se canjea por un abrazo, sino por $ 40. La diferencia está en que esos 40$ no implican una ganancia para los autores de los libros. No es ganancia directa para los escritores, ni las familias de los escritores, ni para la editorial (aunque la editorial gana prestigio y los escritores también). El dinero se invierte en editar más libros para que un grupo de población vulnerable, con dificultades de distinto tipo para conseguir trabajo, pueda tener una primer experiencia laboral.
Pero la frase ¨un libro un abrazo¨, admite distintas interpretaciones. Puede significar que es un acto de amor recibir un beneficio (el libro), beneficiando a su vez a otro que tiene dificultades. Puede interpretarse también que la literatura es una forma de sentirse acompañado, porque a través de la lectura nos encontramos dialogando con otro semejante a nosotros, que vive y piensa y sufre cosas parecidas. En cierto modo es como recibir un reconfortante abrazo que dice ¨no estás solo, puedo acompañarte¨. Sea como sea, por algún motivo, me resulta más gratificante usar el dinero de esa forma, que usarlo en bienes y servicios de los que podría prescindir.
Para mí la idea de dinero va asociada a la idea de confort. Y la palabra confort, la asocio a negativas situaciones de desigualdad. POdría pensar el confort como algo agradable a lo que tengo derecho a acceder. Ahí me surgen sentimientos ambivalentes. Por un lado el deseo de acceder a ese bienestar y por otro lado la culpa de alcanzarlo, sabiendo que otros no lo podrán alcanzar. Es como si viera a la sociedad como a mi grupo familiar. Me sentiría mal viviendo en el confort, si mi hermano vive en la miseria.
Entiendo el planteamiento de Sandra, pero no tiene lógica. Si tú alcanzas una situación de vida confortable, no serás una carga para los demás y podrás compartir lo que tienes y lo que te sobra.
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