El mercado laboral capitalista no acepta personas que se maten trabajando sino solo a quienes produzcan y sigan viviendo.
Pensemos en un desayuno con
huevos fritos y tocino.
El filósofo hambriento,
dispuesto a comer, quizá piense cuáles fueron los roles de la gallina y el
cerdo.
Para él es fácil pues está
acostumbrado a volar con su imaginación y pensar en eso no lo distrae de tan
fantástico placer gastronómico; simplemente dirá para sus adentros: «¡Bah, la gallina
asume un compromiso mucho menor que el cerdo!».
¿Qué es esto?
La gallina puso los huevos y
siguió viviendo mientras que el cerdo pagó con su vida la elaboración del tocino.
¡Vaya diferencia!
Este desayuno me lleva a
pensar en cómo algunas personas complican su vida a tal punto que no pueden
ganar el dinero suficiente para tener una vida digna.
Según creo, los
perfeccionistas son inútiles
profesionales, especialistas en pecar por exceso, los reyes de la
vagancia iluminada, joyeros de la nulidad dorada.
Para que el mercado capitalista nos asigne un lugarcito
donde hacer nuestros negocios, donde ganarnos la vida, nos pide que actuemos
como la gallina, es decir, que hagamos lo suficiente, pero no nos pide que nos
matemos trabajando.
Los perfeccionistas, sin embargo, interpretarán que el
mercado capitalista nos pide que actuemos como el cerdo que participó en el
contenido del tocino, hablará de explotación, pensará que es tan delicioso,
(¿rico?), que el mercado pretende devorárselo.
A partir de esta configuración de mundo, el
cerdo-perfeccionistas huirá despavorido del mercado laboral capitalista porque
entenderá que ahí quieren comérselo, devorarlo, explotarlo, robarle su sabroso
cuerpo.
El mercado laboral capitalista, que no se caracteriza ni por
lo tolerante, ni por lo comprensivo, ni por lo paternal, protector y
asistencialista, dejará fuera de juego a quienes, como el cerdo, se maten
trabajando.
(Este es el Artículo Nº 1.817)
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8 comentarios:
Por lo que he visto, creo más en los versos de Viglietti: ¨me matan si no trabajo, y si trabajo me matan¨.
El mercado capitalista necesita que el trabajador sobreviva, aunque algunos no lo logran, sea porque las exigencias son excesivas o sea porque el trabajador no posee las condiciones de salud suficientes.
Cuando se vive la explotación el sentimiento es el de ser robado, estafado; no por rico ni sabroso, sino por ser considerado inferior.
El comentario de Lautaro bien podría definir la esclavitud. Muchos aún viven como esclavos, literalmente, y otros como libertos; es decir, trabajan como esclavos pero duermen en su casa.
En muchos lugares de trabajo se nos exige como a la gallina, pero en otros como al cerdo.
Los trabajadores perfeccionistas, que trabajan más de lo necesario, sin contemplar sus necesidades de descanso, son adictos al trabajo.
Hay personas que se exigen por demás trabajando, porque han tenido grandes dificultades para conseguir trabajo.
También están los que no conocen o no aceptan sus propios límites.
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