Durante la etapa escolar, estudiar es una forma de trabajo infantil y exigir ciertos resultados es una forma de explotación.
En la cadena alimentaria los
más grandes se comen a los más chicos, aunque según dicen ahora, los más
veloces se comen a los más lentos.
Ya sea por tamaño o velocidad,
los niños llevan las de perder porque son pequeños y lentos.
Para contrarrestar los
inevitables abusos provocados por los grandes y/o veloces, cada tanto nos
reunimos en algún evento lleno de publicidad benefactora y hacemos algunas
declaraciones justicieras, llenas de buenas, indiscutibles y sagradas
intenciones, para que los niños sufran lo menos posible o, para que, quienes
los perjudican disimulen un poco más.
A la postre, esas
declaraciones tienen alguna consecuencia cuando, publicidad mediante, se logra
que los colectivos erijan alguna condena a ciertas prácticas abusivas, gracias
a lo cual algunos moderan su desconsideración con los más pequeños y lentos y
otros, más proactivos, mejoran los procedimientos para ocultar lo que hacen.
Los pedófilos practicantes son
muy pocos, pero parecen muchos cuando pertenecen a instituciones que pretenden
pontificar, evangelizar, dictarnos normas morales, como ocurre con unos pocos
religiosos de la Iglesia Católica.
Los niños, por su escaso
desarrollo, son inimputables porque no tienen aún desarrolladas las nociones de
bueno y malo, no parecen capaces de asumir responsabilidades, sus actos no
merecen ser castigados como si fueran adultos.
Estas constataciones parecen
eximirlos de obligaciones y, por el contrario, los hacen titulares de varios
derechos especiales: al juego, a la protección durante los conflictos armados,
a la protección contra el trabajo infantil y la explotación económica.
Declaramos ruidosamente muchos
derechos para nuestros pequeños pero suele ocurrir que les imponemos algunas
obligaciones «por su bien».
Efectivamente, estudiar es una forma de trabajar y exigirles ciertos
resultados es una forma de explotación.
(Este es el Artículo Nº 1.830)
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7 comentarios:
Básicamente estoy de acuerdo: en la escuela se explota a los niños.
Los niños son pequeños y lentos. Tan fritos.
Lo peor es que a menudo se exigen los mismos resultados a todos, de manera indiscriminada.
Los adultos estamos convencidos de que todo lo que hacemos por los niños es por su bien, pero a ciencia cierta es difícil saberlo.
Explotamos a los niños porque tenemos que adaptarlos a nuestra sociedad: tenemos que prepararlos para que sean adultos explotados.
Creo que los niños, desde muy pequeños tienen más o menos desarrollada la noción de lo bueno y lo malo.
Nunca se me había dado por pensar que hay pedófilos practicantes y no practicantes.
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