Al pueblo norteamericano le entregamos lo que le vendemos conformándonos con sus verdes promesas de pago: los dólares.
Imaginemos una familia de
personas ricas, confiables y muy
consumidoras.
Sus numerosos integrantes
tienen la particularidad de consumir muchos alimentos, ropas, calzado,
vehículos, herramientas e infinidad de bienes.
Los productores y fabricantes
tratan de tenerlos como clientes porque si lo logran tienen asegurada grandes
ventas con ganancias que también les asegurarán una tranquilidad económica
aparentemente eterna.
Estos ricos y consumidores
inspirarán tanta fe en la sociedad que integran que todo lo pagan con
documentos de adeudo, con instrumentos de pago diferido.
Ocurre que por la credibilidad
que inspiran esos instrumentos de pago futuro, los proveedores de la familia
consumidora no tienen dificultades para utilizar esos mismos papeles para
pagarles a sus proveedores.
Por ejemplo, un fabricante de
prendas de lana está feliz porque los «gordos ricos» le compraron todo lo
que pueda producir en un año. Cuando el fabricante entregó los miles de
sweaters, medias, sacos, pantalones y capas, recibió a cambio una cantidad de
papeles firmados por el administrador general de la familia, con lo cual el
fabricante se fue muy contento con la fortuna que acababa de cobrar aunque,
repito, el dinero realmente lo cobrará cuando esos documentos de adeudo
(conformes, vales, cheques) lleguen al vencimiento del plazo estipulado (a seis
meses, a un año, a cinco años).
En los hechos el fabricante de prendas de lana no tendrá que esperar
nada porque, dada la elevada confianza que todos le tienen a la familia
híper-consumidora, otros podrán entregarle al fabricante de prendas lo que él
quiera comprar con esos papeles. Por lo tanto estos papeles funcionan como
dinero.
Esta en realidad es la historia de los «gordos consumidores»
norteamericanos que nos pagan con sus verdes promesas de pago: los dólares.
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(Este es el Artículo Nº 1.834)
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1 comentario:
Mientras paguen... El problema es lo que despues piden a cambio.
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