En el artículo publicado ayer con el título ¿Quién piensa lo que hablo: usted o yo? hago mención a la inercia con la que actuamos al salir de la niñez conservando actitudes que son propias de ella e impropias de la edad adulta.
Para el Diccionario de la Real Academia, el vocablo «conservador» significa: Dicho de una persona, de un partido, de un gobierno, etc., especialmente favorables a la continuidad en las formas de vida colectiva y adverso a los cambios bruscos o radicales.
En esencia todos somos «conservadores» en tanto tratamos de conservar nuestra vida y la continuidad de la especie mediante la reproducción.
Los cambios que todos realizamos rápidamente son los deseados (ser autónomos, tomar decisiones, tener poder de mando) y los cambios que se postergan son los no-deseados (asumir responsabilidades, trabajar, perder la protección de los demás).
Las glándulas mamarias de nuestra madre dejan de funcionar en algún momento y nuestro aparato digestivo acepta alimentos diferentes a la leche humana.
Seguramente esa interrupción de la lactancia por falta de recursos en nuestra madre (¿empobrecimiento?), es la primera y peor crisis que tenemos en nuestra existencia.
Está demostrado que cada experiencia penosa que comenzamos a padecer, nos retrotrae psicológicamente a la primera de su especie (la más parecida) que tuvimos en nuestra vida.
Por lo tanto, cuando en nuestra edad adulta padecemos una crisis (mundial, familiar, personal), estamos proclives a repetir los mismos intentos de solución que aplicamos la primera vez:
— Reclamar al gobierno (llorar por comida a nuestra madre);
— Culpabilizar a otros (acusar a nuestra madre por haber perdido su producción de leche);
— Sentirnos víctimas con derecho a exigir lo que necesitamos aunque ya no exista (el cierre de una fábrica es similar a la irreversible terminación de la lactancia).
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11 comentarios:
Otra reacción que tienen los niños en el destete es negarse a probar los nuevos alimentos. Afortunadamente esa resistencia hacia lo nuevo cede rápidamente y nos convertimos en seres omnívoros.
Cuando postergás todo es que no deseás nada.
Estoy de acuerdo con ud en que culpabilizar a otros o exigir infructuosamente lo que ya no existe, es inmaduro e inconducente. Reclamar es otra cosa, es un derecho que todos tenemos y que a menudo no nos animamos a ejercer.
Un cambio profundo, de raíz, nunca puede ser brusco. Los grandes cambios se gestan con el correr del tiempo.
A veces te sentís víctima y sos víctima nomás.
Para reclamarle al Estado hay que conseguirse un buen abogado.
Los humanos reaccionamos manifestando el malestar; cuando nos lo guardamos, lo ocultamos, estamos aplicando una estrategia que puede llegar a favorecernos pero que se contrapone a la tendencia natural.
La psicóloga de mi hija me dijo que es frecuente que los niños no quieran crecer y lo manifiesten fracasando en su desempeño escolar.
No entiendo por qué repetimos los primeros intentos de solución ¿Tan poco creativos somos?
Postergando y postergando... así fue que vivió cien años.
Discrepo con Ramón; el pasaje de la vida a la muerte, sí puede ser un cambio brusco, radical y profundo.
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