Somos «naturaleza» y nuestras acciones u omisiones inevitablemente se rigen por leyes naturales.
Alguien que procure entender la lógica del determinismo, que considera al libre albedrío como una ilusión de la humanidad que algún día será abandonada como lo fue la creencia en que nuestro planeta está en el centro del universo, se preguntará «Entonces, haga lo que haga, ¿nada vale la pena?».
Esta pregunta es desde la postura de quien cree que es libre de hacer lo que le place, que es responsable de sus actos y omisiones, que es culpable o admirable según la valoración social de lo que figure como titular.
Pensemos en algo grande, notorio, trascendente, para que sea más visible.
En un país existe una distribución de la riqueza que genera carencias entre los más pobres, pero que estos igual siguen viviendo, enamorándose, reproduciéndose. Nacieron con esa escasez, saben que tarde o temprano comen, se abrigan, se guarecen de las inclemencias climatéricas.
En ese mismo país, atrincherados detrás de muros inexpugnables, viven unas pocas familias que a veces salen de sus fincas en lujosos automóviles blindados. En su barrio privado tienen lo suficiente para no tener que salir sino excepcionalmente.
Así pasan los años hasta que aparece un joven carismático, inquieto, con capacidad de comunicación y la idea de que ahí algo no está bien.
Estalla una revolución reivindicativa, el barrio privado es tomado por asalto y tiempo después todo vuelve a la normalidad pero con un reparto de la riqueza más equitativo.
Con el libre albedrío decimos que «ganó la revolución», con el determinismo decimos «elementos predisponentes [la injusticia social] encontraron un elemento desencadenante [el líder revolucionario] y se produjo un fenómeno natural. Luego sobrevino la calma en un nuevo escenario».
Análogamente, un rayo provoca un incendio forestal … que ya se apagará.
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11 comentarios:
La pregunta no es si nada vale la pena. Claro que vale la pena! (digo para los que puedan pensar así, doc). Si tengo hambre vale la pena que coma, si otro pasa frío, vale la pena que haga algo. El tema pasa por otro lado. Lo que tenemos que abandonar es ese orgullo estúpido de adjudicarnos éxitos y fracasos. Si tengo éxito es porque sucedió así: tuve la suerte de hacer las cosas bien, tuve la suerte de tener la capacidad de esforzarme, tuve la suerte de encontrar el modo... pero no soy una persona exitosa! Qué significa eso? Que soy mejor? Eso es tan arbitrario como decir que soy mejor porque soy negro o blanco.
En su artículo, los pobres aparecen como beneficiarios; ellos saben que finalmente podrán encontrar soluciones a lo que les urge. En cambio, los pobres ricos, aparecen atrincherados, muertos de miedo, atreviéndose apenas a salir.
A ud le dan pena los ricos?
Algunos incendios se apagan antes de prenderse...
Una desgracia, como lo es un bosque quemándose, sin embargo tiene belleza.
Haga lo que haga, siempre haré lo que yo, en ese momento, pueda hacer. Desde el acto más sublime al más terrible.
No somos responsables de nuestros actos y omisiones?
La pregunta de Ma. Eugenia es bien complicada. Creo que somos responsables en el sentido de que somos los 'autores' de actos y omisiones. Pero si por responsables entendemos que somos culpables o beneficiarios, ahí no.
Parece que tendremos que acostumbrarnos a vivir sin los buenos y los malos.
De eso se trata Rogelio, de parar la moral sobre nuevas bases.
Sería bueno que los nuevos escenarios sean cada vez más avanzados.
A mí me sobrevuelan cuando me siento bien, porque saben que soy mucho de autoengañarme.
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