martes, 30 de septiembre de 2008

Que nunca falten

Juntaré en el pensamiento de una sola persona lo que vengo escuchando de muchas.

«Adoro a los pobres. Son personas dulces, cariñosas, bondadosas, con buenos sentimientos.

Con ellos nunca tengo los problemas que tengo con las personas de mi clase social. Por eso prefiero estar la mayor parte del tiempo con ellos y no con los míos.

Los pobres no están permanentemente tratando de provocarme envidia con sus éxitos. Los de mi clase son irritantes. Siento que me agreden silenciosamente y eso me lleva a tratar de hacer lo mismo con ellos. Los pobres nunca me despiertan la agresividad. Me dan paz espiritual.

De alguna manera me hacen acordar de mi propia niñez, cuando yo no era dueño de casi nada, dependía de los demás y los demás cuidaban amorosamente de mí, como yo ahora los cuido a ellos.

También recuerdan a mi niñez porque se visten como yo les digo [siempre y cuando yo les dé la ropa, claro].

Los amo porque siempre me están consultando sus dudas y por supuesto que casi todas las veces tengo que ayudarlos con algo para que puedan seguir mis recomendaciones al pie de la letra.

Entre los pobres aún se conserva aquella antigua actitud de ser agradecidos con quien nos ayuda desinteresadamente. Ellos no se cansan de darme las gracias una y mil veces.

Cuando hacen lo que no deben y me veo forzado a rezongarlos, bajan la mirada reconociendo que tengo razón. Ellos son la única reserva de humildad y reconocimiento que queda en esta humanidad deteriorada, que ha perdido los valores más preciosos de nuestra especie.

¡Haría cualquier cosa con tal de que nunca falten los pobres!»

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19 comentarios:

Anónimo dijo...

Lamentablemente yo también creo que los bondadosos procuran que siempre haya menesterosos, los policías quieren que hayan delincunetes y los médicos que hayan enfermos.

Son todos unos crápulas.

Anónimo dijo...

No puedo fundamentar nada pero lo que si sé es que a los ambiciosos no los puedo ver.

Anónimo dijo...

Los pobres no somos chupasangre.

Anónimo dijo...

A este personaje me lo imagino como una vieja rica, llena de joyas, desocupadas hasta la enfermedad, que paga para que la quieran.

Anónimo dijo...

Lo del gordo y el pequeñito lo interpreto como que la diferencia de pesos y de volumen se corresponden con la diferencia de fortuna.

Anónimo dijo...

¿Quién es que habla? ¿La princesa Leticia?

Anónimo dijo...

Esa persona, conjunto de varias personas, es de otro planeta.

Anónimo dijo...

Para mí que ahí no se habla de los pobres, se habla de los débiles y los vasallos.

Anónimo dijo...

Los ricos no podrían sentirse ricos sin la existencia de los pobres. Para eliminar a los ricos bastaría con eliminar a los pobres y visceversa. Yo voto por eliminar a los ricos así la matanza es más reducida.

Anónimo dijo...

No estoy de acuerdo con Humanitaria. Yo eliminaría a los débiles porque lo de rico o pobre es circunstancial.

Anónimo dijo...

En ese texto da la sensación de que estuvieran hablando de niños.

Anónimo dijo...

Parece que la emisora del texto fuese la abeja reina. A mí que no me vengan con el cuento de que es desinteresada.

Anónimo dijo...

¿Quiénes agradecen silenciosamente, los pobres o los ricos?

Anónimo dijo...

Donde Mª Eugenia insista en hacer preguntas le voy a presentar a unos pobres muy llenos de dignidad que le van a sacar hasta el aire.

Anónimo dijo...

Cuando le pido consejos a la patrona es para saber exactamente qué no debo hacer.

Anónimo dijo...

Los pobres no son ni mejores ni peores que los no pobres. Están atrapados en una situación desfavorable. En fin...estamos atrapados en una situación desfavorable...no pido que me ayuden a salir, pero tiren una cuerda por lo menos.

Anónimo dijo...

Es más fácil ser agradecido desde la abundancia que desde la carencia.

Anónimo dijo...

Ese es el discurso de una maestra con bajo nivel.

Anónimo dijo...

No es de pobre o rico saber lo que está bien y lo que está mal.