viernes, 18 de diciembre de 2009

«Einstein era más tonto que yo»

Varias veces he comentado con ustedes que el libre albedrío es una ilusión colectiva.

Mi idea es que tomamos conciencia de nuestros actos segundos después que la naturaleza ordenó a nuestro cuerpo que hiciera algo.

Tomar conciencia significa que un cierto proceso neuronal incluye esa sensación por la que nos enteramos qué haremos (cambiar de trabajo, comer, estornudar).

Desde este punto de vista, las creencias también están determinadas por algún fenómeno físico de nuestro cuerpo que necesita creer en Dios, amar el comunismo o no pasar por debajo de una escalera.

La lectura de este blog modifica el funcionamiento mental sólo en aquellas personas que se producen asociaciones con contenidos mentales que ya tenían.

Es habitual que cuando nos reunimos con nuestros amigos incluyamos como uno de los juegos más divertidos criticar a los ausentes.

Ese entretenimiento posee como elemento placentero el sentirnos superiores.

Es clásica la crítica a personajes públicos que han ganado notoriedad por alguna característica que los destaca (poder político, económico o deportivo, capacidad de liderazgo, protagonismo).

El entretenimiento tiene un efecto secundario que puede ser interesante tener en cuenta.

Si colectivamente nos convencemos de que el presidente es un tonto o un corrupto o un incapaz, saldremos de ese encuentro con la creencia de que somos superiores a una persona que objetivamente posee más talento, capacidad o valentía que nosotros.

Esta satisfacción nos ubica en un lugar que no merecemos, nos sobrevalora, pero sobre todo nos distorsiona la realidad en la que vivíamos antes del juego.

Dicha distorsión no es ni más grave ni menos grave que cualquier otra pérdida de realismo. Lo único que digo es que dicha pérdida existe, pero consolémonos con que no todas pueden ser ganancias y con que sentirse superior es maravilloso.

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12 comentarios:

Elena dijo...

Nuevamente me sorprende con una verdad que posiblemente estuviera ya en mi cabeza. Es cierto que criticamos a nuestros superiores
-más allá de que todo y todos somos pacibles de crítica- por envidia y para sentirnos superiores. Claro que como muy bien ud dice, este es un mecanismo inconsciente. Aceptar que no somos personas destacadas y que existen cientos de millones superiores a nosotros, en distintos aspectos, nos hace sentir una basurita perdida en el océano.
Soy partidaria de que siempre es más positivo aceptar la realidad que negarla (más allá de que no tengo demasiados argumentos como para justificar esta creencia).

Isabel dijo...

Lo que tú dices me da elementos para pensar algo que hace tiempo me da vueltas en la cabeza: ¿cómo es posible que existan personas capaces de actuar con tanta maldad?
Si es cierto que tomamos conciencia de nuestros actos después de que los decidimos impulsados por una fuerza que no entiende de razones ni de lógica, quedaría respondida mi pregunta.
Luego supongo que nos viene la necesidad de justificar y dar coherencia a nuestros actos, cosa muy sencilla de hacer. De este modo sería que se persiste en conductas "malignas"; para llamarlas de algún modo.

Lautaro dijo...

Amar el comunismo no se trata sólo de física y química; hasta ahí llegaría la parte psíquica y biológica. Luego tenemos la parte social que influye en nuestras creencias, partiendo por nuestra familia y pasando por las instituciones educativas, los ámbitos laborales y la situación socio-económica que nos ha tocado.
Esto mismo creo que es válido para otras creencias, aunque la palabra creencia no me cabe del todo.

Cacho dijo...

Dicho en otras palabras: rimero se escapa la flatulencia y luego tomamos conciencia de como huele.

Evangelina dijo...

Por eso era que Jesús decía : "bienaventurados los humildes de corazón, pues de ellos será el Reino de los Cielos"

Alberto dijo...

Tiene razón, no debe haber existido nunca un presidente al que algún sector no lo haya acusado de corrupto.

Delfina Laguna dijo...

Es una lástima que quienes son superiores, además se lo crean.

Yoel dijo...

Vivimos en una realidad paralela que intenta hacernos la vida lo más reconfortante posible.
Llamamos locos a quienes llevan esa realidad paralela fuera de los límites concensuados.

Densina Plombo dijo...

Debo admitir que la única forma en que soy capaz de adquirir protagonismo es acaparando la palabra y convirtiéndome en una pesada. Por eso me huyen, pero no lo puedo evitar, es mi forma de segregar endorfinas.

Clarisa dijo...

Me encanta el juego de la copa porque podemos decir la verdad ¡y que le vayan a reclamar a los muertos!.

la gordis dijo...

También distorsionamos la realidad cuando no queremos resultar agresivos con otros. Por ej: a un tipo que tiene peso normal y del que no conocemos su nombre, para llamarlo usamos apelativos como "flaco". Si se trata de un gordo le decimos "jefe".

Lic Arbella dijo...

Según Freud, una de las primeras distorsiones de la realidad que hacemos a nuestro provecho es alucinar el pecho materno y sentir que nos estamos alimentando cuando tenemos hambre y en ese momento mamá no está disponible.
Por eso es coherente que después también hagamos algún provecho.