El subdesarrollo neurológico o educativo conserva la omnipotencia infantil que «no necesita» del dinero.
En el mes de marzo de 2010 (1) les comentaba que los adultos tenemos la convicción de que «todo tiempo pasado fue mejor» y más genéricamente suponemos que la niñez fue nuestra mejor época.
Conscientes o no, hacemos muchos esfuerzos por recuperar aquella etapa infantil en la que según recordamos, éramos inmensamente felices.
Hay quienes hasta se hacen operaciones estéticas para retener la imagen que tenían cuando eran más jóvenes.
Por suerte o por desgracia tengo bastante presente mi historia y no comparto la afirmación de que «todo tiempo pasado fue mejor».
En cada época, la humanidad, mis conciudadanos, mi familia y mis amigos, vivían situaciones tristes, preocupantes, divertidas, felices. Cuando hoy hablamos de eso con los que sigo frecuentando, resulta que no recuerdan los tragos amargos que compartimos.
Por suerte o por desgracia, una mayoría borra de su memoria las vivencias penosas y conserva las más agradables.
Algo maravilloso, desde el punto de vista de los adultos, fue no estar pendientes del dinero. Hasta podría decir que los niños son más felices que los adultos porque no necesitan, no entienden, no usan, no tienen que ganar dinero.
Esto nos podría llevar superficialmente a suponer que «el dinero hace la infelicidad», pero quizá tengamos una explicación más profunda.
Los niños son felices porque la omnipotencia les funciona a pleno. En la mente de ellos todo es posible: volar, vencer a un ejército, frenar un huracán, comprar todos los caramelos, tener hijos con la madre o el padre, matar a los hermanos invasores.
Esta poderosa omnipotencia sólo funciona cuando el cerebro está subdesarrollado y nos quita objetividad.
En suma: Es probable que la pobreza patológica sea causada por la omnipotencia propia del subdesarrollo neuronal o educativo.
(1) El dinero aburre a los niños
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10 comentarios:
En el niño no tiene consecuencias negativas desconocer el uso del dinero, pero en un adulto sí. Aunque esto es evidente, pocas veces nos pregunamos a nosotros mismos, si realmente sabemos manejar el dinero para nuestro beneficio. Usarlo para nuestro bien, implica también saber generarlo.
Si pensamos en el alcance del trabajo infantil a nivel mundial, y a esto le agregamos la mendicidad y los robos, nos daremos cuenta que para muchos niños aprender a usar el dinero es fundamental; sobre todo para escapar del control adulto.
Los adultos que creen en la magia, las predicciones y los poderes sobrenaturales, recurren a la omnipotencia (inconscientemente), para sobrevivir, porque no saben afrontar la vida de otra manera. No me parece que sean más felices. A los niños los defiende la omnipotencia, pero tampoco creo que sean más felices.
Sé que ud no afirma lo contrario, así que no estoy discrepando, simplemente agrego o especifico algo.
A veces pienso que fue justo olvidar algunos agravios. Justo para el agraviante y justo para mí.
Algo que todos olvidamos es el incómodo uso de pañales.
Recuerdo una conversación ayer con un amigo. Él me decía: ¨antes me alcanzaba un palo de escoba para pasar toda la tarde feliz imaginándome en un caballo¨. Y enseguida la sensación que queda flotando en el aire es que antes éramos sabios y profundos (como dice Silvio Rodríguez en una canción: ¨cuando era un enano, era profundo¨). Aunque creo que en realidad no se trata de eso. De niños estábamos tan entrenados en el uso de nuestra imaginación, que nos resultaba fácil autoengañarnos. Pero no es eso lo que queremos ahora como adultos. Quien cree en Dios abandonaría sus creencias si supiera que se autoengaña.
Los niños no se autoengañan. Saben jugar. Luego retornan a su realidad. Es posible sí que cuenten con más recursos para adaptarse y para crear; en definitiva, para ser felices.
Creo que los adultos ya hemos aceptado por concenso que el dinero no hace la felicidad, pero somos conscientes de cómo ayuda.
Desde la vejez vemos con mayor dulzura nuestra edad adulta.
Sin embargo ahora todos dicen ser adultos, mayores o no mayores, pero adultos. Como nadie llega a viejo, nadie es capaz de reconciliarse con su historia.
Muchos creen que su mejor época fue la adolescencia, con el despertar de la sexualidad, la intensa vida social, la ausencia de grandes responsabilidades. Es difícil evaluar cuál fue nuestra etapa más feliz. Y no estamos obligados a hacerlo. Pero ayudaría a que nos sintiéramos menos desgraciados, si pudiéramos tomar conciencia de todas las dificultades que tuvimos en el pasado. Quienes idealizan la adolescencia olvidan que las responsabilidades que tenían, quizás eran menores pero pesaban tanto como las actuales, que a menudo sufríamos por los problemas que teníamos con nuestros amigos, y que sexualmente recién estábamos aprendiendo a disfrutar. Ayudaría si nos diéramos cuenta que bien o mal hemos seguido adelante. Capaz que de ese modo podemos destragediar un poco, porque nos duele más lo que perdimos que los que nos falta por conquistar.
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