Los entretenimientos compiten con la formación educativa porque son más atractivos y sobre todo, induciéndonos filosofías de vida antieconómicas.
El entretenimiento y la educación están en las antípodas, por eso es fácil que terminemos suponiendo que uno es bueno y el otro es malo.
El entretenimiento nos aporta historias en las que los espectadores somos héroes, habilidosos y nuestra vida tiene un final feliz; la educación nos dice que estamos equivocados, que somos ignorantes y que nacimos incompletos, defectuosos, necesitados de reparaciones profundas.
Para radicalizar la antipatía que puede llegar a generarnos el estudio, al proceso educativo también se lo denomina «proceso formativo», con lo cual se les insinúa a los estudiantes que están «malformados» o que «no tienen forma».
Las fuentes de entretenimiento nos seducen y las fuentes de educación nos ofenden. La elección espontánea no parece muy difícil. Nuestros padres tendrán que ingeniárselas para que abandonemos los comics, novelas y televisión y estudiemos un poco.
En 1909 aparecieron las primeras historias de «El fantasma de la ópera», un personaje siniestro, resentido, físicamente deforme, que vivían en el sótano de un teatro (La ópera de París) y que, mediante chantaje, lograba tener ingresos de dinero muy abundantes.
En 1939 aparecieron las primeras publicaciones de Batman (hombre-murciélago), un enmascarado implacable con los delincuentes, que vivía en el sótano de su palacio y que disponía de mucho dinero.
Ambos personajes han entretenido a nuestros abuelos y padres, vivían bajo tierra, andaban con la cara tapada, defendían tenazmente su anonimato, apelaban a diferentes formas de violencia en sus tareas habituales y no sufrían dificultades económicas.
Mi reflexión, basada en estos dos personajes, es que muchos hemos sido educados con historias de entretenimiento e inconscientemente pensamos que el anonimato (impunidad) asociado con la violencia, son la mejor forma de ganar dinero.
(Este es el Artículo Nº 1.526)
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13 comentarios:
Pienso que es muy probable que hagamos esa asociación que ud propone; la de asociar el anonimato y la violencia, como una forma de ganar dinero. Y como esa asociación es a nivel inconsciente, no estamos en condiciones de cuestionarla.
Una buena forma de ganar dinero, pienso que es mediante la constancia, la tolerancia a la frustración, la fuerza para volver a intentar, con creatividad, soluciones nuevas.
Por lo que dice Diana, para hacer dinero hay que ser emocionalmente maduro. Todo un desafío; muy estimulante cuando se está en condiciones de enfrentarlo.
No olvidemos que para hacer dinero, como para todo, el factor suerte es muy importante.
Me da bronca la suerte ajena, qué le voy a hacer! Pero sé que tengo que superarla porque pensar que la vida ha sido injusta con nosotros, sólo nos sirve para dejarnos estancados en la inoperancia. Es una forma que nos viene como anillo al dedo para justificarnos y poner la responsabilidad afuera, como si fuera ajena a nosotros mismos.
¿De qué somos responsables, si es que estamos multi-determinados?
Buena pregunta Euge, la verdad que no sé. Capaz que sirve para aclarar, el no confundir el la culpa con la responsabilidad. No somos culpables, hicimos lo que pudimos, pero tenemos que aceptar la responsabilidad de nuestros actos para asumirlos e intentar ser mejores.
Es antieconómico despreciar la formación educativa, por considerarla un menoscabo a nuestra propia valía. Seamos humildes y tratemos de descubrir el placer de aprender.
El final feliz de las historias de ficción nos reconforta en el momento, pero a la larga nos conduce al autoengaño. Eso no significa que no puedan existir finales felices. Lo importante es intentar ser realistas.
En la teoría está todo muy claro. Después cuando vamos a la realidad, cuando vivimos, se hace todo mucho más difícil.
Yo trato siempre de descubrir los matices. Eludir el ¨bueno y malo¨, porque eso nos conduce inevitablemente a errores.
Claro! es antieconómico tener la idea de que somos héroes todopoderosos, es decir, pensar con exceso de voluntarismo, porque después cuando fracazamos nos desalentamos demasiado.
Sí, y además de antieconómico, nos lleva a vivir en la negación.
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