Las dificultades psicológicas para desarrollar y utilizar el razonamiento matemático, influyen en la mala administración de los recursos económicos.
Es frecuente escuchar entre quienes tienen dificultades económicas por su mala administración del dinero, que se justifiquen diciendo que son «un desastre con los números».
También es cierto que el fracaso escolar en matemática es universal y eterno. Hace siglos que la pedagogía de esa ciencia produce una mayoría de excluidos, de personas que renuncian a entender, de personas que abandonan el estudio de otras asignaturas por no poder aprobar las pruebas de matemática.
Los contenidos y producciones matemáticos (cálculos, fórmulas, problemas) sólo admiten dos opiniones: una correcta y otra incorrecta (que puede estar expresada de mil maneras igualmente equivocadas).
Suelen denominarla «ciencia dura» precisamente por esa falta de elasticidad en sus contenidos.
Que solo admita dos opiniones tan opuestas (correcto-incorrecto), remite al drama esencial de los humanos: vida-muerte.
Sería coherente suponer que nuestro cerebro combina ambas asociaciones para luego concluir que un error matemático equivale a la muerte mientras que la vida sólo se conserva cuando hay aciertos.
Esta deducción nos permitiría interpretar que las dificultades con las matemáticas, y hasta el horror que produce en millones de estudiantes, están provocados por la percepción de que es demasiado riesgosa.
Las personas que no padecen esta fobia a la matemática parecen superdotadas.
Los profesores de matemática pueden ser percibidos como crueles, despiadados, sádicos.
Para peor la docencia de matemática convoca a personas con este perfil maligno por lo que no es tan difícil encontrar docentes que disfruten propiciando el fracaso escolar en su asignatura.
Podría pensarse que la matemática es la responsable de la mayoría de los fracasos estudiantiles en cuanto a que abandonan prematuramente el proceso formativo.
En suma: es lógico que una discapacidad para razonar provoque empobrecimiento económico.
(Este es el Artículo Nº 1.527)
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11 comentarios:
Creo que a veces la dificultad para razonar puede estar provocada, en parte, por la celeridad del pensamiento. Si no estamos serenos y concentrados, puede ocurrir que a un razonamiento simple, lo compliquemos involuntariamente. Es difícil poner un ejemplo para explicarme en esto que digo. Yendo a un caso bobo: si me dicen que 2 al cuadrado es cuatro, puedo perderme pensando que un cuadrado tiene 4 lados, y que por lo tanto de lo que se trata cuando quiero hallar el cuadrado de dos, es multiplicar por cuatro. Aunque el docente haya explicado claramente que se trata de multiplicar el número por si mismo, puedo no oírlo porque mi pensamiento ya se adelantó a suponer que había que multiplicar por cuatro, y así perder el hilo conductor de lo que se venía explicando.
Aunque casi todos decimos aceptar los matices que existen entre bueno y malo, es muy posible que en nuestro inconsciente nos neguemos a aceptarlo. Justamente por lo que plantea Fernando, sí o no, es simbólicamente vida o muerte.
De acuerdo con Alicia, pero... en nuestro inconsciente también (supongo) estarían grabadas experiencias ambivalentes, como la del amor-odio hacia los padres.
Actualmente se habla mucho del défit atencional en los niños. La matemática exige mantener la atención durante tiempos bastante largos.
Le agrego un planteamiento a lo que dice Sergio. Nuestros niños están acostumbrados a mantener la atención durante horas con sus programas de TV favoritos y con el playstation. La matemática no despierta su interés porque está muy alejada de su experiencia vital. No les permite identificarse con héroes y villanos, con futbolistas o cantantes, con chicos de su misma edad que van al liceo y viven experiencias similares a las suyas. Probablemente por eso sea que les cueste mantener la atención en esa materia. He visto niños sumamente inquietos, incluso diagnosticados con déficit atencional, que pasan horas entretenidos con los video juegos o la tv, totalmente aislados de lo que pasa alrededor, prestando muchísima atención a lo que está sucediendo en la pantalla.
Cada vez que el estudiante se enfrenta a la no resolución de un problema matemático, quizás inconscientemente esté sintiendo que tampoco podrá resolver sus problemas vitales.
Tuve un excelente profesor de matemática que tenía la virtud de ir despacio y mantener una alta conexión con el grupo. Él siempre nos miraba y captaba hasta que punto habíamos entendido y si estábamos siguiendo la clase o si estábamos en otra. Entonces, con mucha sutileza, intentaba darle un lugar al que andaba a las risas con otro compañero, y en lugar de reprenderlo, le decía que pasara al pizarrón y le planteaba algún desafío matemático que estuviera a su alcance resolver. Esto muchas veces daba resultado, porque lo traía al tema, le subía la autoestima y - al no ser reprendido- le daba el mensaje de que estaba aceptando que no se sintiera interesado por lo que él, profesor, estaba explicando.
A mí no me atraen mucho las matemáticas y sin embargo las clases con ese profe, me resultaron muy gratificantes.
Ayer con un grupo de muchachos en la huerta, estuvimos sembrando lechugas. Traje un paquetito minúsculo que traía unas cien semillas. Una de las chicas me dijo ¨para qué tomarse todo este trabajo y compar las semillas, si te sale lo mismo comprar la lechuga¨. En su apresuramiento, no había calculado todas las lechugas que podíamos cosechar a partir de esas semillas. Es una chica inteligente, pero primó en ese momento en ella, el afán de practicidad.
Ves Olegario! ahí tenemos un claro ejemplo de como la dificultad para razonar lleva al empobrecimiento económico.
Los profes dan la clase como para ellos mismos. Van rapídisimo y creen que nosotros ya incorporamos lo que ellos aprendieron y practican desde hace años.
De pronto inconscientemente (y a veces de manera no tan inconsciente)algunos profesores disfrutan de los fracasos de sus estudiantes, porque esto los reasegura, los hace sentir más inteligentes, y por lo tanto más seguros de tomar las decisiones acertadas en su vida, en incluso, muy allá en lo profundo, decirle NO a la muerte.
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