La pobreza patológica se parece a una deficiencia orgánica,
aunque culturalmente pensamos que solo esta es responsabilidad del enfermo.
Soy 43 minutos más viejo que mi hermano, pero
como la edad no se mide con el reloj, todo el mundo dice que tenemos 31 años.
Sin embargo, no solamente él es 43 minutos más
joven que yo sino que además tiene más dinero e insulina que yo.
Efectivamente, cuando teníamos 9 años me
enfermé de algo raro y mi páncreas quedó semi arruinado: por eso produce menos
insulina y por eso yo soy diabético y él no.
Desconozco la causa, pero el hecho es que mi
hermano gemelo ha sido mucho más inteligente que yo para ganar dinero y hoy en
día su patrimonio es doscientas veces superior al mío.
Tan poco dinero tenemos con mi esposa e hijo
que vivimos en una zona muy humilde mientras que él vive en un barrio privado.
No es que él sea una mala persona pero la
historia nos hizo arrancar con 43 minutos de diferencia que treinta años
después nos tiene en niveles muy distantes.
Mi esposa y mi madre son muy amigas, mientras
que las cuñadas no se soportan. Los primos tampoco se llevan bien. Una vez nos
cruzamos en un shopping y no se saludaron.
Cuando falleció papá tuvimos que vernos en el
velatorio.
Dada la situación penosa que superaba nuestras
enemistades, pudimos cruzar unas pocas palabras cuando los amigos y conocidos
se fueron a descansar y quedamos solamente los parientes.
A media noche, habló mamá:
— ...y vos podrías ser un poco más solidario
con tu hermano, no te parece?—, le dijo a él.
— ... y no querés que también le done un
pedazo de mi páncreas?—, le respondió furioso e irónico.
— Los dos tienen razón—, pensé.
(Este es el
Artículo Nº 1.532)
●●●
12 comentarios:
Hasta dónde puede llegar la solidaridad... qué tema! Me resulta difícil pensarlo, aunque en mi propia vida me he enfrentado montones de veces a el hecho de tener que probar los límites de mi solidaridad. Creo que esos límites, en todos van cambiando. Pueden ampliarse y achicarse según la situación, la edad y, por supuesto, según quien sea el que te pida el acto solidario.
En una simplificación burda, muchas veces decimos ¨fulano es solidario y sutano no lo es¨. Hay personas que tienden a ser más solidarias que otras, eso es cierto. A veces pasa que quienes son solidarios con el vecino, el desconocido, las causas sociales; a su vez son poco solidarios con sus seres más allegados. Aclaro nuevamente que no siempre es así, muchísimas veces pasa que hay personas solidarias con quien sea.
¿Y qué pasa con los que no son solidarios con casi nadie? Algunas personas, en la creencia de que todos los humanos somos una porquería, sólo son solidarios con su perro. Eso pasa entre ricos y pasa entre indigentes.
Algunos ni con su perro. Algunos tienen como filosofía de vida la anti-solidaridad. Piensan que le hacen un bien al otro si lo ayudan a que se fortalezca arreglándoselas solo. Muchos padres piensan así. Y pienso que ellos también tienen razón. Aunque como en todo, hay un equilibrio y un límite. Los dos extremos, la solidaridad a ultranza o el ¨dejarte en banda¨, me parecen malos.
No existe el arreglárselas solo. Los humanos siempre nos agrupamos para sobrevivir. Pretender que alguien tenga que arreglárselas SIEMPRE solo, es antinatural.
Las situaciones que uno, sí o sí, tiene que resolver solo, son bastante claras, por ej: independizarse, aceptar la vejez, aceptar la muerte propia y la de los seres queridos, tomar la decisión de casarse o de tener hijos, etc.
Todas esas cuestiones que mencionás, Laura, pueden manejarse con apoyo profesional (psicológico me refiero). Claro que de última las tiene que enfrentar uno solo y además no todo el mundo puede acceder a un psicólogo.
Están además los amigos, la familia, que pueden apoyar al menos escuchándote o dándote algún punto de vista distinto.
Donar una parte del cuerpo es más o menos parecido a amar a alguien de forma incondicional. Es dar y poner el cuerpo para el otro. No sé si el amor incondicional es sólo posible entre madre e hijo. En la pareja, o en la amistad, si uno da y el otro sólo recibe, no funciona.
Al igual que Marta, pienso que en la amistad y en los vínculos amorosos, el amor incondicional es relativo. Se pueden perdonar muchas cosas, se puede comprender, pero no se puede querer si el otro no te quiere. Si eso pasara, ahí ya entrás en algo patológico, me parece.
Me pregunto si el amor incondicional hacia los hijos es tan así como se dice. Porque cuando un hijo te agrede durante años, no digo que lo dejes de querer; de hecho la situación se da vuelta inmediatamente cuando cambia la actitud -del hijo o la de la madre o el padre, esto es importante aclararlo- como decía, no lo dejás de querer pero los sentimientos quedan congelados. Hasta que no pase algo que los reavive, permanece la distancia.
Estoy de acuerdo con ud. Fernando. La pobreza patológica también tiene una parte importante de deficiencia orgánica. Así como la pereza, la gula, la avaricia, la lujuria, la ira y la sobervia. En los pecados que se ve más claro es en la pereza, la gula, la lujuria y la ira. Menos claro es en la avaricia (así como en la pobreza patológica) y en la sobervia. Pero pienso que éstas también tienen una base, en deficiencias orgánicas. Por ej. : una persona que es o se cree muy fuerte, a nivel orgánico, puede tender a la pobreza patológica. Una persona con un psiquismo inestable, que la hace sentir débil, puede tender a la sobervia. Alguien que por su química cerebral siente grandes temores, puede tender a la avaricia. Parecerían todos mecanismos compensatorios.
La religión busca eliminar estos ¨pecados¨, mediante la táctica del terror. La mayoría de nosotros, mediante el voluntarismo. Y unos cuantos, tomando medicación, tratando de conocernos a nosotros mismos, buscando las causas de las conductas, usando la autocrítica, el autoanálisis, o la psicología en cualquiera de sus ramas o escuelas.
Me pareció más equilibrado el juicio de Ingrid: la solidaridad a veces esta buena y otras cria inútiles.
Publicar un comentario