El «amor romántico» es el modelo de la relación abusiva, en la que alguien quiere recibir mucho a cambio de nada.
En un breve monólogo (1) les decía que el amor
romántico es una forma de irresponsabilidad, una manera muy humana de lavarse las manos para recibir lo más entregando
lo menos, para beneficiarnos de un vínculo falso, con rasgos infantiles.
El
D.R.A.E. no define qué es el «amor romántico», pero sí define qué es el «amor
platónico» (2), informándonos que refiere al amor «idealizado y sin relación sexual».
Por lo tanto, podemos decir que el «amor romántico» es igual al «amor
platónico» más el «intercambio sexual».
Cuando hablamos de «intercambio sexual» estamos hablando de la actividad
re-productiva... sin olvidar que la mayor parte de las veces la realizamos
utilizando barreras anticonceptivas por razones generalmente económicas, puesto
que nuestra realidad material nos impide criar satisfactoriamente muchos hijos.
Como vemos están apareciendo elementos económicos porque el «intercambio
sexual» alude a intercambio económico (trueque, compra-venta) y cuando
mencionamos la re-producción estamos aludiendo a la producción.
Nuestra tendencia a realizar el menor esfuerzo (3) mezclada con un
discurso moral altruista, generoso, honesto, filantrópico, responsable,
dadivoso y solidario, da como resultado la tan desprestigiada hipocresía,
puesto que el impulso genuino de nuestra especie dista mucho de acompañar estas
pretensiones culturales.
Por esta cadena de razonamientos nos acercamos al eje de este artículo:
el «amor romántico» es un modelo de hipocresía porque su lógica consiste en
manejar ideas abstractas, ideales, fantasiosas, como para que cada uno pueda
obtener del otro la mayor ventaja entregándole lo menos posible.
El discurso podría ser: «Te amo porque eres maravillosa, tú trabajas más
que yo porque eres omnipotente y yo (contribuyo poco porque) estoy debilitado
por amarte tanto».
El amor responsable es mercantil y el amor abusador es romántico.
(Este es el
Artículo Nº 1.686)
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9 comentarios:
Más allá de que somos egoístas, que muchas veces seguimos la ley del mínimo esfuerzo, que no podemos amar a nadie más que a nosotros mismos... Creo en el amor dispuesto a dar. No sin recibir a cambio, pero sí sin estar midiendo demasiado qué y cuánto se da y qué y cuanto se recibe. Esto paradojalmente se apoya en nuestro egoísmo. ¿Por qué? Porque deseamos mantener el vínculo con quienes amamos. Por todo lo que nos beneficia emocional y afectivamente. Excluyo el beneficio económico que puede existir en algunos casos porque lo considero parte de un amor que tiende a la depredación del otro.
Discrepo con la idea de que no se puede amar a otros más que a uno mismo. Depende en qué situación. Si uno se viera enfrentado a la disyuntiva de dar la vida por un hijo o por un ser amado como puede ser la pareja, creo que lo haríamos sin dudar. De tomar la decisión contraria se nos haría muy difícil seguir adelante con nuestra vida.
Pero también están las pequeñas situaciones cotidianas, como salir de garantía, dedicar nuestro tiempo, ocupar nuestra mente en lo que le sucede al otro. Ahí es que somos egoístas. Ahí nos priorizamos y me parece bien que así sea. De lo contrario caeríamos en la sobreprotección del otro.
No estoy de acuerdo con su definición de amor romántico. Para mí el amor idealizado es el enamoramiento. Ese período durante el cual proyectamos en el otro lo que nosotros deseamos. No lo vemos tal cual es sino tal cual quisiéramos que fuera. Cuando un amor subsiste a esa etapa, llegamos a un amor maduro, en el cual se quiere al otro tal cual es, sin deseos de modificarlo, con un profundo respeto hacia sus defectos. Por supuesto que llegar a ese amor no es fácil.
Por lo tanto para mí el amor romántico no es un amor idealizado. Es un amor donde el deseo y el respeto hacia uno mismo y hacia el otro, se mantienen más o menos constantes.
La reproducción alude a la producción. Tomo esto como verdadero y pienso que ambas cosas se interrelacionan. Si el humano se reproduce tiene que producir más porque la cría humana permanece improductiva, indefensa, por bastante tiempo.
La hipocresía forma parte de nosotros tanto a conciencia como sin darnos cuenta. Nos creemos mucho mejores de lo que somos. Queremos que coincida el yo ideal con el yo. Eso nunca se logra cabalmente.
Además somos hipócritas a sabiendas cuando nos conviene. Nos adecuamos al discurso del otro para sacar ventajas. Callamos nuestras opiniones discrepantes cada vez que nos conviene. Del mismo modo que mentimos a cara de perro. Algunos más, otros menos, pero nadie se salva.
Es muy fácil embriagarse con el amor romántico. Aún a las generaciones jóvenes, más realistas que las de los que tenemos de 40 para arriba, disfrutan del romanticismo, entendiendo por romanticismo la parte amable del amor: los regalos, los detalles como un desayuno en la cama o una cena con velas, un ramo de flores, un anillo. Mientras escribo esto caigo en la cuenta de que son los varones quienes entregan en mayor medida esos gestos, quizás como parte del ritual de cortejo.
Ese romanticismo del que habla Olga es justamente como ella dice, un cortejo. Son las labores que hace el hombre para ser elegido por la mujer. Lo que habitualmente se llama conquista.
Por eso mismo que plantean Olga y Sebastián es que el romanticismo no es amor sino deseo de recibir amor.
Las personas que buscan las mayores ventajas en el amor, entregando lo menos posible, muchas veces no son conscientes de su actitud. Probablemente por eso persisten en ella. Puede que sean quienes sienten que no han recibido el amor suficiente de sus padres o por parte de la vida que les tocó, por eso demandan, sienten que tienen que recibir lo que se les debe y no están dispuestas a dar porque se consideran pobres.
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