lunes, 8 de octubre de 2012

El perfeccionismo usado para no hacer





Quienes prefieren no hacer suelen decir, con orgullo iracundo, que para hacer las cosas mal es preferible no hacer nada.

Cuando estamos seguros de que nuestro sentido de la vista funciona bien, podemos decir, con total confianza: «Si no lo veo, no lo creo».

A partir de esta deducción indiscutible (para quien la expresa), puede ir un poco más lejos y pensar: «Si mis ojos funcionan bien, entonces lo que no veo no existe».

De estas reflexiones, muy normales en todos nosotros pero bastante imperfectas como razonamiento, podemos decir que el sentido de la vista tanto sirve para ver como para negar la existencia de algo.

Clásicamente decimos que la memoria sirve para recordar, pero no es difícil demostrar cómo nuestro principio de placer, (evitación de las molestias), se vale de esa función registradora para inhibir parcialmente la función evocadora, para que algunos recuerdos ingratos sean hábilmente ocultados para que no molesten.

Esta afirmación podemos generalizarla para desembocar en otra paradoja: no solo el sentido de la vista sirve para no ver, sino que además la memoria sirve para olvidar.

Y agrego otro aparente sinsentido que contribuye a entendernos un poco más.

El trastorno obsesivo compulsivo, que los psiquíatras demasiado ocupados necesitan abreviar con su sigla TOC, está dentro del campo de la psicopatología, es decir, es tan invalidante que demanda una atención especial, tratamiento medicamentoso y, de ser posible, complementado con psicoterapia.

Pero entre los diagnosticados como normales también encontramos algunas características del TOC.

Me refiero al perfeccionismo. En este caso el afán exagerado de hacer las cosas «muy bien» es aprovechado para no hacer nada.

Quienes por algún motivo escogen no hacer, no participar, no involucrarse en la vida real, social, familiar, suelen decir, con orgullo iracundo, que para hacer las cosas mal es preferible no hacer nada.

(Este es el Artículo Nº 1.693)

10 comentarios:

Luján dijo...

Usar el afán de perfeccionismo para no hacer nada, nos sucede muchas veces. Es por un exceso de sobervia y un exceso de pereza. Dos pecados capitales. ¿Por qué serán pecados? Yo supongo que lo son porque nos perjudican y perjudican al cuerpo social.

Valeria dijo...

En mi caso no es por afán de perfeccionismo que no me animo a hacer muchas cosas. Es porque redondamente creo que no las podré hacer.

Luis dijo...

Hay muchas cosas que no podemos hacer. Cada cual conoce sus límites. También hay cosas que podemos hacer si nos entrenamos de manera gradual. No hay que apabullarse. Hay que ir lento. Hay que aceptar que nos cuesta. De a poco, sin apuros, se pueden desarrollar nuevas habilidades.

Marcos dijo...

Somos muy propensos a pensar: ¨lo que no veo no existe¨. Es natural que seamos precavidos y desconfiados. Lo que no nos sirve es ser cabezas duras. Dicen que la mente es como un paracaídas, si no se abre no sirve.

Alicia dijo...

Lo que nuestra memoria olvidó es lo que no queremos ver, considerar, aceptar, tener en cuenta.

Anónimo dijo...

Soy obsesiva con las tareas de la casa, especialmente con la ropa. Jamás me permito usar algo que no esté perfectamente planchado. La ropa necesito hacérmela a medida porque si no pienso que me va a quedar mal. Las túnicas de mis hijos me han esclavizado. Cada uno tiene cinco, una para cada día de la semana. Jamás las meto en el lavarropas, las lavo a mano, las perfumo y las plancho minuciosamente (no las almidono porque no soy de la generación que acostumbraba hacerlo). Me enojo mucho cuando mis hijos se ensucian. Yo me doy cuenta de todo eso y sé que está mal. Pero no puedo dominarlo, parece estúpido, pero no puedo dormir tranquila hasta que todo está limpio y en su lugar.
Lo estoy trabajando en terapia, pero sé que va para largo.

Enrique dijo...

Capaz que quien escribió el comentario anterior, hace todo eso para evitar ocupar su tiempo y su cuerpo (incluida la mente, por supuesto) en otras cosas.

Elena dijo...

Me acuerdo más o menos de una fábula que creo era así: había un hombre que deseaba tener un gato negro. Pidió el deseo y apareció el gato negro. Pero resulta que tras unos instantes de observarlo descubrió que tenía una mancha blanca en la pata. Le quedaban dos deseos, entonces pidió que se le sacara la mancha blanca de la pata. La mancha blanca de la pata desapareció, pero cuando volvió el nuevo gato negro le descubrió una mancha blanca debajo de la oreja. ¨No puede ser¨, gritó el hombre. Los gatos negros son negros, este no es un gato negro!. Entonces gastó su tercer y último deseo; volvió a pedir un gato completamente negro, y le dieron un gato negro, pero a ese gato le faltaba una pata y una oreja.

Olga dijo...

El sentido de la vista es engañoso y muy imperfecto. No podemos ver los rayos ultravioletas, por ej. También pasa que a veces vemos cosas que no están. Si hay poca luz y el objeto que miramos está a distancia, podemos confundirlo con otro objeto. Muchas veces me pasó que al mirar un bulto en la calle por la noche, creyera ver a una persona agachada, y después al acercarme descubrir que en realidad era un montón de bolsas de basura apiladas.
Nos engañamos tanto viendo como no viendo.

Roque dijo...

Creo que tenemos una tendencia bastante marcada a pensar que funcionamos bien. Confiamos en nuestras percepciones, deducciones, interpretaciones, impresiones. Después la vida nos muestra cuántas veces nos hemos equivocado. Sobre todo cuando deducimos e interpretamos.