Algunas personas pueden pensar que, si el dinero puede ser dilapidado, quizá nos esté «lapidando» cuando lo recibimos.
Según nuestro Diccionario de
la Real Academia Española, el vocablo «dilapidar» significa «Malgastar los bienes propios, o los que alguien tiene a
su cargo» (1).
Parece lógico pensar que una
mala opinión sobre el dinero colabora para que tratemos de no poseerlo. En caso
extremo, hasta podríamos pensar que esa mercancía (el dinero) es diabólica,
perversa, perniciosa.
También podríamos pensar que,
bajo su apariencia amigable (porque nos permite satisfacer algunas necesidades
y deseos), se esconde un fetiche que atrae a la mala suerte, que la seducción
que genera en algunas personas (avaras, ambiciosas, envidiosas), los conduce
inevitablemente a las peores desgracias.
Los efectos que el dinero
produce en la psiquis son suficiente evidencia como para pensar en que posee
poderes mágicos de incalculable y nefasto poder.
Algunas novelas están basadas
en el efecto alienante que se produce en algunas sectas, en las que algún
inescrupuloso y carismático personaje (simbolizando al dinero), induce en las
personas que lo siguen una especie de idolatría, es decir, un amor excesivo y
vehemente de muy mal pronóstico.
Aunque el vocablo «dilapidar» puede
aludir a varios bienes que se malgastan, es especialmente adecuado para referir
al despilfarro de dinero.
Las hipótesis sobre la etimología del verbo «dilapidar» no son
concluyentes, pero es generalmente aceptado decir que alude claramente al
desprecio con que se tiran (arrojan, desechan) las piedras, quizá por su
abundancia en ciertas zonas del planeta.
Es muy popular aquel desafío de Cristo cuando les dijo a quienes estaban
dispuestos a condenar a una adúltera, «el que esté libre de pecado que tire la
primera piedra».
Algunas personas pueden pensar que, si el dinero puede ser dilapidado,
quizá nos esté «lapidando» (apedreando, castigando) cuando lo recibimos.
(Este es el
Artículo Nº 1.712)
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8 comentarios:
El dinero como castigo... interesante. Puede que algunos pobres patológicos lo sientan así. Dilapidar el dinero puede asociarse a lapidar a otros. Si yo tengo dinero en abundancia (muchas piedras), puede que sienta temor de estar matando a otro con ese dinero. La lógica de suma cero: si yo tengo le quito a otro. También puede suceder, como dice Mieres, que sienta temor a ser lapidado, a que el dinero se vuelva en contra de mí, como castigo. Puedo suponer que otros podrían tomar mi dinero o mi poder para lastimarme.
Me gusta recoger piedras. En general en la playa, pero también en plazas, o en la calle, si alguna piedra me llama la atención. Siento fascinación por las piedras. Esas existencias pertenecientes al Reino Mineral, sin vida, o sin el concepto de vida que manejamos la mayoría de nosotros.
El dinero tampoco tiene vida, pero sirve de asiento para la vida, como la piedra que se cubre de tierra u ofrece su respaldo para el crecimiento de mejillones, musgo, corales.
El dinero también sirve de asiento para la vida porque una vez que lo tenemos en nuestra mano nos permite acceder al alimento. Muchas personas no pueden tirar comida, quizá indirectamente es como que no pueden tirar dinero. No pueden tirar piedras.
En esta sociedad, si no usamos el dinero pasamos a ser indigentes, a depender de los restos de dinero que tiran otros (en forma de basura, de sobras de comida), o lo que se le quita a otros a través de los impuestos, para subsidiar a los que han ¨optado¨ por no manejar dinero.
Parece bastante lógico que en la sociedad de consumo se tienda a dilapidar el dinero. Lo usamos más para gratificarnos que para cubrir necesidades. O también podemos decir que las necesidades se trastocan, se vuelven necesidades cuestiones superfluas. Cuando esto último nos sucede puede avergonzarnos hablar de dinero. Puede que sintamos de manera algo difusa que estamos haciendo algo poco ético.
Cuando el dinero no existía y se usaba el trueque, también existía la posibilidad de dilapidar, cada vez que los intercambios eran desventajosos para una de las partes.
Las palabras de Jesús nos permiten asociar dilapidar-lapidar-malgastar. En nuestra cultura judeo-cristiana, es lógico que estas asociaciones nos produzcan culpa.
Los vicios te llevan a dilapidar el dinero. A su vez es como tirarse piedras a uno mismo.
Es mucho más fácil dilapidar los bienes de otros. Ahí parece que la culpa se nos diluye.
Nos lleva a una actitud peligrosamente ambivalente vivir en una sociedad de consumo y a la vez intentar manejar el dinero con sobriedad y razocinio
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