Solo podemos saber en qué nos
conviene trabajar ensayando y equivocándonos
porque el éxito es cuestión de suerte.
Cada ser humano es único y debemos admitir que
tenemos singularidades que van más allá del diseño de nuestras huellas
digitales y de la configuración del iris, características estas habitualmente
utilizadas para identificarnos ante las autoridades nacionales e
internacionales.
Aunque quizá haya unas cuantas coincidencias,
parecería ser que los criterios sobre qué está bien y qué está mal, o sobre qué
es moral y qué es amoral, o sobre qué es justo y qué es injusto, también son
criterios bastante personales.
A veces nos ponemos de acuerdo en algunas
definiciones generales, pero en el fondo cada uno tiene su particular forma de
entender los valores éticos.
Se dice que «sobre gustos no hay nada escrito», para
significar cuatro cosas:
— Que lo
que está escrito es confiable;
— Que lo
que NO está escrito es dudosamente verdadero;
— Que lo
que está escrito trasciende las épocas, lo cotidiano, las modas;
— Que los
gustos son tan diferentes y cambiantes, que no admiten ni la duración ni la
confiabilidad de lo que está escrito.
Con estos
breves comentarios podemos pensar ahora qué ocurre con nuestra búsqueda del
dinero que necesitamos para vivir.
Si cada uno
tiene criterios diferentes sobre qué es bueno o malo, qué es moral o amoral y
sobre qué es justo o injusto, ¿cómo podemos saber de antemano si algo (un bien
o un servicio que pensamos ofrecer) contará con la aprobación del mercado de
demanda?
Esta
pregunta se la hacen los individuos dialogando solitariamente con su almohada y
los expertos en comercialización reunidos en lujosos hoteles durante varios
días.
La explicación,
en pocas palabras es: solo podemos saber en qué nos
conviene trabajar ensayando y equivocándonos,
porque el éxito es cuestión de suerte.
(Este es el
Artículo Nº 1.694)
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12 comentarios:
Tenemos que animarnos a probar. No nos sirve tener tanto miedo a equivocarnos. Sin dejar de ser prudentes podemos arriesgarnos sin tomar las cosas a la tremenda.
Me parece que los expertos en comercialización piensan muchísimo más que quienes sólo consumimos. A la hora de comprar un bien o servicio no somos demasiado cuidadosos.
Cuando ofrecemos al mercado algo nuevo, no tenemos certeza ninguna de cómo será recibido. Pero tenemos probabilidades de lograr grandes éxitos. La comercialización de lo que está probado solo nos exigirá un estudio de mercado. Si lo hacemos bien vamos sobre seguro.
Trabajando descubrimos cuáles son nuestras habilidades. Meterse en la vida con ganas nos permite vivirla más intensamente.
Es una maravilla que todos seamos diferentes. De lo contrario, ¿qué interés podría tener conocer a otro?. Gracias a esas diferencias podemos encontrar nuestro lugar en el mundo; similar al de otros pero particular en la forma de ocuparlo.
Me gustaría tener una buena ampliación de mi huella digital y colgarla en alguna de las paredes de mi casa. Quiero recordar siempre que no sólo tengo derecho a ser distinta, sino que de hecho lo soy.
Ahora entiendo lo que Usted quiere decir acerca de los gustos. Cierto que son diferentes y cambiantes. Cambian según la época y las modas. Cambian junto con nosotros.
Por supuesto que es un error pensar que si algo no está escrito no es confiable. Muchas veces puede ser al revés. Lo que está escrito queda cristalizado. Pierde la flexibilidad que caracteriza a las situaciones, las coyunturas. Situaciones y coyunturas son muy cambiantes.
Tras el iris de Irene
descubro una sirena
que ríe junto al mar.
Los criterios de justicia y de moral van cambiando con las épocas, pero también cambian de una persona a otra y en la misma persona a lo largo del tiempo.
Así como probando con distintos trabajos encontramos el que nos gusta, probando en el estudio de distintos oficios encontramos el que nos va bien. Si es una pérdida de tiempo, creo que vale la pena.
Estando angustiados, en situación de vulnerabilidad, con frecuencia tomamos decisiones que pueden ser acertadas en ese momento, aunque lo más probable es que luego busquemos otra solución, porque lo que hacemos cuando nos sentimos mal es muy distinto a lo que nos gusta hacer cuando estamos bien.
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