La reciprocidad, («te daré si me das»), es imprescindible porque sin ayuda mutua la convivencia es imposible.
La historia es antigua, de autor anónimo y
posee una cierta trama que cambia de contexto según la ocasión.
En síntesis, la historia cuenta que un grupo
de personas dispone de una olla llena de sabrosa y aromática comida, tienen
mucha hambre, pero solo disponen de unas cucharas cuyo mango es más largo que
el brazo de cualquiera de los comensales.
Aunque podrían saciar su apetito, no pueden
hacerlo porque las cucharas disponibles impiden acercar el alimento a los
labios de quien quisiera usarlas.
En una de las versiones se cuenta que los
comensales lucen muy delgados y abatidos porque están en el infierno, mientras
que otros comensales lucen felices y bien alimentados porque están en el cielo.
La diferencia entre el infierno y el cielo
está en que estos últimos usan las cucharas para darle de comer a los otros,
mientras que a los primeros, (condenados), no se les ocurre alimentar a los
demás, comportándose como «el perro del hortelano», otra historia, también antigua y anónima, que
refiere a que los perros son vegetarianos.
Según
parece la expresión, popularizada por una exitosa comedia de enredos escrita
por Félix Lope de Vega (España, 1562-1635), alude a un perro guardián de un
huerto que impide el acceso hasta del propio amo.
Por ejemplo, cuando un niño no presta sus
juguetes con los que tampoco él juega, se dice que está como «el perro del
hortelano».
El egoísmo de la envidia es el sentimiento que
anima a estos personajes que no ayudan a los demás aunque podrían hacerlo.
En suma: Dadas nuestras características psicológicas, la reciprocidad en los
vínculos, («te daré si
me das»), es imprescindible porque sin ayuda mutua la convivencia
es imposible.
(Este es el
Artículo Nº 1.698)
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11 comentarios:
Creo que dar sin recibir nada a cambio es un imposible. Siempre estamos recibiendo algo. Por supuesto cosas que nos sirven: amor, gratitud, afecto, lealtad. En el dar y recibir los vínculos se construyen de a poco. Cuando damos y recibimos desprecio, el vínculo se corta; a no ser que se trate de un vínculo enfermo.
ALGUNAS MUJERES DAN AMOR Y RECIBEN GOLPES.
Lo que dice Chechu, es un vínculo enfermo. Enfermo en el sentido de que ambas personas están siendo afectadas en su salud mental, y en el caso de la mujer, sabemos que hasta puede tratarse de una enfermedad terminal, puede encontrar la muerte.
Me gustó mucho la historia de las cucharas. La escena del cielo me la imagino llena de ternura y la del infierno muy necia.
En el videocomentario usted habla de la diferencia que existe entre elegir la pobreza y padecerla cuando no se la elige. Lo que complica es que existen distintos niveles de pobreza. Si hablamos de pobreza extrema ya no se trata de una elección, salvo que sea una filosofía de vida que incluya la mortificación.
En el caso de la mortificación, que menciona Lautaro, lo curioso es que se trata de la mortificación del cuerpo para gozo del alma. Cuerpo y alma se perciben como naturalezas diferentes, tan diferentes que se conceptualizan como opuestas.
La tensión que menciona Fernando en el videocomentario, entre el deseo de riqueza y el deseo de llevar una vida acorde a los valores cristianos, parece muy real, pero -no sé qué mecansimos se ponen en marcha para que suceda- muchas personas viven sin sentir contradicción alguna, la riqueza y los valores cristianos. Especialmente es llamativo en el caso de los católicos. Tengamos en cuenta que la reforma protestante reafirmó los pilares del capitalismo.
La fidelidad de pareja entendida como monogamia, puede llevarnos a representar la historia del perro del hortelano, que no come ni deja comer al amo.
No ayudar al otro por egoísmo o envidia es toda una tragedia. Quien la vive levanta los barrotes de su propia cárcel.
Cierto que es una tragedia. La persona no puede dar porque necesita recibir, y como no da, tampoco recibe.
Podemos vivir a gusto con lo necesario, aunque existan un montón de placeres y necesidades que no podamos satisfacer.
La situación cambia cuando empezamos a desear de manera intensa eso que no está a nuestro alcance. Estábamos tranquilos y conformes hasta que un día, no sabemos qué bicho nos picó y resulta que se nos ocurre que queremos viajar, comprar obras de arte, asistir a espectáculos que por su precio están fuera de nuestro alcance, alimentarnos mejor. Entonces ahí empieza la lucha interna. No podemos cambiar nuestro estilo de vida porque perderíamos coherencia, identidad. Entramos en crisis, hasta que, si tenemos suerte, le encontramos la vuelta.
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