Los vendedores «sanos», en condiciones de vender, sentirán el llamado y concurrirán a venderle al cliente deseante.
La naturaleza es la que dicta
las normas y las ejecuta: decide que existe la Ley de Gravedad y obliga a que
casi todo caiga hacia abajo; decide que los seres vivos estemos programados
para tener un nacimiento, una evolución, una involución y la muerte, para luego
obligarnos a realizar el recorrido de vida que todos conocemos; instala en las
hembras el deseo de ser fecundadas con semen y se asegura de que cada tanto
ellas actúen de tal forma que los espermatozoides lleguen a los óvulos maduros.
Los humanos también somos «dictadores de
normas» y ejecutores de esa legislación.
Sin embargo no nos damos cuenta de estos intentos de imitación y nos
creemos ser muy ejecutivos pero apenas somos un pálido reflejo del modelo que
intentamos imitar (el de la naturaleza).
Si yo estuviera en lo cierto,
es parte del modelo natural que sean ellas las que, estimuladas por los cambios
hormonales que propician la fecundación, busquen con quien obtener esos
espermatozoides (1).
Existe un fenómeno económico,
(la compra-venta), que por no estar en sintonía con el modelo natural resulta
ineficiente.
Efectivamente, los vendedores
son personas que, en el ámbito comercial, proveen lo que otros necesitan, de forma
que debería ser similar al mencionado para las mujeres deseosas de ser
fecundadas.
Los vendedores naturales, los
que mejor se acercan a las normas de la naturaleza, son aquellos que siempre
tienen lo que otros anhelan poseer, es decir, esos clientes que se parecen a
las mujeres en actitud reproductiva.
Los varones sanos, en
condiciones reproductivas, sentirán el llamado y concurrirán a copular con la
hembra deseante y los vendedores «sanos», en condiciones de vender, sentirán
el llamado y concurrirán a venderle al cliente deseante.
(1) Algunas
menciones del concepto «las mujeres eligen a los varones»:
(Este es el
Artículo Nº 1.713)
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8 comentarios:
Lo ideal es que el vendedor sienta que aquello que vende es un buen producto o servicio. Si realmente cree eso, lo trasmitirá de alguna manera al cliente. Este último, lo que primero percibe es la actitud; que se refleja en la mirada, el tono de voz, los gestos, la postura corporal. Cuando intentamos vender algo bueno, se nos nota. Esto influye mucho en el comprador, quien sentirá interés, o al menos curiosidad por el bien que se le ofrece.
En una época tuve que dedicarme a vender puerta a puerta. Lo que vendía no me parecía un mal producto, pero yo estaba en una situación económica lamentable. Lo que sucedía, sin que me diera cuenta en aquel momento, era que ofrecía la mercancía como quien hace un pedido. Creo que transmitía algo así como ¨¡cómpreme, por favor!¨
Después me di cuenta que eso no daba resultado. En general no te compran por lástima. Fue una pena que me haya dado cuenta cuando ya había cambiado de trabajo.
No me gusta vender. Aunque esté ofreciendo algo valioso, siento que estoy invadiendo al otro, que lo estoy poniendo en una situación comprometida, presionándolo o generándole una necesidad que no tiene.
De pronto lo que te pasa, Olegario, es que proyectás lo que sentís vos cuando te quieren vender algo. Yo veo que la mayoría de las personas no se hacen ningún problema en decir que no y despacharte rápidamente.
No me doy cuenta cómo el vendedor puede sentir el llamado del cliente deseante. A esos no hay que venderles; ellos vienen y te compran lo que quieren.
De lo que usted plantea, deduzco que las mujeres pueden ser mejores vendedoras que los hombres, dado que es la mujer la que seduce y elige al varón.
Lo veo al revés que Enrique. La mujer compra lo que desea, el hombre es el que se ofrece. El hombre es el vendedor; la mujer es la clienta que elige.
Enrique, a lo mejor hay buenas mujeres vendedoras, pero me parece que lo que mejor saben hacer es comprar...hombres, ropa, zapatos, jajaja (sin maldad).
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