Si la causa de nuestros problemas es responsabilidad de
otros, quizá no haya forma de mejorar nuestra situación en tanto no podamos
cambiar las acciones ajenas.
Es motivo de estresantes dramas la administración
desprolija de los análisis clínicos.
Cuando un médico informa a su paciente que la
enfermedad que lo aquejaba fue curada, que ha recuperado la salud perdida, que
puede dejar de preocuparse, todos se ponen muy alegres y con razón.
Cuando un médico informa a su paciente que se
confirman los temores de una enfermedad que demandará un largo proceso de
curación, que deberá someterse a un tratamiento costoso y muy molesto, todos
los ánimos se ensombrecen, crece el malestar psicológico, muchas personas sufren
de angustia.
Si los análisis fueron bien realizados y nunca
se perdió la identidad del analizado, la buena y la mala noticia llegan a las
personas indicadas, pero cuando el análisis no está bien realizado o la
identidad del analizado fue cambiada, entonces quien creía estar sano está
enfermo y quienes se angustiaron por el diagnóstico equivocado probablemente se
alegren diabólicamente por la mala suerte del verdadero titular del triste
resultado.
Las consecuencias de estos errores comienzan
siendo en el plano emocional, pero pueden ser fatales cuando comprometen las
acciones posteriores al diagnóstico equivocado (precauciones, tratamiento
oportuno).
Estos ejemplos son fáciles de entender y hasta
de aceptar, (si no estamos involucrados), pero existen otros ejemplos,
infinitamente más frecuentes, que ni se entienden ni se aceptan tan fácilmente.
Cuando quienes diagnosticamos somos nosotros
mismos, la escasez de distancia óptima nos impide ser objetivos y muy
probablemente analicemos que los culpables de nuestros inconvenientes son otros
(familiares, docentes, patrones, gobernantes).
Si la causa de nuestros problemas es
responsabilidad de otros, quizá no haya forma de mejorar nuestra situación en
tanto no podamos cambiar las acciones ajenas.
(Este es el
Artículo Nº 1.688)
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9 comentarios:
Sin irse a radicalismos, en el caso que ud plantea de poner la responsabilidad o la culpa afuera, conviene recordar las palabras de Artigas, denominado Jefe de los Orientales: ¨Nada podemos esperar sino de nosotros mismos¨. Palabras que las podría haber dicho Juan Pérez, pero a las que quizás les prestemos más atención por provenir de tan ilustre figura.
La escasez de distancia óptima es un escollo a la vez que una solución. Lo que conocemos de nosotros mismos podrá estar distorsionado pero es muy global y abundante. Además eso que conocemos de nosotros mismos forma parte de nuestra identidad. A veces necesitamos una mirada de afuera, o varias miradas de ser posible, pero siempre necesitamos de nuestra propia mirada, nuestras convicciones, la comprensión propia de nuestra situación. Eso es imprescindible para que podamos tomar decisiones responsables.
Algunos diagnósticos estigmatizan; dejan una marca en la persona que compromete el vínculo con los otros. Diagnosticar es operativo para recuperar un estado de salud, aunque también puede suceder que ese estado de salud se comprometa cada vez más a causa de la estigmatización.
Me pregunto si siempre necesita el paciente que el médico le diga que se ha curado, o si puede darse cuenta el mismo.
Usted menciona que tras un diagnóstico negativo puede perderse la identidad de la persona analizada. Analizar es descomponer el todo en partes. La persona, el individuo o el sujeto (según desde donde estemos mirando será una de esas tres cosas), no puede descomponerse en partes. Así que un análisis puede destrozar a la persona y por lo tanto destruirle la identidad.
Si nos diagnostican a partir de los síntomas, corremos grandes riesgos de ser mal diagnosticados. Un mismo síntoma o un conjunto de ellos (síndrome) puede corresponder a distintos estados de salud, o a distintas enfermedades. Por eso el clínico tiene que ser experiente y además conocer el relato de la historia del paciente, no sólo su ficha clínica, la cual contiene una serie de datos que poco dicen de la persona.
Muchos problemas de salud se solucionarían si las políticas económicas y sociales de los gobiernos fueran más eficaces. Podemos asociarnos con otros para trabajar buscando cambios favorables. Mientras tanto convendría que nos ocupáramos de nuestra salud, si es que esta nos preocupa.
La influencia que podemos tener sobre las acciones ajenas tiene un límite y convendría ponerle un límite. En general no nos gusta que nos influencien porque esa es una forma de violación a nuestra autonomía. En ese sentido, la publicidad puede jugarnos malas pasadas porque actúa manipulándonos.
Cuando las personas se ensombrecen entran en un cono de sombra. O en un bosque donde apenas se filtra un rayo de sol. Todo se vuelve sombrío. Todos los días llueve y vamos con mucho frío, con la ropa pegada al cuerpo. Es entonces cuando precisamos alguna mano amiga que nos cuente donde está el claro. Caminando hacia allí, se irán secando nuestras ropas. Podremos mirar arriba y ver el cielo. Quizás esté más despejado.
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