viernes, 5 de diciembre de 2008

La historia se repite

El presente siempre contiene residuos del pasado y por eso puede ser interesante conocer algo de historia.

Transcribo a continuación un texto de alguien muy conocido.

«Los de más baja índole son esclavos por naturaleza, y ello redunda en su benenficio, pues como a todos los inferiores, les conviene estar bajo el dominio de un amo... En verdad, no hay gran diferencia entre la utilización de los esclavos y la de los animales domesticados»

Y añade:

«Es pues evidente que algunos hombres son por naturaleza libres y otros esclavos, y que para estos últimos la esclavitud es a la vez conveniente y justa» y redondea incluyendo el siguiente asunto: «Una vez más, el varón es por naturaleza superior, y la hembra, inferior; y mientras que uno domina, la otra es dominada; este principio, necesariamente se extiende a toda la humanidad».

Estas ideas están escritas por Aristóteles (384 a.C a 322 a.C) en su obra titulada Política (Libro 1).

La redacción del texto hoy suena cruel, dura e indignante, pero considerando que proviene de hace 24 siglos, me parece que sólo hemos cambiado algunas formas pero los contenidos se mantienen.

Hay personas que viven igual o peor que algunos animales, una mayoría de personas prefiere trabajar para un patrón y rehusa enérgicamente ser independiente y , si bien es cierto que algunas mujeres están ocupando lugares similares a los hombres, una mayoría desearían pertenecer a un hombre pero lo niegan porque es difícil encontrar un hombre que no quiera ser esclavo.

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19 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno al fin somos iguales en algo, tanto hombres como mujeres quieren ser esclavos!!!, suena raro no?, en un mes aniversario de la declaración de los derechos humanos. Parece que el insconciente tiene más contenido que el consciente.

Anónimo dijo...

Estas loco licenciado. Te van a matar por tus informaciones. jajaja

Anónimo dijo...

Aristóteles era alumno de Platón y éste era bolche. Pura rebeldía no más.

Anónimo dijo...

Yo no quiero ser propiedad de nadie y estoy bien segura de que soy mujer (acabo de revisarme).

Anónimo dijo...

Qué feo todo lo que dice. Tiene mal olor. Si llega a ser verdad voy a pasar Amargas Fiestas.

Anónimo dijo...

A mi tampoco me gusta esta forma de plantearlo pero dejando de lado la rudeza de los términos, es cierto que a mi no me gustaría ser patrón de empleados como yo.

Anónimo dijo...

Fui educada para vivir con un hombre y no me siento una esclava por eso. Sería un orgullo para mí obedecerle a un varón que se lo merezca.

Anónimo dijo...

Me enoja pero asumo.

Anónimo dijo...

Quiero pertenecer a un hombre que me deje libre.

Anónimo dijo...

¿Qué significan los remeros? ¿Es difícil ser un hombre libre? ¿Hay que remarla?
Son preguntas estúpidamente retóricas. Claro que es difícil ser libre, es lo más difícil que existe.

Anónimo dijo...

Eso que dijo Aristóteles, lo aplicaron con devoción los romanos. A veces sería mejor que la especie humana pensara menos.

Anónimo dijo...

¡Qué sobervia la de Aristóteles!
Seguro que estaba bien posicionado socialmente como para decir todo eso. Para empezar no era mujer y para seguir no era prisionero de guerra.

Anónimo dijo...

La fidelidad es una opción, no es esclavitud.

Anónimo dijo...

Se puede trabajar bajo las órdenes de un patrón sin trabajar para el patrón, así como se puede ser patrón de uno mismo y autoesclavizarse.

Anónimo dijo...

Mire esos remeros; ellos no son esclavos, eligen practicar un deporte. Esclavos eran los que iban remando encadenados en los barcos de la antigüedad.

Anónimo dijo...

El presente tiene del pasado más que residuos. El pasado es la plataforma. Contiene las raíces. Vela a nuestros muertos.

Anónimo dijo...

De dónde habrá sacado Benjamín que Platón era algo parecido a un bolche.

Anónimo dijo...

Quiero pertenecer a un hombre en su afecto, pertenecer en el sentido de no serle extraña, ser parte de él sin perderme a mi misma.

Anónimo dijo...

El punto débil de los hombres más libres es el público. Son libres en muchos aspectos de su vida, pero la quedan con el público que han conquistado. No quieren perderlo, lo necesitan de tal modo, que terminan siendo sus esclavos. Y el público es un monstruo de mil cabezas.