sábado, 13 de diciembre de 2008

La suerte de la fea

Hace dos días publiqué el artículo titulado No a la competencia y ayer otro titulado El primer fracaso.

Hoy sigo más o menos por el mismo lado pero desde otro punto de vista.

Dice el refrán que «La suerte de la fea la bonita la desea».

Es probable que las mujeres muy atractivas no sean tan solicitadas como las menos atractivas porque una mayoría de hombres supone que tendrán que hacer un gran esfuerzo para competir con muchos otros interesados en ella.

Los machos de nuestra especie estamos menos dispuestos a luchar por lo más valioso y menos dispuestos aún a tener que continuar esa lucha por un tiempo indeterminado ya que si la bonita nos prefiriera, intuimos que será preciso continuar el trabajo de seducción y retención para que ella no se vaya con otro competidor que también la desea por lo bonita que es.

No deja de ser un infortunio el ser linda y por ese motivo quizá reciba menos ofrecimientos de compañía. Como dice el refrán, ellas envidian a quienes por tener menos belleza resultan más accesibles para una mayoría de hombres.

En este caso la belleza y la riqueza se parecen porque ambas son estresantes mientras que la intrascendencia y la pobreza son más serenas.

Lo mismo sucede con cualquier otra cosa que queramos ofrecer, incluida nuestra fuerza laboral. Estar tapizados de títulos es un embellecimiento que puede ahuyentar a la mayoría de potenciales empleadores que no se cree en condiciones de pagar tanto lujo.

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20 comentarios:

Anónimo dijo...

Seguro que ud no sostiene la teoría de los dos demonios porque tanto apoya una posición como su contraria. Resulta ahora que no es bueno estar demasiado capacitado. Me va a volver loco.

Saludo cordial.

Anónimo dijo...

Según dicen soy bonita y nadie se me acerca si no es por algún interés bien bizarro, material, obsceno, destructivo, carnicero, rapiñero. No es que me moleste pero quisiera un poco más de variedad.

Anónimo dijo...

Alguna vez fantaseo que haria si saco a la loteria y me siento mal, que me pondria nervioso. Igual sigo comprando.

Anónimo dijo...

Cierto, los demasiado capacitados tampoco sirven. Les digo a mis alumnos que un cepillo de dientes muy grande no se puede usar.

Anónimo dijo...

Yo prefiero que sobre y no que falte. Para rebajar hay tiempo.

Anónimo dijo...

Hacer una historia de vida vendedora no implica poner todo lo que uno es, sino sólo aquello que puede favorecer nuestra postulación.

Anónimo dijo...

Por como vienen su artículos, parece que la cosa está entre tener, perder y reconquistar. ¿Puede ser?

Anónimo dijo...

A mi me gustaría conquistar un hombre que me parece un tesoro pero creo que no tendría ninguna posibilidad de retenerlo. Creo que se aburriría de mí en una o dos semanas y luego de tenerlo me sentiría muy lastimada. Prefiero ni hacer el intento y quedarme con la duda.

Anónimo dijo...

Ya tengo 68 años y por los comentarios veo que la gente siempre se queja de cosas como si fuera a las únicas que les pasara y no saben que de una u otra forma todo eso (y más) nos pasa a todos todo el tiempo.

Anónimo dijo...

¡Cómo nos engañó Betty!

Anónimo dijo...

En Mozambique nunca me contratan.

Anónimo dijo...

En donde trabajo están buscando a alguien recién recibido, sin experiencia, ni especialización, para llenar un puesto bacante. A veces el saber ocupa mucho lugar...

Anónimo dijo...

¡Quiero ser bella! No me importa nadita todo lo estresante que sea.

Anónimo dijo...

Las gatas más lindas son las que cotizan mejor, licenciado.

Anónimo dijo...

¡Dónde está la garra charrúa muchachos! Luchen, que la recompensa es buena.

Anónimo dijo...

Es cierto que no nos busca fracasar. Preferibles son las inversiones menos ambiciosas, en el amor y en los negocios. Me dirán que soy muy tibio, pero de apasionamientos ya tuve suficiente.

Anónimo dijo...

Las más bonitas andan con tipos de mucha guita o con feos superdespistados y buenos.

Anónimo dijo...

Ahora entiendo por qué nadie me llama. Gracias licenciado.

Anónimo dijo...

Sin embargo las feas, para ganar valor se hacen las difíciles, se ponen inaccesibles, llenas de peros y de histeriqueos. Entonces uno al final termina creyendo que son duquesas.

Anónimo dijo...

Su tía era una santa mujer. Esos seres anónimos no tienen monumentos, ni plazas, ni calles. Son perfectamente ignoradas y sin ellas, sin embargo, no habría progreso.