El cerebro (o el lugar donde esté ubicada nuestra capacidad de percibir la realidad) tiene mezclado lo que recibimos del exterior y lo que elaboramos por nuestra cuenta.
En condiciones de salud normal, podemos discernir en esa mezcla de ideas, sensaciones, percepciones, qué nos vino de afuera y qué produjimos interiormente.
Esas «condiciones de salud normal» pueden verse afectadas cuando estamos preocupados, angustiados, desesperados.
Cuando algo de esto sucede, es posible que usemos las palabras con tres diferentes intenciones:
1) Suplicante (plegaria);
2) Mágica (ensalmo);
3) Psicológica (sugestión).
Las carencias de salud, trabajo y/o amor constituyen situaciones en las cuales es lógico sentirnos preocupados, angustiados, desesperados.
Muchas personas creen disponer permanentemente de favores especiales de las fuerzas naturales o de alguna deidad (Dios, santos, tótem).
Otras comienzan a creer en esos poderes mágicos solamente cuando las circunstancias graves y duraderas debilitan sensiblemente su racionalidad.
Las palabras usadas con intención suplicante son usadas para dialogar humildemente con esas figuras imaginarias. A veces el pedido de ayuda incluye alguna promesa que consistirá en dedicarle a esa deidad algún sacrificio personal.
Las palabras usadas con intención mágica son usadas por terceras personas (brujo, chamán, curandero) porque supuestamente pueden obligar a la naturaleza (o a la deidad) a que resuelva el problema del consultante.
Las palabras usadas con intención psicológica son las que comunmente recibimos de nuestros seres queridos bien intencionados, para alentarnos, infundirnos ánimo o para reforzar nuestra esperanza.
Aunque ninguna de estas prácticas lingüísticas modifique el curso natural de los acontecimientos, es cierto que nuestro cerebro (debilitado por la adversidad) reacciona con una valiosísima sensación de alivio.
Claro que ese alivio no es más que el bloqueo artificial de los síntomas penosos. La situación, problema o circunstancia difícil no desaparecen.
Nota: La imagen corresponde a San Cayetano, considerado por sus fieles protector del trabajo.
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12 comentarios:
Todos lo hacemos. No veo porque no serviría.
Aludiendo a esa mezcla de elementos provenientes del exterior y del interior de la persona, tengo un ejemplo muy claro. Yo trabajo con pacientes psicóticos mediante talleres de literatura. Hace poco les propuse que describieran un animal imaginario. Uno de ellos me dijo: "no puedo porque si lo escribo se hace realidad".
Cuando ando media atolondrada confundo las cosas. Ayer nomás, me puse a hacer una torta y en lugar de cernir la harina y el polvo de hornear, me puse a discernirlos; estuve que casi me vuelvo loca.
Con las hermanas y hermanos de la Iglesia a la que concurro, oramos por nuestros seres queridos, por nuestros vecinos, por la salud del planeta y contra la maldad generalizada.
Cuando hacemos cadenas de oración, no queda ni un minuto sin cubrir porque cada cual tiene su turno para pedir al Señor; algo así como los turnos que hacen los 2-22 cuando se los contrata.
Hace poquito se produjo un milagro: logramos que se curara un jodeputa (con perdón de la palabra) que estaba desauciado.
A raíz de eso nos reunimos y decidimos estudiar los antecedentes de las personas a las que dirigimos los rezos, no vaya a ser que estemos salvando delincuentes.
Para que las palabras usadas con intención psicológica produzcan efectos de cambio, tienen que darse en un contexto terapéutico.
Quiero aclarar que no les quito valor a las palabras de aliento de los seres queridos, que son tan importantes.
Una vez un chamán me dio a tomar un mejunge que me hizo volar la cabeza. Me vinieron a la mente un montón de imágenes que supongo estarían guardadas en mi inconciente, o no sé en dónde.
Dentro de todo estuvo bueno (a pesar de que después vomité) porque luego me puse a pensar porqué aparecieron las imágenes que aparecieron.
A juzgar por la imágen de la estampita, San Cayetano era un Santo que le aliviaba el trabajo a María sosteniendo en brazos al niño Jesús, para que la pobre pudiera hacer las tareas.
LAS PALABRAS SUPLICANTES NO EXISTEN
Tengo carencias de salud, trabajo y amor.
A propósito ¿dónde puedo comprar una winchester?
A mí el Arcángel Gabriel me anunció que estaba preñada por el Espíritu Santo y el descreído de mi marido no para de gritarme ¡puta embustera!
Mi hija nació con la racionalidad debilitada por eso desde el principio nos pusimos en campaña para tramitarle la pensión.
Para opinar sobre LA PALABRA hace falta saber, nada más.
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