jueves, 17 de diciembre de 2009

Las comparaciones son saludables

Sentimos por comparación: sonido sobre silencio, salado sobre desabrido, blanco sobre negro.

Por lo tanto, como primer conclusión —y a pesar de que «las comparaciones son odiosas»—, es necesario comparar.

También comparamos felicidades.

Si veo que mi amigo está muy contento con su auto nuevo, seguramente pensaré que yo podría estar tan feliz como él si cambiara mi ruidoso vehículo por uno nuevo.

Esta comparación de felicidades es el componente principal de la envidia.

Si dejamos de lado los juicios de valor («la envidia es un sentimiento negativo», «no deberías ser envidioso»), concluiríamos que ese sentimiento nos estimula para progresar, para estar mejor y en definitiva, para trabajar en beneficio individual y de la especie (única misión de cada individuo de cada especie).

Pero este incomprendido sentimiento (la envidia) es más importante aún de lo que acabo de señalar.

La medicina en todos los países occidentales es una institución importantísima. Podríamos llamarla «policía sanitaria» porque sus criterios científicos suelen tener fuerza de ley.

Uno de los procedimientos clásicos de esta institución consiste en determinar qué es un cuerpo sano.

Para ello decreta que el nivel de azúcar y colesterol en la sangre deberá ser uno determinado, o decreta que el peso de una persona debe ser alguno en particular y no cualquiera.

Con esos datos decretados hace comparaciones y nos dice a cada uno si estamos bien o mal.

Si estamos mal, nos sugiere igualarnos con esos modelos aceptables.

Para tener los valores exigidos por la medicina, tenemos que envidiar a quienes los poseen y hacer lo mismo que ellos.

En suma: la envidia es un sentimiento oficial e institucionalizado.

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13 comentarios:

Fabiana dijo...

Me quedo mucho más tranquila.

Mª Eugenia dijo...

¿Debo entender que la envidia nos hace bien?

Martín dijo...

Me acuerdo de cuando elegían a los abanderados en la escuela. Totalmente repugnante. Las madres se relamían y te decían "viste fulanito como estudia y no hace desgañitar a su madre como vos"
Después se acercaban a la maestra y a la directora para indagar acerca de nuestro rendimiento y nuestra conducta, compitiendo para ver quien les dejaba las medias más secas.
Fue así que la envidia prendió con fuerza en mí en la etapa escolar. A esta altura ya somos hermanos de sangre.

chapita dijo...

Estoy harta de que el psiquiatra me diga que estar loca es lo mismo que tener diabetes.

Isabel dijo...

Antes pensaba que la envidia sana no existía y ahora ante tus argumentos lo pongo en duda.

Elbio dijo...

La envidia no hace más que fomentar la competencia con los otros. La única competencia saludable es la competencia con uno mismo.

Arminda dijo...

Hoy escuché por la radio que la "policía sanitaria" dice que cada 15 cigarros que fumamos se produce una mutación en las células pulmonares. Me suena poco creíble, pero...

Rulo dijo...

Yo no quiero trabajar, ni en mi beneficio personal y mucho menos en el de la especie.

la gordis dijo...

Una vez hice un viaje en el tiempo y el médico de las modelos de Renoir me dijo que mi peso era el ideal.

Jacinto Ruiz dijo...

Debo confesar que envidio la baja presión de mi hermano Natalio Ruiz, así como su buen funcionamiento cardíaco. Pero qué quiere que le diga, yo prefiero seguir con mi vida loca!

el hijo del oriental dijo...

Si para calificarme en los exámenes compararan mi nota actual con la del exámen anterior, las gráficas dibujarían un extenso declive. Por el contrario, si me comparan con el resto de mis compañeros, dejaría de ser una tendencia personal para convertirse en un asunto general que finalmente deberá resolver el Ministerio de Desarrollo Social y la Cumbre Latinoamericana para la Integración. Deberán seguirle buscando defectos al Plan Cardales, hasta que Antel deje de sangrar.

Candela dijo...

En la Navidad se acostumbra decorar todo de rojo y verde porque la envidia de las felicidades se pone bien candente.

Cacho dijo...

La policía sanitaria todavía no se avivó del todo. Aún no inventaron la vacuna que inyecte propaganda. Hace años que un adelantado, Felisberto Hernández, lo propuso como al pasar en uno de sus cuentos, pero nadie le dio bola.