Es muy conveniente para la convivencia creer que el libre albedrío (1) existe.
Las neurociencias son aquellas ramas de la biología que estudian las causas orgánicas de nuestro funcionamiento psíquico.
Recientemente se han hecho descubrimientos realmente interesantes que podrían llevarnos a pensar que todas nuestras ideas, creencias y sentimientos responden a fenómenos químicos, circulatorios, hormonales.
La oxitocina es una hormona de efectos bastante conocidos pero que sigue sorprendiéndonos con algunas de sus acciones.
Es clásico su uso para inducir el parto. De modo similar se sabe que tiene una gran influencia en el establecimiento de los vínculos.
De hecho algunos la llaman «la hormona del amor» porque aumenta su presencia en el organismo cuando se tienen relaciones sexuales.
Su presencia es fundamental en el establecimiento de un buen vínculo entre la madre y el recién nacido así como también en la producción de leche y la aptitud del pequeño para alimentarse.
En un par de artículos anteriores (2) les comentaba sobre cuáles parecen ser las condiciones necesarias para acceder a la felicidad y nuevamente ahí aparece esta hormona (oxitocina).
Efectivamente, no hace mucho los israelíes (3) descubrieron cómo influye esta hormona no solamente en los vínculos amorosos sino también en la envidia.
Claro que culturalmente este sentimiento está mal visto, pero me animo a defenderlo pues nuestro progreso como especie depende en gran medida de ese malestar que nos produce (la envidia provocada por la oxitocina según los israelíes) cuando otros logran estar mejor que nosotros.
Pero eso sí, en el caso de que el amor y la envidia fueran realmente provocados por esa hormona, nuevamente tengo que pensar que el libre albedrío es una ilusión en tanto nuestras acciones y móviles son la consecuencia de fenómenos químicos.
(1) ¿Qué libertad?, Soy libre de hacer lo que deba, Lexotán con papas fritas, Cállate que estoy hablando, Lo que la naturaleza no da, nadie lo presta.
(2) «Me alegra estar triste» y Con la envidia nos igualamos.
(3) Este link contiene un artículo sobre la investigación de la Universidad de Haifa.
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12 comentarios:
He leído noticias del mundo de la ciencia pero siempre pienso que cuestionar la espiritualidad no es otra cosa que una técnica marquetinera pagada por los materialistas utilitarios.
Muy completo, prolijo y profesional el artículo, considerando que se trata de un blog.
Admiro tu capacidad de transmitir con tanta claridad y en tan pocas palabras, conocimientos tan interesantes.
Felicitaciones!!
En caso de que los israelíes estén en lo cierto en cuanto a la relación entre la oxitocina y la envidia, es muy interesante que también sea la "hormona del amor". Esto vincula a ambos sentimientos en apariencia contrarios. ¿Será que envidiamos aquello que amamos?
En ese caso, los que quedan vinculados son el amor y el deseo; en esto último no hay misterios, aunque es bueno recordar que 50 años atrás no era así, al menos en este rinconcito de Latinoamérica.
Pero bueno, me fui de tema, sepan disculpar.
Me pregunto qué papel juega la fuerza de voluntad en todo esto, ya que formaría parte de lo que llamamos libre albedrío.
Respecto a lo que plantea Damián, mi opinión es que tanto la fuerza de voluntad como el libre albedrío, son ilusiones que nos creamos para amortiguar la angustia que nos provoca la falta de dominio sobre nuestra vida.
Estoy cursando la menopausia y voy a consultar a mi ginecólogo a ver si en el tratamiento de recambio hormonal se pueden incluir grandes cantidades de oxitocina.
Si aceptamos que el libre albedrío no existe, y lo demostramos científicamente, y llegamos a un concenso a ese respecto, TODA NUESTRA ORGANIZACIÓN SOCIAL DEBERÁ CAMBIAR. Será una de las mayores revoluciones de la Historia.
Por suerte estoy casada con un Químico; espero que su saber lo haga condescendiente conmigo.
Le diría a Lorena que su marido además de Químico debería ser Psicólogo.
O sea que cuando otros están mejor los envidiamos y eso querría decir que los amamos? No; lo que ud debe de estar planteando es que amamos lo que el otro es o tiene, esa parte que queremos para nosotros.
A los que tenemos una educación cristiana nos cuesta mucho reconocer la envidia en nosotros mismos.
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