Los que conviven con un perro joven (cachorro), saben que si lo tienen mucho tiempo atado a una correa, con un mínimo margen de desplazamiento, el animalito hace un supremo desgaste de energía a partir del momento que se siente liberado: corre, salta, ladra.
Tiene (mejor sería decir «padece») un desborde de energía contenida. Es como cuando una represa se rompe y el agua contenida anega grandes extensiones de territorio, o como cuando se libera la energía largamente contenida en un volcán.
Casi todos los mamíferos nacemos con un cuerpo parcialmente desarrollado en el útero de la madre y luego, a medida que vamos madurando, aprendemos nuevas destrezas, normalmente enseñadas por nuestros progenitores.
En los humanos se va formando el aparato psíquico, que en pocas palabras pasa a tener
— un inconsciente con todos los instintos reprimidos,
— un superyó que nos da órdenes como si fuera un jefe interior (de hecho, el superyó representa a las fuentes de autoridad cuando no están presentes para darnos órdenes directamente), y
— el yo, que puedo definir como nuestra personalidad, es decir, la parte de nuestra psiquis encargada a interactuar con el mundo que nos rodea.
Con estas tres funciones, nuestro aparato psíquico nos permite vivir en sociedad, trabajar, ganar dinero, negociar, formar una familia, criar a nuestros hijos, etc., etc.
Como acabo de decir, el yo es la cara visible de nuestro aparato psíquico. Metafóricamente podríamos decir que están al frente de nuestra organización, como si fuera un vendedor o un telefonista.
Un yo débil, inmaduro, equivale a una personalidad débil, inmadura, aniñada, infantil y que actúa de forma similar a la del cachorro de perro.
Estas personalidades, cuando tienen dinero (sienten libertad económica), actúan como el cachorro: no pueden controlar su energía, hacen gastos alocados y empobrecedores, corren riesgos invariablemente ruinosos.
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9 comentarios:
Me parece que tanto el yo, como el súper-yo, son caras visibles de nuestro aparato psíquico. Es fácil darse cuenta cuando una persona tiene un súper-yo muy exigente. Esta característica es parte de su personalidad y puede manifestarse en una responsabilidad excesiva, sentimientos de culpa, tendencia a reprimir emociones, etc. De todos modos estas dos instancias del aparato psíquico, el yo y el súper-yo, tienen un aspecto oscuro, que es la parte inconsciente. Por eso descubrir cómo somos, y cómo vamos cambiando, lleva tiempo, reflexión y paciencia.
El inconsciente le dice al yo: anda, cómprate eso. El súper-yo replica: no es el momento de ponerte en gastos. El yo, escucha a uno, escucha al otro, y decide de acuerdo a su capacidad para postergar la satisfacción de sus deseos.
Voy a suprimir mi gasto mensual en el rubro timba. Pero mire, le doy por seguro que dejo de jugar y salen mis números.
Es una conducta inteligente procurarse alegrías. Disfrutar de la vida todo lo que se pueda. Esta actitud va alineada al instinto de conservación.
Lo que no es inteligente es pensar que el dinero nos va a proporcionar alegrías duraderas.
Está bien que los niños tengan amigos imaginarios. Pero estaría muy bien también que tuvieran tíos, maestros, hermanos mayores; también imaginarios, que les indicaran de manera clara y contundente cuáles son sus deberes.
Mi yo no quiere saber nada con el mundo. No me gusta que el mundo me rodee. Me siento asfixiada. Que interactúen otros.
Liberar la energía contenida produce mucho placer. Por eso festejamos el Año Nuevo haciendo explotar bombas.
A los siete meses de embarazo mi madre me echó del útero. Ya desde el principio no quería que me desarrollara.
Martín está demente.
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