miércoles, 29 de junio de 2011

Ayúdame que te ayudaré

Ayudar sólo a quien pueda ayudarnos es ayudar a quien merezca nuestra ayuda. Reservemos nuestra ayuda gratuita sólo para quienes no podrían prescindir de ella y sólo hasta que puedan valerse por sí mismos.

En otro artículo (1) les comenté la idea de favorecer el enriquecimiento de los más capaces, entendiendo por «capacidad», no solo la inteligencia de optimizar la productividad y rentabilidad de los recursos que estén bajo su administración, sino también de saber compartir con otros esos buenos resultados.

Los humanos tenemos algunas reacciones raras que podrían ser explicadas razonablemente.

Por ejemplo:

— Existen normas legales que penalizan la omisión de asistencia, esto es, si alguien provoca un daño corporal a otro deliberada o involuntariamente, está obligado a prestarle asistencia.

Asimismo, si alguien encuentra a una persona caída, desvanecida, lastimada, sangrando, o en cualquier otra circunstancia que ella no pueda resolver por sí misma dado su estado, estamos obligados a prestarle asistencia aunque la causa de su desvalimiento sea ajena a nuestra responsabilidad.

Por lo tanto si existen esas leyes es porque los humanos ayudamos o no a un semejante que necesita asistencia, sin la cual su vida corre peligro o la demora en la atención especializada puede dejarle secuelas invalidantes.

— Contamos con un refrán que dice «La filantropía [limosna, caridad] empieza por casa».

Aunque el rango normativo de un refrán es mucho menor al de una ley, también nos está informando que los humanos somos capaces de perjudicarnos aplicando nuestro mayor interés (esfuerzo, responsabilidad, preocupación) a intereses ajenos a los propios.

En suma: Los humanos tanto podemos dejar tirado a un semejante que necesita asistencia como priorizar la atención de necesidad ajenas en desmedro de las necesidades propias o de nuestra familia.

Conclusión: Conviene conocer y atenernos a las variadas y hasta incoherentes actitudes que determinan nuestras acciones.

(1) La política de ayudar a los más capaces

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12 comentarios:

Mariana dijo...

Sí, conviene aceptar que somos incoherentes.

Gabriela dijo...

Creo que en ningún caso desatendemos las necesidades propias. Sí podemos desater olímpicamente las necesidades de nuestra familia. Digo que las necesidades propias nunca podemos dejar de atenderlas porque, cuando satisfacemos necesidades ajenas, lo hacemos respondiendo a una necesidad íntima muy propia; una motivación inconsciente que nos compele.

Nolo dijo...

Ahora que sé que va contra la ley, juro que jamás dejaré sin atender a un semejante!

Ingrid dijo...

Desatendemos las necesidades propias cuando nos saboteamos; cuando nos hacemos trampas al solitario.

Maruja dijo...

Conzco una, que decían era muy caritativa, y no hacía más que lavar sus culpas.

Tiago dijo...

Bueno Maru, al menos tenía las culpas limpias.

Rulo dijo...

Lo que es en la vía pública, yo atiendo a todo el mundo; salvo que esté vomitando.

Natalia dijo...

Eso de que uno puede causarle a otro un daño corporal deliberadamente y después asistirlo, es medio loco, no?

Canducha dijo...

No me gusta ayudar a los que me ayudan. Sospecho que lo hacen para ganar créditos en el Cielo.

Morgana dijo...

Ayudar a los niños vale la pena... así una gana elementos para las futuras amenazas.

Marcela dijo...

Cierto Morgana. Las madres sabemos mucho de eso.
No queda otra, educar es poner al niño entre la espada y la pared... mientras se deje.

Lautaro dijo...

A menudo los empresarios fallan en la segunda parte; ahí cuando tienen que compartir los buenos resultados.