La huelga es una forma de lucha civilizada, propia de la democracia, pero que perjudica a quienes no tienen ni responsabilidad ni posibilidad de resolver algo. Lo peor es que nadie sabe cómo evitar las huelgas y perfeccionar la democracia.
Cuando los trabajadores integran un sindicato defienden sus intereses recurriendo a veces a la interrupción de sus tareas para presionar al empleador.
El procedimiento consiste en molestar a los usuarios para que estos se irriten y se enojen contra el proveedor que maltrata a los trabajadores.
La idea entonces es la de perjudicar al patrón, al empresario, al dueño, molestando a los clientes.
Es de suponer que el empresario tendrá miedo de que sus clientes lo abandonen y solucionará rápidamente los inconvenientes que han provocado la huelga.
Esta furia dirigida contra los dueños no es tan automática, ni tan generalizada, ni tan considerada.
Los ciudadanos que se ven privados del sistema financiero, los servicios médicos están restringidos a los casos de urgencia o los recolectores de residuos han convertido las calles y plazas en una pocilga, muy probablemente no razonen tanto como para culpabilizar a los máximos responsables de la situación (gobernantes, intendentes, directores de sociedades anónimas) sino que terminan enojándose contra los propio trabajadores.
El costo político que tienen los sindicatos suele ser muy alto y es frecuente escuchar en las filas de espera, en las paradas de ómnibus o en los medios de comunicación las peores ideas respecto a «…los trabajadores que dejan de cumplir sus obligaciones seguramente porque son unos vagos, que nada les viene bien, que tendrían que despedirlos».
La huelga y la democracia son las condiciones que permiten la ocurrencia de estas molestias, pero lo más grave es que por ahora no existen formas de lucha pacífica y de convivencia mejores que ellas.
Nota: La imagen es obra del pintor argentino Delesio Antonio Berni, titulada Manifestación.
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9 comentarios:
Estoy en un todo de acuerdo con tu planteo.
Por eso a los quejosos de siempre les digo "tienes una solución mejor" y por lo general se quedan callados.
Cuando muere un trabajador del transporte en forma violenta, muchas personas (que no trabajan en el transporte) son de la idea de que debería donarse lo recaudado ese día a la familia de la persona fallecida. Por algún motivo esa medida no ha tenido consenso.
El paro no queda claro hasta que punto está dirigido al gobierno, y hasta donde a la empresa, ya que lo reclamado son mayores medidas de seguridad. Pienso que en este caso no se va a contribuir a la solución del problema con paros. Para que los medios de transporte colectivos sean más seguros, es necesario que negocien los empresarios, los cooperativistas y los trabajadores con el gobierno. Al parecer estas negociaciones aún no han sido suficientes.
Ahí en esa manifestación, en tercera fila va Carlitos Gardel. Qué desmejorado se lo ve.
Nuestro cuerpo recurre a la interrupción de las tareas cuando se enferma.
A cada momento la vida nos exige tolerancia.
Los trabajadores se cuidan de no decretar un paro los días viernes o lunes, para que no se piense que los 'vagos' quieren un fin de semana largo.
He comprobado que muchas personas no ven una vinculación entre su calidad de vida y las decisiones que toma el gobierno.
Los usuarios no se irritan contra el empresario que maltrata a los trabajadores, porque eso no les interesa demasiado.
Los usuarios somos muy individualistas; en buena medida esa perla se la debemos al sistema capitalista.
Uno de los motivos por los que algunos niños molestan a sus compañeritos de clase, puede ser para perjudicar a sus padres y/o a su maestra.
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