La publicidad dispone y aplica técnicas muy eficaces para
enlentecer el desarrollo emocional de los ciudadanos, induciéndonos
agradablemente a la pobreza.
Es más fácil aumentar la cantidad de pobres
que aumentar la cantidad de ricos.
Esto parece obvio: simplemente aplicándole
fuertes cargas impositivas a la población, lograremos que una mayoría de los
ciudadanos pierdan poder adquisitivo.
Este procedimiento es el procedimiento
violento y el procedimiento violento es el más popular porque los seres
humanos, cuando queremos lograr algo de los demás, lo primero que pensamos es
aplicar la fuerza, la coerción, la imposición.
Somos así aunque generalmente lamentamos que «la gente esté cada vez más grosera
e incivilizada» (nótese que cuando decimos «la gente», siempre nos referimos a
los demás, excluyéndonos).
Existe otro
procedimiento, no violento, pacífico y hasta placentero para ampliar la
cantidad de ciudadanos pobres.
Es tan
inteligente que funciona solo, las personas concurren voluntariamente a conocer
esos requisitos necesarios para complacerse cumpliéndolos.
En otro
artículo (1) les decía textualmente:
«Una persona pobre es quien nunca logra tener lo que necesita porque,
bajo cualquier circunstancia, siempre tiene más necesidades y deseos de los que
puede pagar con los recursos que es capaz de generar.»
Para lograr
que los ciudadanos siempre tengan más necesidades y deseos de los que pueden
satisfacerse con lo que producen, sólo hace falta ayudarlos a conservarse niños
durante el mayor tiempo posible.
Si la
publicidad puede convencernos de hacer tonterías tan grandes como la de:
— lavarnos
los dientes con jabón (dentífrico); o de
— hacer
extraños ejercicios para adelgazar y modelar esculturalmente nuestro cuerpo; o
de
— votar a
un sonriente político cargado de buenas intenciones,
... también
puede convencernos de que podemos endeudarnos, de que merecemos el mejor
televisor, o de que seríamos inmensamente felices provocándole envidia a los
vecinos estrenando un vehículo lujoso.
Otras menciones del concepto «publicidad»:
(Este es el
Artículo Nº 1.558)
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12 comentarios:
Parece obvio pero no lo es tanto: ¨es más fácil aumentar la cantidad de pobres que aumentar la cantidad de ricos¨. Pero para mí no es un buen ejemplo el que pone Fernando, me refiero al de las cargas impositivas. Lo que genera la pobreza patológica no es el escaso patrimonio material que uno posea. El meollo del asunto está en la insatifacción. A su vez, lo que provoca la insatisfacción es la escasez de recursos vinculares, humanos, amorosos, afectivos.
Aplicar la fuerza para que el otro haga, sienta o quiera lo que nosotros queremos; es muy habitual. Muchas veces lo hacemos de una manera sutil y sin darnos cuenta.
La publicidad no es demasiado sutil que digamos, y sin embargo funciona...
Pero la que aplicamos al vincularnos con los demás sí es más sútil y generalmente funciona. El tema está en que provoca situaciones conflictivas, complejas y desagradables.
Cuando aplicamos la fuerza, a veces nos sale todo al revés de lo que pensábamos. A mi hija mayor le prohibía salir con sus amigos de noche, salvo que fuera a la casa de una amiga a la que yo conociera. Estó provocó que ¨mi nena¨ se las ingeniara a las mil maravillas para salir de noche con quien quisiera y a donde quisiera. Cuando me di cuenta cambié la táctica: a mi hija menor le di permiso para salir (tomando los recaudos necesarios), y de ese modo logré estar al tanto de a donde iba y con quien estaba.
Tu hija mayor te debe odiar Braulio, jajajajaja!!!
La publicidad logra enlentecer el desarrollo emocional de los ciudadanos... es decir, les hace más difícil la posibilidad de elegir por si mismos, de conectarse con sus propios deseos y necesidades.
En el lenguaje plancha ¨la propia¨ es la mejor; la mejor gorra, los mejores championes (las propias bases). Es decir, ¨la propia¨, paradójicamente es la de los otros, la impuesta por la publicidad, lo que tiene mejor calidad de acuerdo a criterios algo dudosos. Dudosos en el sentido de que hay muchas prendas con las que vestirse, de excelente calidad y mucho más económicas.
Pienso que ¨la propia¨ puede entenderse como ¨la mía¨. Yo me impongo frente a los demás, si hago la mía, me rescato, uso la violencia, y me amparo tras el uniforme: la vestimenta de mi grupo.
¿Para qúe provocar envidia? Si sentimos que con lo que tenemos provocamos envidia en los otros, quizás sea porque necesitamos que los demás nos vean grandiosos, porque nosotros mismos no nos vemos así.
Soy grandiosa. Cuento con mi cuerpo.
Si entendés que el cuerpo y el espíritu son la misma cosa, estoy de acuerdo contigo, Lola.
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