martes, 22 de mayo de 2012

El robo: simpático y antipático



Nuestra relación con el «robo» es afectivamente ambivalente y por esto quedamos expuestos a ser víctimas y/o cómplices.

En nuestro «teclado afectivo», van muy cerca el amor y el odio. Somos ambivalentes al mismo tiempo que la incoherencia nos provoca vértigo, inseguridad, miedo.

En nuestro «teclado afectivo», van muy cerca el aprecio y el desprecio. A veces sentimos una íntima simpatía por fenómenos que repudiamos a voz en cuello.

Quizá hablemos mal de las prostitutas aunque seamos clientes asiduos de alguna de ellas; hacemos rigurosas recomendaciones médicas sólo para molestar a otros o para exhibirnos como muy disciplinados, prolijos y responsables.

En esta misma línea de flagrante incoherencia, tenemos ante el «robo» actitudes muy ambivalentes.

— El ejemplo más relevante tiene como modelo a las aventuras de Robin Hood (1), quien robaba a los ricos para repartir entre los pobres;

Se llama «ladrón» al cable que toma corriente del tendido eléctrico en forma clandestina;

— Denomínase «ladrón» a la clavija que permite derivar la corriente eléctrica a varios toma-corrientes;

— Decimos «robar» al acto de tomar cartas (o fichas del dominó) de un mazo, como parte de varios juegos con naipes;

— También usamos el verbo «robar» para señalar la quita a otras personas, de alegría, esperanza, futuro, idea, tiempo;

— Se denomina «robar» a la acción de redondear o quitar con una lima, la agudeza a una punta;

— Suena muy romántico decir que alguien «le robó el corazón» a otra persona.

Con esta lista incompleta de alusiones simpáticas hacia «el robo», que se suman a la ya mencionada del mítico personaje Robin Hood, quiero demostrar que nuestro ánimo no es nada categórico ante un hecho que nos perjudica, nos empobrece y altera la convivencia porque transgrede el derecho a la propiedad privada.

En suma: Esta específica indefinición afectiva nos expone a ser víctimas y/o cómplices.

     
(Este es el Artículo Nº 1.562)

9 comentarios:

Alicia dijo...

También sentimos ambivalencia frente a la autoridad. Podemos amar y odiar a nuestros jefes. Amar y odiar a nuestros padres. Amar y odiar lo que es nuestro, lo que nos pertenece. Así es que en ocasiones algunos de nosotros podemos tener sentimientos ambivalentes frente a los símbolos patrios. Sentimientos ambivalentes hacia nuestros hijos, cónyuges, amigos. Hacia nuestro auto, nuestra casa, nuestro perro.
Por eso no es de extrañar que si tenemos un sentimiento ambivalente hacia lo que sentimos como nuestro, que forma parte de nosotros, también sintamos afectos ambivalentes hacia lo que hacen con lo que es nuestro. Podemos desear, al mismo tiempo que temer, que nos roben. Podemos odiar y amar a los ladrones.

Norton dijo...

Estamos en nuestro derecho si consideramos válida la propiedad privada de cosas.
Está mal vista socialmente, e incluso prohibida, la propiedad privada de personas.

Luis dijo...

Si inconscientemente deseo ser robado, tendré conductas que faciliten esa situación. Del mismo modo, si inconscientemente deseo robar, podré convertirme en cómplice de cualquier tipo de robo.

Marcos dijo...

Nos gustaría ser propietarios de nosotros mismos y de nuestros seres queridos. No podemos ni una cosa, ni la otra. Sin embargo no dejamos de intentarlo.

Gabriela dijo...

Yo soy dueña de mi cuerpo, por lo tanto podría decir que mi cuerpo es mi propiedad privada. Otros pueden usar de él, puedo además compartirlo, quererlo, maltratarlo, ser dominada por él al punto de alienarme.
Mi cuerpo hace y deshace sin que yo me entere, sin embargo sigo creyendo que soy dueña de él.

Evangelina dijo...

Si te roban el corazón, la buena noticia es que tendrás un corazón más grande.

Facundo Negri dijo...

Espero que no me roben la agudeza mental, pero los años no vienen solos...

Yoel dijo...

Tengo muchas cartas abajo de la manga, de modo que si me roban el plan A, paso al plan B.

Ernesto dijo...

Decir que nos robaron la esperanza es una forma de no hacernos responsables de lo que nos pasa.