Los humanos somos animales sociales (con
instinto gregario) pero, simultáneamente, tendemos a tener conflictos entre
nosotros. Nos necesitamos, nos deseamos, pero si vivimos juntos, a veces nos
peleamos.
Una explicación de por qué somos tan
contradictorios (queremos estar juntos y separados al mismo tiempo), está en
que:
— para sentirnos individuos tenemos que hacer
notar lo que nos diferencia;
— para poder sentirnos libres necesitamos
cuidar celosamente la propiedad exclusiva de nuestro territorio. Hasta de otras
personas queremos ser propietarios y decimos: mi cónyuge, mis hijos, mis
padres.
A medida que aumenta la población mundial (ya
somos más de siete mil millones), la tendencia a la conflictividad aumenta y
necesitamos establecer más normas de convivencia, tomar más precauciones para
no lastimarnos mutuamente, agregar muchos estímulos para que podamos asociarnos
y elevar nuestra productividad.
En suma: muchas de las dificultades sociales actuales ocurren porque, al ser
más personas aumenta la conflictividad.
Algo que antes no se tenía en cuenta pero
ahora sí, es el análisis y control de los emprendimientos.
La más antigua de las consideraciones refiere
a la rentabilidad económica. Efectivamente, siempre
nos hemos preocupado de que nuestro esfuerzo nos aportara más ganancias que
pérdidas. Siempre quisimos arriesgar nuestro capital con la expectativa de
aumentarlo.
Es
más moderna la consideración que refiere a la rentabilidad social primaria. En este caso tuvimos que empezar a
preocuparnos de que los emprendimientos productivos no dañaran el medio
ambiente, que se encargaran de reparar lo que indirectamente estropearan
(carreteras, puentes, cursos de agua).
Más
recientemente también nos referimos a la rentabilidad
social secundaria. Ahora intentamos que las empresas destinen parte de sus
ganancias a realizar obras que beneficien a la sociedad: parques, escuelas,
atención de niños enfermos.
(Este es el
Artículo Nº 1.560)
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13 comentarios:
Con mi marido nos peleamos y nos volvimos a juntar 5 veces. Nunca nos divorciamos, pero pasamos largos períodos separados.
La conclusión final a la que llegamos es que nos queremos. Qué le vamos a hacer...
Las peleas entre hermanos son inevitables. No existen hermanos que no se hayan peleado alguna vez. Es difícil que los hermanos, siendo adolescentes o adultos, vivan juntos y separados de los padres, sin tener conflictos. Aunque muchos lo logran muy bien. Sin embargo, la regla general es que cuando forman pareja o desean formar su propia familia, se separen. Eso se vive con naturalidad, aunque implica un duelo.
Es verdad lo que dice Luis. Lo increíble es que con mi hermana convivimos juntas hasta ser veinteañeras en casa de nuestros padres, pero cuando nos vinimos a vivir a la capital y alquilamos un apartamento, no éramos capaces de coordinar nada. Antes nos llevábamos bastante bien, en casa de mamá y papá, cada una tenía su espacio. En el apartamento, que era amplio y cómodo, a cada rato surgían conflictos. Si no era por el novio de ella, era por el mío. Lo mismo pasaba cuando queríamos estar en casa con nuestros amigos. Cada una tenía una barra distinta, que nada que ver, y no podíamos ni cruzarnos.
Después las dos nos casamos y ahora yo estoy divorciada. Cuando nos encontramos en la casa de ella o en la mía, la pasamos bárbaro.
Que tener más conflictos está vinculado con el aumento de la población y la falta de espacio, se comprueba viendo lo que pasa en nuestras cárceles.
Aunque cada vez tenemos posibilidades de conocernos más, por el avance de los medios de comunicación, los problemas de comunicación entre las personas siguen abundando. ¿Qué nos pasa?
Ciertamente estamos siendo más cuidadosos de las normas de convivencia cuando cuidamos el medio ambiente. Nuestro vínculo con el medio ambiente, si es respetuoso, nos ayuda a mejorar nuestra calidad de vida.
La rentabilidad secundaria de las empresas también favorece la convivencia. En la medida que se beneficien a los sectores sociales más vulnerables, la tensión social puede descender.
Me pasa a veces que cuando dialogo con otra persona, me centro en marcar las diferencias de opinión. No es que eso esté mal, pero creo que esa forma de actuar me impide una buena escucha. En realidad lo que hago en esos casos, es escucharme a mi misma. No me interesa tanto comprender lo que el otro me quiere decir, sino marcar mi punto de vista, sobre todo si tiene diferencias o matices con el del otro.
Qué tema la propiedad del territorio!!! A cuantos conflictos nos lleva y nos ha llevado a lo largo de la existencia, a todos los seres vivos.
Invadimos territorios porque en definitiva, los que vivimos en un mismo ambiente, compartimos un mismo ecosistema. Ese ecosistema tiende al equilibrio, mientras factores externos no lo perturben. Pero lo que parecería funcionar bien para todos los seres vivos, no funciona para el ser humano. Nos cuesta mucho mantener el equilibrio en ¨nuestro ecosistema¨.
Adueñarnos de nuestros seres queridos es algo muy difícil de evitar, aunque claro, hay distintos grados de ¨adueñación¨. A mí me resulta casi ineludible decir ¨mis hijos¨ o ¨mi amor¨. Tengo consciencia de que ninguno de ellos me pertenece, pero el inconsciente... él juega solo.
Al inconsciente lo ayuda lo que pasa por nuestra palabra. Si nos damos cuenta de que nuestros seres queridos no nos pertenecen, el camino será un poco más fácil.
Con frecuencia asociarnos para elevar la productividad, es más gratificante que conflictuante. La camaradería entre compañeros de trabajo, pensar juntos con nuestros socios, reunirnos para idear un proyecto, son por lo general, situaciones muy estimulantes. Ablandan nuestra certeza verdadera de que en definitiva, estamos solos.
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