Perdemos buenas oportunidades
porque le tememos a nuestro propio deseo debido a que no nos explican cómo
respetar la prohibición del incesto.
«Cuando la
limosna es grande, hasta el santo desconfía», dice un proverbio muy difundido.
Esta
«sabiduría popular» señala lo que me animaría a llamar «paranoia saludable»,
«sana desconfianza», «ingenuidad bajo control».
No está de más recordar que somos tan
dependientes de ser amados porque somos la especie que más demora en
desarrollarse. Es bastante normal que demoremos alrededor de 20 años en
reproducirnos, mientras que otros mamíferos tan solo necesitan algunos meses.
Es por esta lentitud en el desarrollo y por
esta prematuridad (vulnerabilidad) que nos caracteriza, que somos y tenemos que
ser muy dependientes del amor que podamos inspirar en otros más fuertes, que
nos protejan, ayuden, mimen.
Todo esto ocurre en el plano más profundo de
nuestra existencia, es decir, en esas características más animales de nuestro
ser.
Sin embargo, nuestra distribución del «amor» está reglamentada por la
cultura de cada pueblo. Es la cultura la que determina cómo nos organizamos,
qué hacemos para formar una familia, qué conocimientos mínimos debe aprender
cada nuevo niño que nace.
La norma
más trascendente de nuestras culturas es la prohibición del incesto. Mediante
esta norma se hace la administración colectiva de nuestra necesidad de ser
amados, incluidos en la sociedad, protegidos.
Cada niño
debe renunciar a su natural, espontáneo e intenso deseo de formar una familia
con su mamá, pero sin que nadie le enseñe qué hacer con ese deseo reprimido.
Por esto es
que casi todos tememos que nuestro deseo (cualquiera de ellos, pero sobre todo
los más intensos) nos lleve a transgredir la prohibición, y también por esto
nos volvemos desconfiados (como el santo ante la gran limosna), especialmente
de las mejores y más atractivas oportunidades.
Otras menciones del concepto «incesto»:
(Este es el
Artículo Nº 1.556)
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11 comentarios:
La prohibición del incesto es un tabú: algo de lo que no se habla. A muchos de nosotros, a partir de la adolescencia, nos produce rechazo y hasta asco, que se nos diga que desearíamos tener relaciones sexuales con nuestros padres. La hipótesis planteada por el psicoanálisis, es que ese deseo nos acompaña toda la vida, oculto en el inconsciente.
Me animaría a decir que todos los deseos reprimidos que no podemos poner en palabras, porque permanecen negados, nos generan conflictos. Desde este punto de vista, es muy probable que asociemos inconscientemente, el deseo incestuoso, con el deseo de ganar dinero; por ese motivo reprimimos, nos saboteamos, el deseo de ganar dinero.
Durante la Edad Media, estaba muy difundido en la Europa occidental, el derecho de pernada. El señor feudal tenía el derecho de ser quien desflorara a sus siervas, antes de que contrajeran matrimonio. Esto se parece bastante a una práctica incestuosa. El señor feudal, quien tenía a su cargo la protección de sus siervos (función paterna), iniciaba sexualmente a las doncellas (hijas).
No imagino de qué manera podría explicarse cómo respetar la prohibición del incesto.
De pronto los padres podrían explicar a sus hijos el porque del incesto. Cual es su funcionalidad, por que es una norma que se viene respetando desde hace milenios.
A menudo nuestros deseos más intensos nos llevan a transgredir prohibiciones. Un ejemplo podría ser la corrupción. La mayoría de nosotros nos resistimos a cometer actos de corrupción porque necesitamos ser amados. La corrupción nos convierte ante la sociedad en seres indeseables.
No creo en el deseo incestuoso. Cuando llegamos a la adolescencia, si somos normales, lo que más deseamos es independizarnos de nuestros padres, alejarnos de ellos.
Un psicoanalista te podría responder, Martín -aclaro que a manera de hipótesis- que la distancia puesta en la adolescencia respecto a nuestros padres, se vincula a la reedición del Edipo. Como vuelven a tomar vigencia los deseos edípicos (a nivel inconsciente), que estuvieron adormecidos entre apróximadamente los 6 y los 11 años, ponemos distancia, ya que hemos incorporado la prohibición del incesto.
¿Qué se puede hacer con los deseos reprimidos? Se pueden somatizar, nos podemos enfermar por el lado más vulnerable. Si por herencia genética tenemos predisposición a generar una úlcera, puede que esta se dispare. No soy médico, y de pronto este ejemplo no sea el más acertado. Quizás alguien más pueda aportar un ejemplo mejor.
Los deseos reprimidos pueden generar conductas reactivas. La bronca reprimida puede generar una depresión.
La monogamia podría ser una forma de satisfacer el deseo incestuoso. Como mamá hay una sola... esposa o esposo, también debe haber uno solo.
Ma. Eugenia, se podría explicar explicándola no más, con toditas las palabras, de que otro modo si no...
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