Los trabajadores o artistas expertos, lo son por la
acumulación de tres factores ajenos a su voluntad, responsabilidad o mérito.
Les planteo un punto de vista algo diferente
al que habitualmente utilizamos, porque desde él pueden surgir nuevas ideas con
las que los humanos vivamos mejor.
Desde este punto de vista diferente podemos
ver que los humanos funcionamos como cualquier otro animal o planta aunque con
la particularidad (que nos hace distintos aunque no mejores ni peores, ni
inferiores ni superiores), con la particularidad, decía, de que cada cosa que
nos ocurre la interpretamos como que es el resultado de una acción pensada y
decidida por nosotros.
Para plantearlo con una imagen, imaginemos a
un niño que viaja en un vehículo junto a sus padres y que, en su fantasía, hace
los movimientos de quien conduce, convencido de que es él quien hace todas la
maniobras.
Desde este punto de vista, ¿cómo podemos definir
a una persona experta (práctica, hábil, experimentada)
en un determinado desempeño (tarea, trabajo, faena)?
Podemos definirla como alguien que sabe cómo
hacerlo bien, una y otra vez.
Esta destreza la tiene porque posee un talento
natural, tuvo el aprendizaje necesario y adquirió la suficiente experiencia.
De estos tres factores, el talento natural es
algo que le tocó en suerte desde que fue concebido por sus padres, mientras que
el aprendizaje y la experiencia llegaron a él a lo largo del tiempo y de las
múltiples ocasiones que se vio enfrentado a resolver problemas similares o
idénticos.
Desde este punto de vista, ninguno de los tres
factores es responsabilidad del experto que estamos describiendo.
La dotación genética le vino dada por la casualidad
y las circunstancias de vida que le tocaron en suerte hicieron que terminara
siendo un informático, piloto o cocinero experto, sin mérito ni demérito.
Nota: Este tema está ampliamente desarrollado en el Blog titulado Libre
albedrío y determinismo.
(Este es el
Artículo Nº 1.563)
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10 comentarios:
Como dice Fernando, estamos acostumbrados a pensar que los logros que obtenemos las personas se corresponden a nuestros méritos. Ya sea por nuestra fuerza de voluntad, nuestro entusiasmo, convicción, amor, inteligencia, perseverancia.
Esta es una parte de la realidad, pero bien vale la pena pensarlo también de otro modo, como nos propone Mieres.
Si partimos de la base de que somos el producto de lo que hemos vivido, nuestra carga genética, el lugar donde nacimos, la familia y seres que nos han marcado, el funcionamiento de nuestro organismo y otros aspectos que aún desconocemos, tenemos que replantearnos el tema del mérito. Desde este punto de vista, somos lo que podemos ser, somos hablados, respondemos de la única manera posible a esa enorme cantidad de factores que nos determinan.
Talento natural, aprendizaje y experiencia, son los tres factores que ud. plantea como necesarios para que una persona desempeñe de manera eficiente una tarea.
Pensando se me ocurre otro factor: salud. De nada nos sirve el talento, lo que aprendimos y la experiencia, si nuestra salud se ha visto perjudicada. En ese caso no podremos desarrollar nuestro trabajo de manera adecuada.
La salud tampoco es responsabilidad nuestra. Podemos tomar precauciones, prevenir y cuidar nuestra salud, pero aún así podemos enfermarnos.
A un adulto maduro le corresponde hacerse responsable de sus actos, pero que lo haga no implica que pueda dirigirlos, determinarlos, encauzarlos a su antojo.
Lo que voy a decir es egoísta.
No necesito vivir mejor. No necesito nuevas ideas. Estoy viviendo bien, me considero razonablemente feliz, y todo lo que ud me plantea -para decirlo crudamente- no pasa de ser para mí, más que un ejercicio intelectual.
Norton: ¿vos no querés cambiar nada de la realidad en la que te tocó vivir? ¿no pensás que si se produjeran algunos cambios favorables en esa realidad, vos también podrías vivir mejor?
La realidad que me tocó vivir es.
Yo debo adaptarme a esa realidad. Cuando puedo cambiar algo para verme favorecido lo hago. No pienso en soluciones para la humanidad. Están fuera de mi alcance.
Muchas personas no sienten formar parte de un colectivo. Están solas y no ven que al mismo tiempo están acompañadas. Por eso no les interesa pensar en macro. Viven su vida.
Los vínculos de amistad, amor y compañerismo, son los que más llenan mi vida. Esos vínculos son el alimento que más preciso para vivir.
Estoy de acuerdo con Mieres; no tenemos méritos ni deméritos, somos lo que estamos en condiciones de ser. Por lo tanto no tenemos otra opción que vivir en un estado permanente de injusticia.
En nuestra fantasía estamos convencidos de hacer lo que queremos, como el niño del ejemplo de Fernando: siente que maneja un vehículo que en realidad es manejado por su padre.
De jóven pensaba que había tenido la mala suerte de ser homosexual. Ni el mérito, ni el demérito; la mala suerte.
Ahora lo pienso distinto. No es la mala suerte, es simplemente mi suerte, lo que me tocó. Por cierto me genera dificultades, pero también ventajas. Lo único importante para mí, es que ahora sé vivir con lo que soy. Tengo las mismas posibilidades de ser feliz o infeliz que un heterosexual.
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