lunes, 2 de julio de 2012

Cómo somos y sus consecuencias



Si pudiéramos aceptar que solo disfrutamos de ver cómo otros trabajan, disminuiríamos las consecuencias negativas de nuestra baja productividad.

Es importante, aunque no sé si también es útil, saber cómo somos en realidad para poder sacarnos de la cabeza esa otra imagen tóxica de «cómo deberíamos ser».

Sólo un conocimiento confirmado de cómo somos puede desalojar esa imagen falsa de que somos trabajadores, activos, resistentes, sacrificados.

Lo diré sólo para recordarlo y comprobar si usted está o no de acuerdo conmigo.

A los humanos (en términos generales, desconociendo a las excepciones), no nos gusta trabajar, ni física ni mentalmente. Lo que sí nos gusta en este tema es ver cómo otros trabajan:

Es entretenido ver obreros manejando enormes grúas en el puerto, haciendo pozos en la calle, reparando una máquina, cocinando.

También es agradable sentarnos en una confortable butaca y que los artistas desplieguen sus talentos musicales, coreográficos, dramáticos, acrobáticos, para deleitarnos.

Es bello sentarnos a la mesa de una restorán, comenzar a leer la carta e imaginarnos qué son esos platos de nombres extraños, o esos postres exóticos o esos vinos nunca degustados.

Nada mejor que una reunión con amigos para comer alimentos prohibidos y beber líquidos vedados, con el pretexto de mirar un partido de algún deporte favorito.

Tenemos que saber, asumir, aceptar con resignación que lo único que preferimos de nuestro trabajo es cobrar algún dinero para gastarlo en lo más urgente y placentero.

No es cierto que la gente vocacionalmente trabajadora, austera, previsora, ahorrativa, sean mayoría. Ese grupito son unos pocos y me animaría a jurar que no están nada contentos con ese rol que alguien les impuso, porque es imposible que ellos lo hayan elegido.

En suma: deponiendo actitudes perfeccionistas y aceptando humildemente cómo es nuestra especie, quizá podamos encarar una modesta disminución del daño.

(Este es el Artículo Nº 1.599)

11 comentarios:

Gabriela dijo...

Ese rol de ahorrativos, austeros y previsores, nos lo ha impuesto el sentido de realidad. Para que funcione, probablemente sea necesario que nos hayamos podido identificar con alguien así, o alguien que haya sido todo lo contrario, es decir, despilfarrador. También puede ser que experiencias dolorosas y/o gratificantes nos lo hayan enseñado. Puede también que nuestro cuerpo se defienda de una u otra manera (previsor o gastador), para establecer un equilibrio psíquico, que no hemos podido lograr de otro modo.

Norton dijo...

A veces nos gusta demasiado trabajar. Creo que es demasiado, cuando no hacemos ninguna otra cosa más.

Damián dijo...

Pienso que la baja productividad se relaciona con tener un trabajo que no nos gusta. Cuando nuestro trabajo nos aporta más alegrías que tristezas, la productividad sube.

Alicia dijo...

Sí, creo que es fundamental saber como somos. En general tenemos más claro como deberíamos ser. Si nuestro trabajo se vuelve una carga pesada, no lo neguemos. Es la forma de poder empezar a buscar otros rumbos.

Olga dijo...

Es frecuente que despotriquemos contra el trabajo que tenemos, pero sigamos sin hacer nada. Justamente, nos quejamos porque obtenemos algún beneficio de ello, vaya a saber cual! Y seguiremos haciéndolo hasta que el beneficio sea mayor que la pérdida.

Margarita dijo...

Nos encantan los espectáculos. Asumir el rol de espectadores. Eso no está mal, los espectáculos nos enriquecen, nos brindan entretenimiento, nos aportan sensibilidad, alegría, disfrute, aprendizajes. Pero es como todo, cuando se nos pasa la mano y estamos toda la vida de espectadores, la cosa cambia. Es disfrutable ser protagonista, poner el cuerpo, jugársela, admitir que a veces nos irá bien y otras mal. Eso es vivir. Es adquirir experiencias.

Cecilia dijo...

Si alguien que no nos conoce, nos observara en un día en el que simplemente estamos cansados, podría decir que somos poco afectos al trabajo, haraganes, gente poco vital.

Martín dijo...

A mí me dicen eso en un día normal.

Lautaro dijo...

A veces tenemos síntomas que no nos molestan. Pueden estar develando una enfermedad, pero quien los tiene no sufre a causa de ellos. La diferencia entre holgazanería y depresión a veces es muy sútil. Quien se identifica con la holgazanería y se siente bien, sin deseos de cambiar, quizás no padezca una enfermedad, o no la quiera reconocer. Si no nos molesta es difícil que queramos cambiar. Pasa lo mismo con algunos obesos. En estos casos la persona se siente bien y creo que insistirle para que cambie, no vendría al caso.

Elena dijo...

No estoy de acuerdo con que lo único que preferimos de nuestro trabajo es cobrar algún dinero. Por supuesto que necesitamos cobrar dinero, pero muchas veces seguiríamos trabajando aunque no cobráramos. Sólo por el placer de hacerlo y si contamos con alguna fuente económica que nos sustente.

Zulu dijo...

Mi madre invertía en joyas y perfumes. Mi padre en comida, vestimenta, zapatos y pagaba el alquiler.