Si pensamos que cualquier acto humano siempre es un ensayo,
quizá podamos actuar más veces.
Alguien dijo: «La vida es una obra de teatro en la que el
ensayo es el estreno».
Me gusta la idea porque efectivamente pasamos
todo el tiempo haciendo cosas por primera vez (ensayo), sin tener la certeza de
que resultarán convenientes, con grandes posibilidades de que algo pueda salir
mal, pero tranquilos porque estamos convencidos de que la verdad existe.
Este gran error, («la verdad existe»), nos aporta
mucha paz espiritual porque nos permite padecer la enfermedad de la esperanza
(última enfermedad que no llegó a salir del ánfora que la curiosa Pandora
abrió, para alegría de todos quienes ganan dinero curando enfermedades).
Al creer que la verdad existe podemos imaginar
que si ayer resolvimos un problema aplicando un determinado procedimiento, hoy
también podremos, porque la historia se repite, lo que sirvió alguna vez nunca
dejará de servir.
Suponer que nada cambia, nos habilita para
estar seguros de que la experiencia es un saber infalible y que las personas
con experiencia son prácticamente sabias.
Parecería ser que efectivamente vivimos
haciendo ensayos que funcionan como estrenos porque cada vez que actuamos
poniendo en juego todas las responsabilidades de la actuación (estreno),
también estamos tratando de que todo nos salga bien, ya sea para dar un examen
o para enviar un trasbordador a la luna.
En suma: todos los actos humanos son en realidad ensayos, aunque lo hagamos
ante público, arriesgando la conservación de bienes patrimoniales y hasta la
vida de una o miles de personas.
La frase del comienzo parece interesante
porque relativiza el dramatismo con el que encaramos algunos emprendimientos
(estudiar, fundar una familia, crear una empresa).
Si pensamos que cualquier acto humano siempre
es un ensayo, quizá podamos actuar más veces.
(Este es el
Artículo Nº 1.613)
●●●
11 comentarios:
Algunos ensayos malogrados nos trauman. Tardamos mucho en animarnos a volver a ensayar. Quizás no lo hagamos nunca más. Algunas veces esto es lo adecuado.
Quien ensayó con el alcohol o la pasta base, hace bien en no volver a ensayar. Pero quien intentó formar una familia y fracasó, puede volver a intentar, si íntimamente lo desea.
Sí que es una mala suposición creer que nada cambia. Lo que nos dio resultado una vez, no tiene por que dar resultado la segunda. La experiencia tiende a demostrarnos lo contrario. La mayoría de las cosas que aprendemos dan resultado una y otra vez. No sucede lo mismo con las situaciones complejas, donde son muchísimas las variables que actúan.
Mis ensayos son llamativos. Eso parece. Algunos de mis ensayos juntan a un montón de gente que me mira con los ojos redondos. A mí no me parecen tan extraños. Nada extaños. Más extaños me parecen los que me miran.
ACTUAR SIEMPRE
¿Actuar de qué modo, Chechu? ¿Del modo acción-reacción? ¿Actuar sin procesar? ¿Actuar sin mediación de la palabra?
ACTUAR CONVENCIDA
Yo prefiero actuar con un dejo de duda. Aunque a veces actúo muy convencido.
Destragediar la vida, ayuda. Estando en el medio de la tragedia es difícil. De pronto si nos entrenamos con las pequeñas tragedias cotidianas, podemos ir fundando un estilo que nos ayudará con las tragedias más grandes.
Así como un adolescente puede terminar con su vida porque perdió un exámen o no pudo entrar a la facultad, otra persona puede continuar con su vida aunque tenga fecha de vencimiento a corto plazo. En el primer caso, el futuro se ve tan oscuro que no se ve. En el segundo, supongo que el breve futuro avizorado se siente como un tesoro de días que merecen ser honrados.
A veces me asalta el horror de sentir que he puesto en juego la vida de personas muy queridas. Eso me paraliza. No quiero que vuelva a suceder. Quizás me sienta excesivamente responsable de algo en lo que tuve escaso protagonismo.
Desde que vivo en el piso 23, abandoné los intentos de ensayar nada muy irreversible.
Publicar un comentario