Quienes «saben lo que quieren»,
están más cerca de las máquinas y de los animales, que los inseguros que no «saben lo que quieren».
Algo que repiten quienes suelen estar bien
informados es que la mayoría de las personas de éxito «saben lo que quieren».
Uno se pregunta: «Pero cómo, ¿alguien puede no «saber lo que quiere»?»
Observando
nuestra psiquis con herramientas del psicoanálisis, deberemos reformular la
pregunta y redactarla así: ¿Alguien puede no «saber lo que
quiere» o alguien sabe
lo que quiere pero por algún motivo no soportaría aceptar lo que quiere?
Con esta
reformulación del asunto, vuelvo al primer párrafo y lo escribo teniendo en
cuenta la reformulación psicoanalítica: «...la mayoría de las personas de éxito
niegan la existencia de cualquier duda sobre qué es lo que quieren», en otras
palabras: algunas personas cancelan las naturales dudas que todos tenemos sobre
qué deseamos, cuál es nuestra vocación, con qué nos sentiríamos más cómodos.
Cuando las
personas que generalmente parecen bien informadas se refieren a quienes «saben
lo que quieren», se refieren en realidad a quienes «niegan sus humanos deseos y
los remplazan por alguna idea fija, por alguna obsesión, por alguna
auto-imposición neurótica».
Bajo esta
nueva descripción de quienes se ufanan diciendo «yo sé bien qué quiero», pierde
el brillo glamoroso que parecen tener quienes están orgullosos de ser máquinas
porque se avergüenzan de ser humanos (mamíferos de cierta especie).
Suele ocurrir que casi todas las evasiones de
la realidad terminan siendo antieconómicas.
El ser humano, del que algunos están muy
orgullosos al extremo de negar su estrecha vinculación con el resto de los
animales, se caracteriza por ser tan débil que vive acosado por las dudas y por
la incertidumbre, algo casi desconocido por las máquinas, por los animales y
por quienes «saben lo que quieren».
(Este es el
Artículo Nº 1.611)
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8 comentarios:
En determinados momentos de nuestras vidas sabemos lo que queremos. Es un estado de certidumbre provisorio. No estamos todo el tiempo sabiendo lo que queremos. La certidumbre nos da mucha energía, nos quita los frenos (a veces necesarios). La incertidumbre, por el contrario, nos enlentece. Ante la incertidumbre nos damos un tiempo para pensar y conectarnos con nuestras emociones. Otras veces seguimos actuando con la incertidumbre a cuestas. Los resultados que calificamos como buenos, no dependen muchas veces, ni de la certidumbre, ni de la incertidumbre.
No aceptamos lo que queremos cuando nos genera conflicto.
Como dice Norton, si lo que queremos nos genera conflictos, empiezan las dudas.
Si conquistamos algo muy valioso para nosotros mismos, es lógico que no queramos perderlo. Puede suceder que la consecución de algo que queremos nos enfrente al peligro de perder algo que ya poseíamos y era sumamente importante para nosotros.
Según el psicoanálisis, nuestro inconsciente está informado de lo que queremos. La que se entera mal y tarde, es a veces la consciencia.
No me parece que la consciencia se entere mal y tarde. Creo que se entera en el momento justo; justo cuando podemos operar.
Si fuera así Fabiana, no sufriríamos tantas tribulaciones. Me parece.
Casi todas las evasiones de la realidad terminan siendo antieconómicas. Por supuesto hay excepciones. Por ej. cuando el sufrimiento psíquico o físico es masivo, la respuesta sana puede ser evadirse.
Creo que negar el deseo sexual es muy frecuente. La autoimposición neurótica que mantiene esa negación, puede ser, por ej, la monogamia.
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