La prohibición del incesto puede generar pobreza personal cuando solo se encaran emprendimientos tan imposibles como satisfacer deseos incestuosos.
Aunque el cerebro conozca que una perla es una
esfera nacarada que se forma dentro de la caparazón de algunos moluscos, cuando
oye la expresión «las perlas del rocío», no se detiene a
pensar en las esferas nacaradas que habitualmente embellecen algunas joyas,
sino que entiende que se trata de una comparación y que las costosas formaciones
no pueblan por miles la pradera llena de rocío.
Este fenómeno mental no ocurre solamente en
textos poéticos sino que funcionan mucho más a menudo.
Voy al fondo del asunto: la prohibición del
incesto es una norma social muy conmovedora porque inhibe dolorosamente los
deseos sexuales que circulan dentro de la familia.
Metafóricamente, esta prohibición aparece
cuando queremos satisfacer deseos que están fuera de nuestro alcance. Pondré un
ejemplo:
Varias veces he mencionado que en nuestra especie
es la mujer la que desea tener hijos con ciertos varones de su entorno y no con
otros (1).
Si una mujer tiene la mala suerte de que uno
de esos pocos varones sea su papá, como difícilmente pueda explicitar sus
pensamientos («quiero
tener un hijo con mi padre») y dado que la prohibición del
incesto funciona como un tabú, es decir que muy seguramente no se lo confiese
ni a sí misma, es probable que:
— Tenga una pésima relación con su papá porque
los impulsos inconsciente a seducirlo sean difícilmente controlables y el enojo
sistemático podría ser una manera de alejarse de él;
— Haga múltiples intentos de vincularse con
otros hombres para sacarse de la cabeza a su único amor (su papá), con lo cual
su vida afectiva, familiar y económica seguramente serán caóticas, con una
permanente tendencia a insolventarse (empobrecer).
En suma: lo imposible es costosísimo.
(Este es el
Artículo Nº 1.685)
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8 comentarios:
Repetir lo imposible para tratar de procesar que el primer y más significativo imposible -el incesto- no podrá hacerse realidad, puede ser un mecanismo mental que escape a nuestro control.
Mis intentos de vincularme con otros hombres no me han empobrecido de ninguna manera. Por el contrario, me han enriquecido porque a través de cada uno de ellos he conocido mundos que eran ajenos para mí. Yendo a lo económico concretamente, tampoco se vio perjudicado mi patrimonio. Incluso en eso, muchos de ellos me han ayudado.
Lo que perjudica la economía son los divorcios, hablando en general. Si una persona pobre se casa con otra rica, en el divorcio saldrá ganando. Pero en general no pasa eso. Los dos que se juntaron para colaborar, para juntar sus ingresos con el fin de mejorar, se verán perjudicados al separarse.
Quisiera pensar que los enojos con mis hijos tienen su origen en el amor. Me resulta difícil creerlo.
No me parece tan difícil Olga. Cuando el otro no te interesa, sea un hijo o sea quien sea, ni te enojás ni te alegrás; te es indiferente.
No siempre hay afinidad con los hijos. Aunque duela es una realidad. Muchas veces padre e hijo se quieren porque hay admiración, respeto sincero, gustos en común, buen diálogo. No siempre pasa así. Culturalmente sentimos como obligatorio que padres e hijos se quieran. Un hijo difícilmente nos sea indiferente. Eso no significa que si no hay indiferencia entonces tiene que haber amor. Si fuese así sería la situación ideal. Es una pena pero muchas veces el amor no surge. El amor no se maneja a voluntad, ni forma parte de nuestro instinto.
A pesar de todos los problemas que supuestamente genera el Edipo, es maravilloso llevarse bien con los padres, quererlos de verdad.
Partiendo de la base de que las metáforas funcionan como parte de nuestra manera de pensar, su planteo parece factible. Buscar negocios, intercambios, comercio, que llevan al fracaso, tiene un mismo significado que fracasar a la hora de concretar nuestros deseos incestuosos.
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