Contrariando el sentido común, para quitarle fortaleza a una corporación, nada es mejor que apoyarla, defenderla y aplaudirla.
En otro artículo (1) compartí con ustedes
algunas reflexiones sobre las «corporaciones» y su analogía con un cuerpo vivo.
Como en ese
texto mencionaba, la eficacia de las corporaciones en su objetivo de ejercer el
poder sobre la sociedad (clientes, gobierno, población, empresas, otras
corporaciones) depende fundamentalmente de ser coherentes, armónicas y
disciplinadas.
Para este
requerimiento compartimos un proverbio a favor de esas características y otro
en contra.
El
proverbio que dice «La unión hace la fuerza» alude, por intuición, a la
coherencia, la armonía y a la disciplina.
Un grupo
humano unido requiere forzosamente que el interés colectivo predomine por sobre
el interés individual de sus integrantes.
Aunque
parezca extraño, el estímulo para mantenerse unidos no tiene su origen dentro
de la corporación sino que lo recibe de afuera de la corporación.
Efectivamente,
son los enfrentamientos con quienes desean la destrucción y desaparición de la
«corporación», los proveedores esenciales de ese estímulo quienes logran la
cohesión (unión) de los integrantes.
Este
razonamiento tiene algo de semejanza con lo que les decía en otro artículo (2)
respecto al ataque que, en forma contraproducente, hacen quienes critican a los
ricos, pretendiendo beneficiar así a los pobres.
En tanto
parece cierto que «la unión hace la fuerza» y que la eficacia de una
corporación depende de la fidelidad y disciplina de sus afiliados, todo ataque
exterior inspirado en la intención de destruirla servirá de estímulo para
fortalecerla.
Otro
proverbio, del cual su autor es conocido (Nicolás Maquiavelo – [1469-1527]),
dice «Divide y reinarás».
Rápidamente
podemos concluir, vinculando esta aseveración con el comentario anterior (que
la oposición tonifica a las corporaciones), que para «dividir mortalmente» a
una corporación, nada es mejor que apoyarla, defenderla, aplaudirla.
(Este es el
Artículo Nº 1.672)
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10 comentarios:
Los ataques que vienen de afueran cohesionan al grupo. Al tener que defenderse necesariamente se unen.
Se me ocurre que también puede pasar que los ataques externos generen divisiones, porque casi siempre habrá un subgrupo o algún individuo que se una al enemigo, si el enemigo es más fuerte.
Uniéndome a lo que dice Ingrid, agrego que el enemigo infiltra provocadores en los grupos para sacarlos de su centro.
También pasa que los infiltrados tienen muchas veces la misión de pasar por fieles colaboradores del grupo, para obtener información.
Sé que esas cosas que dicen Roque, Ingrid y Javier, pasan. Pero normalmente en los grupos las cosas no son tan elaboradas. Están hablando de una manera que asusta por lo paranoide. Las situaciones en las corporaciones son complejas, aunque las mayoría de las veces no llegan a mayores. O sea, eso de los espías, los infiltrados, se da en las empresas transnacionales, a nivel de gobierno, en los sindicatos de algunos países, en situaciones de guerra. Cierto que en los grupos familiares, laborales, de estudio, también pasan cosas bastante complicadas, como alianzas, secretos, traiciones, pero no con un nivel de organización tan maquiavélico como en las grandes esferas.
Las familias pueden ser mucho más perjudiciales para la vida de los individuos que los espías. El espía daña a la corporación, la familia daña especialmente al individuo y de manera profunda. Y sin la intención de hacerlo; en la enorme mayoría de los casos.
Es difícil que las corporaciones sean aplaudidas. Cualquier centro de poder es blanco a ser atacado. Más fácil es que sea aplaudido un individuo que un grupo. Parece que necesitamos líderes conductores. Buscamos un candidato que ocupe ese lugar y le hacemos creer de todas las formas posibles que está capacitado para ejercerlo, que puede conducirnos, que lo seguiremos fielmente. El individuo en cuestión puede llegar a sentirse un iluminado.
Esa persona puede ser un político entre los políticos, puede ser un artista entre los artistas, el procer elegido por una nación, grandes figuras en los ámbitos religiosos.
Creo que no tiene mucho sentido lo que plantea Olegario. Esas personalidades a las que él refiere responden a grupos. Son la punta del grupo. En realidad son manejados por la corporación, por el cuerpo del que son cabecillas, aunque ellos crean que lo conducen.
Pienso que si una corporación es defendida y aplaudida, sus integrantes sentirán que son valiosos. A partir de ese momento, ocupar un lugar destacado en ese lugar valioso adquiere más valor, (como cuando se valoriza un terreno porque más gente gusta de ese lugar, más gente se ha instalado, y entonces llegan los servicios de luz y agua). Por eso comenzarán las luchas por ocupar lugares de poder. Esas luchas no tienen por que propender a la división del grupo, sino a su organización. La organización, mientras no se rigidice en exceso, los hará más fuertes.
Conozco personas que dicen: la familia es un refugio, salís afuera y está la selva. Creo que eso es más una expresión de deseo que una realidad. Si bien la familia brinda apoyo y seguridad, también puede ser terrible, coactiva, persecutoria. Puede propiciar la desaparición del individuo con el fin de incorporarlo a una masa pegoteada.
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