Cuando los empleadores deciden la contratación de personal incluyen en sus decisiones algunos prejuicios que los postulantes deben tener en cuenta.
No sé si leí, oí o soñé una frase que dice: «Los jóvenes van donde ellos quieren
y los viejos van donde los lleven».
De los
muchos significados que podemos interpretar, tomaré aquel según el cual es
posible pensar que los jóvenes son inquietos, llenos de energía, libertarios,
rebeldes, cuestionadores, narcisistas, mientras que los viejos son (somos)
tranquilos, con poca energía, sumisos, humildes, poco cuestionadores, menos
narcisistas.
No estoy
considerando la interpretación según la cual es normal que los viejos sean
internados por los hijos en una residencia especializada, porque me estoy
refiriendo a quienes todavía están en actividad, es decir, me estoy refiriendo
a los trabajadores de más edad, por ejemplo, mayores de 45 años.
Los
trabajadores jóvenes son solicitados por los empleadores que necesitan gente
para capacitar en tareas específicas, porque los jóvenes aprenden con mayor
facilidad que los veteranos. También son buscados porque suelen aceptar
salarios bajos.
Los
trabajadores mayores de 45 años son solicitados por los empleadores que
necesitan gente sumisa, con actitudes previsibles, que entiendan y cumplan
fácilmente las órdenes que se les imparten, con elevada contracción a la tarea
y bajo nivel de ausentismo.
En otro
artículo (1) decía que los jóvenes tienden a tener características maníacas en
tanto son entusiastas, cambiantes, impulsivos, idealistas, utópicos, mientras
que los veteranos tienden a tener características depresivas en tanto son
moderados, estables, conservadores, realistas, pragmáticos.
Todas las
descripciones que hice no son más que prejuicios porque no podemos afirmar que
los jóvenes y los viejos son de una u otra manera. Cada uno es digno de ser
evaluado individualmente, pero lo cierto es que el referido prejuicio influye
en las decisiones de muchos empleadores y conviene saberlo.
(Este es el
Artículo Nº 1.661)
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9 comentarios:
Creo que no son prejuiciosas las creencias que ud. expone. Son características generales y mayoritarias que conviene tener en cuenta: la mayoría de los jóvenes son entusiastas, cambiantes, impulsivos, etc, y la mayoría de los viejos son previsibles, sumisos, pragmáticos, etc.
Tener en cuenta lo que ud expone acerca de los parámetros que los empleadores manejan, es muy útil a la hora de buscar empleo. Por un lado para dar la imagen que nos conviene dar. Por otro lado -y fundamentalmente- para reflexionar acerca de lo que el empleador espera del empleado y el lugar que uno y otro ocupan en la institución.
Los jóvenes van a donde quieren cuando saben lo que quieren. Saber lo que uno quiere puede ser algo natural en una persona, y muy difícil de lograr en otra.
El planteo de Evaristo conlleva algunos peligros. Caemos de nuevo en el tema de presentarnos con una careta. Nos mostramos como creemos que el otro espera y no como somos realmente. Esto puede llevar a confusiones, porque muchísimas veces nos equivocamos cuando intentamos imaginar qué espera el otro de nosotros. Además está el tema de la adaptación. Si uno tiene claro qué lugar ocupa en la institución, corre el riesgo de manejarse de forma estereotipada. El jefe como todos los típicos jefes (autoritario, exigente, con capacidad para detectar los errores y no tanto los aciertos). El trabajador, como los típicos trabajadores (quienes sin embargo no por típicos integran la mayoría) puede ponerse la etiqueta de ¨obrero¨ y afiliarse inmediatamente al gremio, adoptando en él la misma actitud sumisa que adopta frente a su jefe. Con todo esto no quiero decir que no convenga cuidar la imagen, ni tener consciencia de dónde uno está parado. Considero que todo eso es fundamental. Sólo señalo qué puede llegar a suceder cuando se hace mal.
Es verdad que los trabajadores que andamos por la cuarentena tenemos en general las características que ud señala. Estamos fogueados y no siempre es un beneficio. Nos armamos una coraza por la cual muchas cosas nos resbalan: injusticias, malentendidos, atropellos, ninguneos. Hacemos eso para no andar siempre enojados, angustiados. Queremos llegar al lugar de trabajo y estar en paz. Pero de vez en cuando las situaciones molestas se van acumulando y llega un momento que explotamos. O si no explotamos, nos manejamos de manera cínica, mostrándole una cara al empleador y otra a los compañeros de trabajo con los que establecemos alianza. Encontrar un equilibrio justo, cayendo lo menos posible en el doble discurso, defendiendo lo que vale la pena defender, escuchando lo que vale la pena escuchar y cuestionarse, seguir siendo implacable con la autocrítica sin por eso desvalorizarse, son asuntos bastante difíciles de manejar.
Hay viejos jóvenes y jóvenes viejos. Ya sé que estamos hablando en términos generales, pero no puedo dejar de señalarlo porque yo me considero un joven atípico. Y la verdad que quiero cambiar (no todo, pero sí unas cuantas cosas).
Eso de que los viejos van donde los lleven, me llena de angustia. No puedo evitar imaginarme que si sobrevivo algún día puedo verme en esa situación. Eso te da una sensación de impotencia enorme. No me imagino viviendo en una casa con 30 personas. Siempre fui una solitaria por elección. Pero cuando tenga dificultades para andar, cuando se me haga difícil manejar el dinero, cuando olvide muchas cosas y pierda capacidad operativa... ¡Qué horror! Hasta sería preferible que me atacara una demencia senil contundente, antes de padecer todo eso conservando la lucidez.
Cierto que la enorme mayoría de los jóvenes acepta salarios bajos. Lo consideran natural, por una parte porque es la realidad, son los salarios que se les ofrecen. Por otra parte justifican la situación diciéndose a si mismos que recién empiezan, que no tienen experiencia (por lo tanto dando por sobreentendido que tendrán muchas más posibilidades de equivocarse que los veteranos, y que esas equivocaciones serán perdonadas porque se encuentran dentro de lo esperable -¨la prueba está que nos pagan poco¨-). Tengo entendido que esto no es así en todo el mundo. En muchos países desarrollados los jóvenes ocupan cargos de alta responsabilidad y muy bien remunerados. Se valora más la idoneidad que la experiencia. Incluso la experiencia muchas veces es valorada con signo negativo porque conlleva una serie de vicios institucionales. El afán de progresar del joven, es un motor importante para que ponga toda su capacidad en juego a la hora de desempeñar su rol. Intentará además innovar, dejar la impronta de su generación con audacia, y es muy probable que le salga bien, porque como ya dijimos... está muy motivado para progresar, para liberarse del poder o la tutela adulta.
Ud lee y sueña frases que lo llevan a la realidad. Luego la realidad quiere volver a sus sueños. Así entre realidad y sueños, ud. va escribiendo su historia.
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