¡No huyas cobarde! Lo que te voy a decir se entiende enseguida. ¡Lo verás!
Piensa que al deseo le llamamos simplemente D, que a los inconvenientes que te trae satisfacer el deseo le llamamos G (por gasto) y que un momento de felicidad es cuando puedes gozar sin sentirte mal por lo que te está costando, esto es «cero» (0).
Te lo digo con un ejemplo: estás perdidamente enamorada de un chico precioso, simpático, inteligente, etc. y, como es lógico, quieres tenerlo para ti sola. Todo esto es tu deseo (D). Pero —como siempre sucede—, tus amigas te lo miran y eso te pone celosa, además él a veces quiere salir con sus amigos y eso te deja sola un domingo cuando hay fútbol y él se va a la cancha, además tu mamá te insiste con que «ese muchacho, como ni trabaja ni estudia, no te conviene». A todos estos inconvenientes sumados les llamaremos G (gasto). Tú eres feliz cuando el placer de estar con él neutraliza a todo el esfuerzo que te cuesta conservarlo. En términos algebraicos esto sería así:
D – G = 0 (Deseo menos Gasto igual Cero)
En esta situación maravillosa, tú sientes que tocas el cielo con las manos y no tienes en cuenta todos los inconvenientes que te trajo y que te traerá. Por eso digo que la felicidad puede representarse por cero, aunque tu corazón te diga que habría que representarla por un millón, por cien mil millones. Vista de afuera, tu situación es que estás en perfecto equilibrio y es este equilibrio el que te provoca la sensación de felicidad. El equilibrio se logra porque tu deseo pesa lo mismo que tu esfuerzo por lograrlo o conservarlo.
Tu puedes decir: «¡Y a mí qué me importa cómo se ve mi situación de afuera!» Te importa porque cuando no estés logrando satisfacer tu deseo, te sentirás frustrada y si no fuera porque puedes verte a ti misma de afuera y darte cuenta que la relación pasa por momentos de sublime equilibrio y que por eso vale la pena soportar los malos ratos (cuando G es mayor que D, es decir, cuando los inconvenientes de estar con el precioso se vuelven dolorosos), esperando o procurando que lleguen esos momentos increíbles.
Ya sé que no te gusta la matemática. Créeme que con ella se puede entender mejor nada menos que al escurridizo deseo humano. No te imaginas cómo gracias a conocerla puedes mejorar tu calidad de vida afectiva así como aprender a cocinar te puede salvar del hambre.
reflex1@adinet.com.uy
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2 comentarios:
Soy tu admiradora incondicional, a partir de este momento adoro las matemáticas, porque no me cuesta ningún G admirarte ... lo que no entendí fue lo de te amo al cuadrado ¿te gustan las chicas rellenitas?
Gabriela
Para mí el problema no está tanto en los inconvenientes coyunturales, como pueden ser celos o quedarse sola o que a tu familia no le guste, el problema está en seguir queriendo después de que tenés bien claro las cosas que tu "precioso" no te va a poder dar jamás.
Carolina.
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