miércoles, 16 de abril de 2008

Cueste lo que cueste

El diálogo sobre lo que esa persona piensa comprar suele recorrer todos los temas más importantes: Marca, prestaciones, garantía, posibles colores y tamaños. Sobre el final, casi como un dato accesorio surge la pregunta ¿cuánto cuesta?

Un comprador que se precie de inteligente tiene organizadas las preguntas en orden de importancia, por lo tanto es fácil comprender que el precio es lo que menos le importa.

Lo mismo sucede para la contratación de un servicio (abogado, médico, arquitecto, odontólogo, escribano, etc.).

Por qué algo tan desesperadamente importante como el desembolso de dinero que tendríamos que hacer en caso de concretar la compra, se ubica en un triste final, queriendo demostrar con ese gesto que para el consultante éste no es un dato relevante.

Pensemos en un caso en que este dato realmente no sea un dato importante: Un millonario como Bill Gates, alguien que termina de cobrar una herencia inesperadamente grande, otro que sacó el premio mayor de la lotería y pocos casos más.

Como estos casos son demasiado poco frecuentes, tenemos que barajar otras hipótesis. Arriesgo algunas para que usted evalúe si estoy muy descaminado. El comprador que nos preocupa:

Quiere hacer creer que es millonario.
Quiere hacer creer que a él no le cuesta nada ganar dinero.
Quiere hacer creer que el dinero es una cosa que no le importa mucho.
Quiere hacer creer que si el objeto o servicio le sirve, paga por él lo que sea.
Quiere hacer creer que es de los pocos que son muy ricos y muy humildes.
Quiere hacer creer que si no lo compra es porque el objeto o servicio no colma sus expectativas, que son muy altas por la sencilla razón de que es casi perfecto, ... aunque no lo parezca.

Se me deben estar escapando algunas otras opciones pero quiero hacer creer que no soy exhaustivo.

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15 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy justo leí una frase que tiene que ver con esto. Decía: Lo bueno de tener dinero es que uno puede olvidarse del dinero. ¿Es cierto no?

Anónimo dijo...

Cuando yo empecé a fumar hace más de 20 años, compraba los cigarrillos de a uno en un almacén que estaba cerca de mi casa. Para empezar a fumarlo era toda una historia. Pensaba muchas cosas, buscaba el lugar más adecuado para que todo estuviera perfecto, trataba de que nadie me molestara con conversaciones estúpidas (mi madre por ejemplo). Lo que me parecía increíble era cómo en las películas viejas que yo veía donde se fumaban uno detrás del otro, a veces el principal encendía un cigarro justo cuando le aparecía algo para hacer y LO TIRABA CASI SIN FUMAR. ¡Qué desperdicio!

Anónimo dijo...

Este artículo contiene una pregunta que yo no sé contestar pero que me inquieta porque reconozco que yo también me comporto así.

Estoy pensando que la cosa podría tener su origen en la época en que veíamos con admiración y miedo cómo nuestros padres adivinaban nuestras intenciones.

Los niños son tan transparentes que es fácil darse cuenta qué están pensando pero esto les resulta muy inquietante, se sienten como si fueran de vidrio: transparentes y frágiles.

Si uno pregunta el precio está consultando sobre el tema dinero. Este tema remite (para muchos o para todos?)directamente al deseo.

Disimulamos nuestros interés por el precio porque seguimos huyendo de aquel sentimiento de transparencia y fragilidad.

Anónimo dijo...

Me gustó el comentario de Aniceto y me lleva a pensar que el deseo quizá se ubique en esa zona que está entre que "tengo algo de dinero" y "no tengo todo el dinero que necesito".

Lo que queremos ocultar con el disimulo sobre el precio es esta duda. Pero quizá al primero que se la queremos disimular es a nosotros mismos.

Anónimo dijo...

Dentro de este tema -pero no exactamente- algo que he observado entre mis clientes es que cuando están interesados en comprarme algún inmuble, es obvio que mantienen una conversación que intenta manipularme como para que las condiciones de venta sean lo más convenientemente posible. Cuando están interesados realmente, hablan de cosas fuera de lugar tales como defectos de la vivienda superfluos (color de las paredes, algún desperfecto de fácil solución) queriendo encontrar en ellos un motivo suficiente para abatir el precio solicitado.

Es que la mayoría de las personas compran muy pocos inmuebles en su vida pero pretenden demostrarse que poseen un talento natural para ese tipo de compras y que no lo han desarrollado porque otras condiciones ajenas a su responsabilidad los han mantenido con escasos recursos.

Anónimo dijo...

En los ítems donde se dice "Quiere hacer creer que" también podría haberse puesto "Quiere creerse que".

Anónimo dijo...

No pregunto el precio hasta último momento porque me da verguenza ser pobre.

Tengo la certeza de que es una carencia que no debería tener. Es como si tuviera un defecto físico que quiero disimular.

Me parece que si yo pregunto el precio va a quedar en evidencia ese rasgo tan penoso de no poder satisfacer mis propias necesidades. Es como si todavía siguiera siendo una niña.

Mi orden de prioridades entonces es: lo que no quiero mostrar, lo dejo para último momento.

¿Por qué lo harán los demás?

Anónimo dijo...

El motivo por el cual yo pregunto el precio al final es bastante estúpido pero he descubierto que es así.

Además de poseer algunas de las particularidades que dice el artículo y algunos comentaristas, también pienso que la persona que me está atendiendo se va a ir encariñando conmigo a medida que está un rato respondiendo mis preguntas y que por lo tanto, cuando llegue el momento de decirme cuánto quiere de mí, me beneficie con un precio seductor.

No he llegado a pensar que también procuro que me lo regale, pero quizá muy en el fondo también anhelo eso.

Anónimo dijo...

Es raro que los profesionales que deberían tener más asumido que lo que hacen es por dinero, también sienten pudor de hablar de los honorarios.

Algunos muy traumados tienen a una persona empleada para que se encargue del trabajo sucio de cobrar, tomar el dinero entre sus manos. ¡Ay, qué asco! ji-ji

Ellos parecen ser una burbuja de espíritu que sólo se dedica a emitir opiniones, verdades, sabiduría.

Para mí el modelo que está en la cabeza de estos ejemplares es el de la abeja reina de un panal, donde las obreras se dedican a cuidarle y darle alimento porque lo único que tienen que hacer es poner huevos. Hasta el pobre zángano hace mutis después de su única eyaculación.

Estos insectos maravillosos son un referente que algunos toman muy al pie de la letra.

Anónimo dijo...

Desde que el "cuánto sale" pasó a ser vital para mi llegada a fin de mes, es lo primero que pregunto. Para mi es lo más natural, pero me he percatado que algunas personas me miran con una cara que no sabría como definir. A veces digo directamente: "dame el más barato". Pido el más barato pero eso no quiere decir que yo sea la más barata. Algunas personas me miran como si estuviese confesando eso.

Anónimo dijo...

Usted es muy exhaustivo Licenciado, siempre es exhaustivo, tiene hambre de conocimiento. Todo mi ser puede dar cuenta de ello. La que no entendí (se lo confieso con pudor)fue la de "es de los pocos que son muy ricos y muy humildes" ¿Dónde estaría la humildad al no preguntar el precio? Si me lo puede esclarecer ya sabe mi correo.

Anónimo dijo...

Me afilio a la opinión de Aniceto (que nombre muchacho!). Acuerdo que la mayoría escondemos nuestra debilidad, por eso queremos dar a entender que cueste lo que cueste lo vamos a poder pagar o la vamos a poder hacer.

Anónimo dijo...

Y a mi me gustó tu comentario Dina. ¡Excelente definición del deseo! Y siguiendo tu razonamiento o recalcándolo, lo que nos cuesta asumir es que somos seres deseantes, lo que a su vez es una prueba de que no somos completos, no estamos completos, siempre nos faltan cosas.
Eso recién termina cuando nos ponen el sobretodo de madera.

Anónimo dijo...

Ayer fui al consultorio de un afamado psicoanalista y tenía una secretaria no sólo para cobrarte sino además para comunicarte cuáles serían los honorarios. ¡Qué se cree ese fulano! ¡Tiene que poner a personas de segunda categoría para tratar el tema dinero! Él quizás piense que está por encima de su secretaria y del dinero... (habrá estado encima de su secretaria, eso seguro no le causó ningún prurito) pensará que es un pulcro profesional liberal que deja para otra casta esos temas mundanos.

Anónimo dijo...

Soy como Angélica pero no con el dinero. Hago lo mismo pero con mi cuerpo. Cuando voy a tener relaciones sexuales quiero oscuridad total y lo último en sacarme es el pantalón porque considero que mis piernas son muy feas. Eso me hace pensar que quizás deposito en mi cuerpo lo que otros y otras depositan en el dinero. Como se le da tanta importancia al cuerpo, supongo que esto mismo le debe pasar a muchos, sobretodo muchas, porque con lo del cuerpo nuestra cultura es más exigente con las mujeres.