Como digo habitualmente (1) el fenómeno vida funciona estimulándonos con el dolor y el placer.
Si la naturaleza fuera nuestro jefe o nuestra madre, estaría contenta si nos viera respondiendo con rapidez a sus estímulos (castigos y premios).
Por el contrario, si nos viera indolentes, lentos, apáticos, no tendrá más remedio que aumentar la intensidad de los castigos y los premios.
Muchos de nosotros padecemos enfermedades crónicas, dolores intensos e inexplicables, pensamientos mortificantes. Algunos llegan a pensar que la vida es un tormento, un calvario, el castigo por algún delito olvidado.
Quizá todo sea más simple que eso: para seguir vivos necesitamos recibir los estímulos suficientes o morimos.
Como el dolor es un estímulo más efectivo que el placer, es al único que registramos y del cual nos quejamos tratando de socializarlo entre nuestros conocidos y amigos.
Quien haya dicho «el trabajo es salud» seguramente se ganó el repudio generalizado y hasta quizá se haya ido a un país donde no lo conocieran.
Trabajar es molesto pero está alineado con la metodología natural consistente en causarnos molestias para seguir vivos. Sin ir más lejos, muchos moriríamos de hambre si no trabajáramos.
Una de las molestias más constantes del trabajo es precisamente la inseguridad laboral.
Aunque trabajar sea penoso, el temor a perder el trabajo es como una piedra en el zapato (o en el preservativo como dirían los más sensibles a este riesgo).
Esta es una causa suficiente para que la mayoría de los ciudadanos del mundo aspiremos a ser empleados, en lo posible de empresas muy grandes y sanas económicamente, siendo las oficinas del estado las que mejor califican con estos atributos.
(1) La naturaleza es hermosa pero antipática; (Maldita)Felicidad publicitaria;Somos marionetas de la naturaleza; Loción infalible contra las molestias; La disconformidad universal.
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12 comentarios:
En esta crisis mundial, todos los adultos de mi familia perdieron el trabajo.
Recién estan saliendo.
Casi no me animaba ni a comer de tanta pobreza.
Los empleados públicos no sufren lo suficiente, por eso no rinden bien.
Soy empleada pública,Pablo, y me siento ofendida por tu visión injusta del servidor público. No todos encajamos en el prejuicio generalizado que impera sobre nosotros.
Nuestra ventaja es que tenemos más seguridad laboral, en eso coincidimos todos, sin embargo, el ambiente de una oficina pública puede llegar a ser tan molesto como una olla de grillos, con sus intrigas palaciegas y la búsqueda incesante de rédito político.
Es increíble pero cierto: a los pensamientos mortificantes se los puede llevar una pastillita.
El dolor me estanca, no me permite avanzar.
Siempre tomo la precaución de evacuar mis desgracias antes de ir a la playa.
A mi el placer me da plata y me permite ser.
Entiendo a Julieta. Estando muy apretada económicamente me compré una cocina a plazos, y luego no me animaba a usarla.
Yo tampoco sé quien dijo que el trabajo es salud; lo cierto es que ahora está por llegar mi licencia reglamentaria y tendré que enfrentar la cruda realidad familiar.
Llegado el momento de la jubilación, todos perdemos el trabajo obligatoriamente.
En mi país, una vez jubilados, y si no hemos implementamos con anterioridad estrategias para subsanar el problema, tenemos que acostumbrarnos a vivir con la mitad de lo que percibíamos antes.
¡Qué cruel! Una piedra en el preservativo!!
Las oficinas del estado son grandes y laberínticas.
Sanas? Ni en el Ministerio de Salud
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