sábado, 13 de marzo de 2010

Defecar a cambio de comida

He mencionado ya (1) que nuestra madre, con sus cuidados, atención y satisfacción de nuestras necesidades más tempranas (nacimiento, infancia, adolescencia y a veces más) nos inspira el sentimiento que llamamos «amor».

De esa relación primaria tan importante, surgen otros sentimientos, ideas, actitudes, formas de ser, reflejos condicionados, aprendizajes.

Observen esto: el niño siente calmar su hambre con la comida que le da su madre y ella misma, cuando el pequeño tiene unos cuantos meses de desarrollo, le pide:

— que intente expulsar la caca en un recipiente especial;
— que no la toque; y
— que higienice el ano al terminar.

Estas primeras exigencias molestan al niño. Preferiría continuar evacuando en cualquier lugar, jugar con las heces y no perder el tiempo limpiándose el ano.

A partir de estas experiencias de alimentación, evacuación y exigencias de la madre, se instala una lógica que podría resumir así: recibimos comida a cambio de cumplir las obligaciones que nuestra madre nos impone sobre la evacuación intestinal.

En otras palabras: tenemos que defecar como nos piden para recibir la comida que necesitamos.

Con criterio psicoanalítico podemos pensar que ésta es la matriz de nuestras relaciones de intercambio con los demás. Intercambios de bienes y servicios, tangibles y no tangibles.

Por ejemplo, el dinero que recibimos por nuestro trabajo equivale a la leche que recibíamos del cuerpo materno y el trabajo que realizamos equivale a las heces que defecamos siguiendo las instrucciones de mamá (en una bacinilla, higiénicamente, etc.).

De esta manera de comprender las relaciones de intercambio, pueden surgir explicaciones para muchas conductas que nos caracterizan.

Por ejemplo, los criterios higiénicos incluyen sentir asco por nuestra propia materia fecal y si ésta representa «el trabajo que hacemos», inconscientemente también sentiremos asco por trabajar.

Cuando así sucede, tendremos otra causa de la pobreza patológica.

(1) Cónyuge hay una sola
¿Cuánto te debo mamá?
El desprecio por amor

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11 comentarios:

Andrea dijo...

A veces voy sin ganas a trabajar, como le pasa a todo el mundo, pero ASCO, lo que se dice asco, no conocí a nadie que lo sintiera ante el trabajo.

Lautaro dijo...

Supongo que con respecto a trabajar nuestro inconsciente puede traducierlo en asco y llegarnos a la consciencia como flojera.

Zárate dijo...

La gente que está arreglando la fisura del caño colector puede hacer aflorar aspectos de su inconsciente en cualquier momento.

Nancy dijo...

Lo que incorporamos es mucho más agradable que lo expulsado. Por lo menos en este caso.

Celeste dijo...

Antes de dar las heces en la pelela, damos la sonrisa para expresar alegría o satisfacción.

Susana dijo...

Las madres por lo general no sentimos asco cuando higienizamos a nuestro bebé. Para la mayoría de las madres el trabajo de madre es placentero.

Paty dijo...

El cuerpo del sexo complementario te da asco cuando todavía no estás preparada para tener relaciones sexuales.

R. A, dijo...

El dinero que recibo por mi trabajo equivale a la leche en polvo que sustraigo para vender.
Al trabajo no le tengo asco, como ve mantengo 3: uno legal y 2 ilegales.
De alguna manera hay que parar la olla, hermano!

Cacho dijo...

Para qué esforzarse tanto en dar, si al final lo que damos es una cagada.

Mariana dijo...

¡Todas las cosas que comenzamos a hacer por amor a partir de los dos años!

Lucas dijo...

Las madres, con tal de que uno no haga chanchadas, te festejan la caquita. Miran el water y dicen encantadas "¡qué lindo"!, como si uno cagara el perfume sagrado Burgujas del Ganges.