Los impuestos son donaciones obligatorias que los gobiernos les imponen a los ciudadanos.
Esta función es compleja porque nadie quiere pagarlos. Los ciudadanos tenemos en cuenta la legislación fiscal para tomar nuestras decisiones.
Es tan importante la reacción negativa que produce todo lo que refiera a la política tributaria, que es utilizada para estimular ciertas acciones.
Por ejemplo, la exoneración de impuestos es un poderoso aliciente:
—Si el estado quiere estimular a la educación, decide no cobrarle impuestos a las empresas dedicadas a este rubro;
— Si quiere favorecer la inversión productiva de capitales extranjeros, ofrece amistosos privilegios impositivos;
— Si procura defender la industria nacional, le agrega antipáticos impuestos a la mercadería importada.
En suma: todos pagamos impuestos, lo hacemos bajo protesta y organizamos nuestra vida económica buscando evitar esa pérdida.
La muerte es algo que entendemos cuando le pasa a los demás, pero entender la propia muerte es otra cosa. Creo que nunca llegamos a comprenderla tan bien como entendemos la ajena.
Nuestra mente se resiste tanto a trabajar sobre este tema que terminamos con hipótesis, teorías y creencias bastante incoherentes, ilógicas, fantasiosas.
Esta escasa producción intelectual puede llevarnos a pensar que la naturaleza tiene un criterio impositivo desestimulante para la productividad económica pues, al morir nos quedamos sin nada.
Quienes tienen esta postura filosófica viven fuera del presente y se privan de una buena calidad de vida actual porque lo que les importa es no perder nunca.
Seguramente también piensan que «es malo todo lo que termina mal», sin sentirse atraídos por el bienestar esporádico que llamamos vida feliz.
También pueden sentir que es vergonzoso y ridículo esforzarse para terminar siendo «el más rico del cementerio».
El psicoanálisis es un arte científico útil para disfrutar la vida aceptando la realidad, inclusive con sus rasgos más antipáticos.
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11 comentarios:
He pensado la muerte como pérdida pero nunca se me ocurrió asociarla con la pérdida que significa el pago de impuestos.
Es enriquecedor que nos aporte puntos de vista nuevos.
Todavía no pienso en mi propia muerte, de pronto porque soy jóven. La muerte de mi abuelo me afectó mucho y fui a un psicólogo que me ayudara a elaborar el duelo.
De chica me esforzaba mucho por no perder y cuando perdía no lo aceptaba. Esto me provocó mucha tensión y estrés; estuve a punto de desiquilibrarme mentalmente.
Pago religiosamente los impuestos porque de lo contrario me invade la culpa.
Nunca entendí este razonamiento: "para qué pretender la riqueza si venimos al mundo desnudos y nos vamos desnudos de él".
No me importa cómo me iré del mundo porque de eso no me voy a enterar. Lo que deseo es un pasaje por la vida confortable.
Si pagara todos los impuestos mi empresa daría quiebra.
Deberíamos aceptar que a todos nos toca perder. A veces es a la educación, otras a la salud, a la industria nacional. Dicen que la alegría va por barrios, así que no vale la pena enfrascarse en reivindicaciones corporativistas.
Si todos pensáramos como Andrés, los trabajadores no habríamos logrado ninguna conquista y seguiríamos trabajando 16hs.
Puedo aceptar mi propia muerte siempre que sea rápida. Los procesos largos me aterran.
En realidad pienso que es malo todo lo que termina mal y entiendo que no es así. Quedé demasiado apegada a las novelas rosa.
Considero que una vida feliz es la que no está plagada de verdaderos dramas. Al que no le alcanza con eso, es un inmaduro.
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