El complejo de castración significa muchas cosas pero una de ella es el temor a que la satisfacción de una necesidad o un deseo muy anhelados, nos provoque una pérdida demasiado dolorosa, incluso la propia vida.
En particular los deseos, por ser tan personales y aparentemente superfluos (la necesidad de comer es universal pero el deseo de escuchar un concierto de piano es muy personal y parece prescindible), son los que provocan más miedo.
Por esta causa es que surge una paradoja: lo más temido es lo más deseado.
Lo repito por si alguno se distrajo: Cuando sentimos un deseo muy fuerte, nos ataca el miedo a que su satisfacción sea seguida de pérdidas terribles para nuestro bienestar y hasta para nuestra supervivencia.
Por eso los deseo producen miedo, y —al revés— cuando tenemos miedo es muy probable que estemos deseando eso que nos atemoriza (y que nos provoca la atracción deseante).
Algunos ejemplos:
— Deseo tener una embarcación donde podamos hacer fiestas mis doce mejores amigos... pero eso será criticado, será envidiado, pueden surgir conflictos por la ingesta de alcohol, por celos ... ¡qué horrible! ¡qué miedo!
— No quisiera morirme sin saber qué sienten los homosexuales, pero eso me obligará a vincularme con personas que pueden chantajearme, mejor lo hago en otro país, pero y ¿si caigo en una red mafiosa? Tengo esposa, hijos, una trayectoria, ¿y si eso trasciende? … ¡qué horrible! ¡qué miedo!
Conclusión: las personas que tienen un marcado rechazo hacia el dinero, la riqueza, el poder económico, podrían temer el dinero porque lo desean intensamente.
El temor al deseo (y por tanto al placer, al bienestar, a la riqueza) que padecemos los hispanos fue y es eficazmente estimulado por el catolicismo español y las ideologías de izquierda latinoamericanas.
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13 comentarios:
No quiero morirme sin haberme bañado una vez en una playa del Caribe. Ahora que lo tengo claro, voy a ponerme a hacer algo como para que esto suceda.
El temor al deseo se parece mucho al miedo a la libertad, o de pronto son la misma cosa. Sin embargo parecería que cuando hablamos de libertad nos estamos refiriendo a una vivencia integrada a la responsabilidad, y el deseo aparece más asociado a nuestro ser natural, primitivo.
Los humanos somos el único bicho que mide los "pro y los contra" de cada situación que se nos presenta en la vida. Recuerdo que en las revistas dirigidas a adolescentes mujeres por los años 80, siempre aparecían test que supuestamente te ayudaban a discernir si era mejor seguir o dejar con tu novio, o si te convenía estudiar arte o ciencias, o cuáles eran los aspectos positivos y negativos de ennoviarse a los 15, y cosas por el estilo. Parecía que el mundo era un acertijo donde siempre había que encontrar el camino correcto, porque el otro podría llevarte a una situación sin salida, al desastre, al desperdicio de los mejores años de la vida, etc.
En realidad luego descubrí que equivocando los caminos, en alguna ocasión se llega a buen puerto, o se aclaran nuestros verdaderos intereses, y que en definitiva es una ilusión pensar que se puede vivir yendo siempre por el camino correcto.
El complejo de castración es un mal necesario.
Los amantes se quejan de vivir escondiéndose de familiares y amigos, pero si luego llega el momento en que no tienen que esconderse más, dicen que la pareja ha caído en una rutina insoportable.
Lo que dice Sandra sólo sucede en las parejas que no tienen sustancia, las que se juntan sin que las una un amor verdadero. El deseo va y viene, el amor perdura.
A veces lo que más deseo es comer chocolate y lo que más temo es engordar. Me pregunto ¿cuando temo engordar a qué le estoy temiendo en realidad? ¿será que perdura en mí el temor a no ser aceptada y querida? ¿por qué eso es más frecuente en las mujeres que en los hombres?
Ud no quiere morirse sin SABER qué sienten los homosexuales. Ud no quiere morirse sin TENER una relación HOMOSEXUAL.
Deseo el dinero intensamente y a la vez temo que si lo consigo me lleve a la insatisfacción permanente.
El temor se asocia a lo prohibido porque quien transgrede puede ser castigado.
Preferimos vegetar a sufrir.
Está claro que no podemos poner al deseo en un trono y reverenciarlo. Nos conviene la prudencia y un equilibrio entre el deber y el deseo, muy difícil de lograr. Así como es difícil encontrar el equilibrio entre el debe y el haber.
Los deseos suprefluos son caprichos. Los caprichos con compulsiones obsesivas. Las compulsiones obsesivas tienen un origen profundo que desconocemos.
El día que cumplí 50 años me costó dormirme y uno de mis pensamientos obsesivos era estar con otra mujer.
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