Si alguien necesita desplazarse de un lugar a otro usando un cierto vehículo, deberá abordarlo en el lugar de partida antes de que se vaya.
Más genéricamente: para cumplir ciertos objetivos es preciso realizar ciertas acciones.
Vuelvo al principio: Si llega tarde al lugar de partida, no podrá abordar el vehículo y el plan se verá cancelado o postergado.
Abandonemos este ejemplo y pasemos a otro más concreto.
Si usted da por terminada su vida como hijo dependiente de sus padres y decide convertirse en una persona autosustentable, deberá hacer ciertas cosas en tiempo y forma.
El dinero que usted necesita está en bolsillos ajenos.
Sus dueños se lo darán bajo ciertas condiciones y no otras.
Se lo darán si usted se los pide a cambio de entregarles algo que ellos estén dispuestos a pagar.
No se lo darán si usted se los pide a cambio de nada.
Usted deberá averiguar cómo funciona el cerebro de los dueños del dinero para saber qué estimula la entrega del dinero que poseen.
Esto es muy difícil. Realmente difícil. Es tan difícil porque para entender cómo funciona el cerebro de otros es preciso saber cómo funciona el cerebro propio.
Ni usted ni yo queremos aceptar que nuestras decisiones son irracionales.
Estamos seguros de que nuestras decisiones son inteligentes, objetivas, coherentes, justificadas.
También imaginamos que somos honestos, considerados, generosos, ecuánimes, respetuosos.
Y el problema en entender a los demás no está en imaginar que se nos parecen sino todo lo contrario.
La dificultad en saber cómo funciona el cerebro de quienes podrían entregarnos su dinero (comprar lo que vendemos, ofrecemos, hacemos) está en que los imaginamos poseedores de las características opuestas para tener la sensación de que nuestras cualidades imaginarias se realzan por contraste.(1)
(1) No están todos los que son
El desprecio por amor
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10 comentarios:
Es increíble como algo tan evidente se me ha pasado por alto. Es cierto que siempre imagino que quien pagará por mi trabajo es tacaño y siempre estará con el ceño fruncido ¡y nunca había tomado conciencia de eso!
Eso de "dar por terminada su vida como hijo" suena muy dramático. Más aún si agregamos la palabra "dependiente".
No me gusta urgar en los bolsillos ajenos.
Jamás entendí por qué nadie quiere comprar mis poemas.
Los dueños de los bolsillos piensan en grande; nunca quieren monedas.
Soy compradora compulsiva, todo me atrae para que entregue mi dinero. Necesito gastar y perder. No me importa si luego olvido lo que compré. A esta altura ya ni el hecho de comprar me da satisfacción. Antes de seguir arruinándome hasta perderlo todo, preferiría ser una ladrona. Aunque perdiera mi libertad.
Quizás lo que finalmente desea Serena sea perder su libertad.
Creo que a mi capataz voy a tener que hacerle un estudio neurológico.
La única condición que me pone mi madre para que le venda todo es que no la mate.
Yo te entrego todo gratis, papito.
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