sábado, 27 de agosto de 2011

El aburrimiento cerebral

Quizá intuimos que el aburrimiento por falta de necesidades y deseos (cancelados por tener abundancia de dinero) es potencial causa de una muerte cerebral.

Existe la creencia según la cual sabemos todo pero lo tenemos olvidado. El defensor de esta idea más conocido es Platón (427 – 347 antes de Cristo).

Si esto fuera cierto, entonces los descubridores serían personas que «lograron recordar lo que todos conservamos olvidado».

Un caso diferente sería el de los inventores pues estos serían aquellos que encuentran la manera de copiar algo que ya hace la naturaleza.

Este prólogo me pareció necesario para comentar algo sobre cómo tuvimos que modificar el concepto de muerte clínica (verificada por la medicina).

Efectivamente, antes la muerte clínica podía ser certificada verificando que el corazón había dejado de latir y que no había respiración. A partir de varias «resurrecciones» y de que algunos aparatos de reciente invención permiten prolongar por un tiempo casi indefinido el funcionamiento circulatorio y respiratorio, la medicina certifica un fallecimiento ante la interrupción irreversible del funcionamiento cerebral (encefálico).

La idea que les propongo es que los humanos probablemente intuimos que, sin dejar de interesarnos en que nuestro corazón nunca deje de latir, también nos preocupa, aunque de forma menos consciente, que nuestro cerebro nunca deje de funcionar porque la continuidad de los pensamientos es tan vital como la continuidad de la respiración.

En otras palabras: es probable que el aburrimiento (1) nos moleste porque incluye un malestar pero que además nos preocupe (aumentando el malestar) por el temor inconsciente a morir por cese de la actividad cerebral.

En suma: el hastío, la falta de estímulos que provoca carecer de necesidades y deseos, puede ser una amenaza inconsciente tan importante como es la preocupación consciente ante un exceso de colesterol o de azúcar en la sangre.

(1) Sobre lo bueno de lo malo
Lo bueno que parece malo
La creatividad y el miedo

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8 comentarios:

Irene dijo...

No deja de llamarme la atención, la invasión del aburrimiento. En estado 'natural', soy una persona que se interesa por las cosas más diversas, sin embargo, mucho más a menudo de lo que yo quisiera, me asalta el aburrimiento. En esos momentos es como si todas las posibilidades de hacer y de imaginar hacer, estuvieran vedadas. Hay una especie de chaleco de fuerza que impide cualquier movimiento, y uno se pregunta, quién me lo ha colocado? me lo he puesto yo misma? En mi caso son estados que ocurren con más frecuencia si hace frío que calor, o por el contrario, si el calor es demasiado intenso. También ocurren por lo general, llegada la noche, cuando la oscuridad parece decirnos que debemos reponer fuerzas para el nuevo día.
Si el objetivo es salir del aburrimiento, sabemos que hacer... simplemente se tratará de obligarnos a hacer algo. Pero ahí nos enfrentamos con frecuencia a otro sentimiento, el de hacer sin ganas, con fastidio. Parecería que hacer algo sin ganas no es tan terrible, pero debe ser más importante de lo que imaginamos porque siempre que podemos lo evitamos. Visto de esta manera parecería que la opción a veces está entre el aburrimiento o el hacer desganado, o sea entre dos cosas desagradables.

Chapita dijo...

Dicen que a veces me quedo en blanco, pero en realidad yo estoy en otro lado, en una película con muchos colores, donde la gente conversa y ríe a carcajadas.

Alicia dijo...

Estando aburridos tenemos la sensación de que el cerebro no nos funciona. Y nos funciona paralizándonos. Funciona más la actividad cerebral que no llega a la consciencia.

Anónimo dijo...

Lo que me da más miedo es la muerte de sectores del cerebro. Porque si se muere todo no me voy a enterar, pero cuando se mueren partes y uno no recuerda o no puede hacer solo las cosas más elementales... eso es lo peor que a uno le puede ocurrir.

Gabriela dijo...

Paradojalmente la libertad puede conducir al hastío. Encontrar límites y luchar contra ellos o intentar burlarlos, es algo que vivifica. Las personas más racionalistas, viven en tensión, porque sus impulsos y la razón se enfrentan a cada momento. Pueden sufrir mucho pero se aburren menos. Las personas más libres, que viven de acuerdo a sus impulsos (porque sienten a nivel inconsciente que esos impulsos no son demasiado peligrosos), no encuentran mayores conflictos. Y nada los tortura cuando el impulso es a NO hacer. Por eso el hastío puede instalarse en ellos con gran comodidad. Quizás por eso, los románticos (quienes pertenecieron a la Corriente denominada Romanticismo) sufrieron a tal puento el hastío, que llegaban incluso al suicidio.

Mario dijo...

Para no aburrirme hago crucigramas. Toda la vida hice crucigramas. Incluso llegó un momento en que comencé a inventarlos yo mismo. Hacía crucigramas para adultos y a pedido, crucigramas para niños. Mis sobrinos eran los que me pedían crucigramas; los hijos de mi hermana. Para hacer la cosa más divertida, se me ocurrió venderles los crucigramas en un quiosco. Entonces hice un quiosco que instalé en el medio del living. Ahí les vendía, además de los crucigramas, golosinas y libros de cuentos. Las golosinas eran básicamente alfajores y gallletitas que hacía yo. Los libros también los escribía y los ilustraba yo.
En definitiva: los crucigramas me quitaron el aburrimiento y me condujeron hacia mis sobrinos. Ahora ellos ocupan un lugar en mi vida muy importante. Mucho más grande que el quiosco. Lo que me asusta es que crecen más rápido de lo que yo querría.

Ma. Eugenia dijo...

Una curiosidad Mario, tú dices que les vendías en el kiosco. Ellos te pagaban con dinero real?

Mario dijo...

No Eugenia; era dinero que yo hacía.