Casi todas las disconformidades ocurren cuando alguien compara lo que ocurre (real) con lo que imagina que debería ocurrir (ideal).
Es conocido y padecido por todos el malestar que nos provoca la incertidumbre (1).
Por supuesto que al problema lo conozco por experiencia personal pues a mí también me mortifica no saber qué ocurrirá con mi vida, con la vida de quienes depende mi felicidad, con los avatares de los vínculos afectivos.
Varias veces he mencionado la teoría de la Gestalt (2) y su estudio sobre nuestra forma de percibir, especialmente en lo que refiere al contraste (lo blanco se ve más nítidamente sobre fondo negro, el sonido se oye mejor si hay silencio, el perfume de las violetas se percibe mejor lejos de una pescadería).
Desde mi punto de vista (no sé qué opinan los gestálticos), también nos caracterizamos por la construcción de fondos contrastantes virtuales, imaginarios, intangibles.
Me refiero a los complejos escenarios ideales, construidos según principios perfeccionistas y guiados por el «deber ser».
Contrastar nuestras sensaciones sobre el ideal, la configuración fantasmática, el referente perfecto, es la mejor forma de sufrir, de desilusionarse y de padecer incertidumbre aguda.
Por el contrario, contrastar nuestras sensaciones sobre la realidad, sobre datos concretos y tangibles, nos relativiza infinidad de percepciones que vuelven nuestra vida menos terrible.
Les comento un ejemplo muy grande, exagerado, visible.
Casi todos vivimos en ciudades organizada por algún gobierno central, que nos cobra impuestos bajo la promesa que nos dará algunos servicios (limpieza, iluminación, seguridad, salud, ordenamiento edilicio, regulación del tránsito, etc.).
Quienes creen que se cumplirán estas promesas ideales, perfectas y racionales, sufren mucho más que aquellos otros que toman esos anuncios como patéticas promesas, de las cuales a veces cumplen alguna para confundirnos y que los impuestos son puro peaje prepotente, abusador, expropiador y confiscatorio.
(1) Mucha información en medio de la duda
(2) Los enemigos benefactores
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9 comentarios:
El problema con contrastar nuestras sensaciones con lo real, está en que nunca podemos estar demasiado seguros de lo real; tendemos a hacernos ideas sobre las cosas que muchas veces son equivocadas.
No creo que cumplan promesas (los gobiernos) para confundirnos. Hacen promesas para conseguir votos, que es distinto.
De qué manera el Estado obtiene recursos, si no es por medio de los impuestos?
Mieres tiene razón en que los impuestos son abusivos. Se castiga a todos, al que tiene y al que no tiene. El IVA es el impuesto más injusto.
Ay sí! Mire, si yo no comparara a mi marido con el resto de los hombres, sería más feliz.
Construir escenarios ideales nos permite avanzar.
A mí me dan miedo las certezas de los que se manejan con escenarios ideales. Las personas realistas son más apegadas a la tierra y no hacen barbaridades.
Cuáles son esos datos concretos y tangibles? Las estadísticas?
Todo lo percibimos desde nuestro punto de vista, y si somos conscientes de eso no podemos evitar la incertidumbre.
Cuando maduramos empezamos a perder ilusiones. Nos cuesta adaptarnos. Eso lo sufrimos en la adolescencia. Después de adultos podemos aceptar la realidad, comprendiendo que formamos parte de ella, o de lo contrario convertirnos en cínicos.
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