Los niños que no saben si la mamá ama o repudia su caca, repudiarán
la caca ... y el dinero, ¡que tanto se parecen!
A casi todos nos resulta difícil convivir con
la ambivalencia, con la dualidad de criterios, con el «doble discurso» de nuestros familiares,
amigos, políticos.
Nuestra
psiquis se siente mejor cuando las cosas se nos presentan en «blanco y negro»,
en «lindo y feo», en «bueno y malo».
Las dudas
nos provocan un malestar del que querríamos apartarnos definitivamente.
Sin
embargo, la experiencia parece empeñada en frustrarnos. Cuando creemos tener
las ideas claras sobre algún tema polémico, no falta quien presente algún
argumento que nos fracture aquella certeza.
Algunas
personas se horrorizan cuando sienten que alguien dice: «si, pero...», porque
saben que amenazarán sus certezas.
Cuando somos
pequeños, nuestras madres están pendientes de nuestro funcionamiento. Casi no
duermen escuchando nuestra respiración, vigilan nuestra alimentación, examinan
nuestros excrementos.
Una sirena
estruendosa se enciende en su cabeza si algo se aparta de lo previsto.
Con los
excrementos fecales ocurre algo muy ambivalente, dual, con «doble discurso».
Ellas se
alegran notoriamente con nuestras primeras defecaciones, como si estas fueran
algo maravilloso, ... y lo son en la psiquis de la mamá y de una legión de
asesores (abuelas, tías, pedíatras), porque sus mentes piensan algo así como
«si funciona bien su INTEstino, funciona bien
todo su INTErior».
Pero los
pequeños, que no tenemos ni noción de esos funcionamientos mentales, conocemos
los indicios de la desesperante ambivalencia de nuestros protectores: «¿les
gusta mi caca o no les gusta?», piensa el niño cuando ya creía empezar a
adaptarse a este entorno «tanto más incómodo que aquel confortable útero del
que me expulsaron aun no sé bien por qué».
Muchos terminan
por repudiar la caca …y al dinero, ¡que tanto se le parece!
Otras
menciones del concepto «dinero=caca»:
(Este es el
Artículo Nº 1.655)
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10 comentarios:
Cierto que las mamás somos ambivalentes con el asunto de la caca. Al niño le decimos ¨puf! que olor¨, cuando se hace en los pañales. Y cuando hace en la pelela aplaudimos. Es la misma caca la que provoca reacciones tan distintas. Parece que es linda o fea según en que lugar esté. Algunos pensaremos que es fea si la llevamos adentro de los pantalones (como llevamos adentro del bolsillo del pantalón el dinero), entonces intentaremos tirarla en el inodoro, es decir, hacerla desaparecer, lo que equivaldría a gastar el dinero. rápidamente.
Creo que toleramos las dudas cuando razonamos. Por el contrario, cuando sentimos y queremos traducir esos sentimientos en razones, no las soportamos.
Sí, pienso como Elena. Cuando un conjunto de ideas forma parte de una ideología que se nos ha ido construyendo lentamente a lo largo de nuestra historia, sentimientos y razones están entremezclados por completo. Así, por ej. nos vamos haciendo a la idea de que los ricos son explotadores, o por el contrario, que son grandes patriarcas protectores. Depende de lo que hayamos vivido y de cómo lo hayamos vivido.
Distinto es ponerse a pensar con un grupo de amigos en rueda de café. En ese tipo de situaciones el pensamiento se despliega con mayor libertad. Nos ponemos a filosofar porque encontramos placer en ello. No estamos defendiendo nada, estamos jugando con las palabras, disfrutando nuestra capacidad de raciocinio. En esas ocasiones el que piensa diferente es bien recibido porque dinamiza la fraternal discusión.
Convivir con la ambivalencia es muy duro, sobre todo, en las relaciones de pareja.
No sabía que ud. era un pequeño sin noción de sus funcionamientos mentales...
El problema es que cuando repudiamos el dinero no nos damos cuenta.
Como dice Lucas, no nos damos cuenta, nos saboteamos y después terminamos quejándonos.
Claro! Las madres pensamos que si el intestino funciona bien, si funcionan bien las entrañas, entonces el interior, el interior del niño también funciona bien. Asociamos eso sin darnos cuenta!
Mi madre controlaba que moviera el intestino todos los días. Como que quería que largara afuera toda mi podredumbre. Entonces me obligaba a sentarme en la bacinica durante horas. Si me levantaba me traía de la oreja y me volvía a sentar.
Recién ahora empiezan a decir que eso es violencia.
Si me pongo a recordar cómo fue mi etapa de aprendizaje del control de esfínteres, casi que me pongo triste. Me hacía pis en la cama, a veces andaba con diarrea y me ensuciaba antes de llegar al baño... Me sentía tan avergonzada! De pronto por eso me cuesta tanto manejar dinero. Prefiero que las cuentas las lleve mi esposo y las decisiones en cuanto a qué comprar también las tome él. A mí me genera angustia.
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